Por Ernesto Tenembaum
En 1983 no existían computadoras, celulares, el divorcio
vincular, el matrimonio igualitario, el mail, internet, Pampita, la China
Suárez, ni Vicuña. Ni Luis Puenzo ni Juan Campanella habían ganado el Oscar y
Messi no había nacido. Diego Maradona aun no había deslumbrado al mundo, al
menos en la selección mayor. Los militares se retiraban con la ambición de
conservar el poder. Y la democracia comenzaba a gatear con dificultades.
La
revista Humor batía records de venta, el muro de Berlín estaba más sólido que
nunca y muchos jóvenes del mundo viajaban a Nicaragua para apoyar la revolución
Sandinista. En ese mundo tan distinto a este, un hombre vio el futuro
argentino. Escribió un artículo donde describe, crease o no, con una precisión
estremecedora, a Nestor y Cristina Kirchner y a Mauricio Macri. El texto es un
clásico del pensamiento económico. Se llama "El péndulo argentino: ¿hasta
cuando?". Su autor, Marcelo Diamand, escribe sobre el pasado pero, al
hacerlo, pronostica lo que sucederá en un lejano futuro que ya no vería con sus
ojos. Como si el destino argentino tuviera un sino determinista, inevitable, y
trágico. Si no lo hizo aún, tal vez el presidente Macri debería leerlo: allí
están detallados los riesgos, para él y, sobre todo, para el país, del camino
económico que apenas ha comenzado a recorrer.
Diamand describe de esta manera, dos décadas antes de que
llegara al poder, los comienzos del kirchnerismo. "Sus ideas económicas
reconocen la inspiración del modelo keynessiano y del nacionalismo económico.
Sus principales objetivos son la distribución progresiva del ingreso y el pleno
empleo. El primer objetivo se instrumenta mediante mayores beneficios sociales,
aumentos nominales del salario y a menudo controles de precios. También se
recurre el manejo de los grandes instrumentos de política económica, como el
tipo de cambio y las tarifas de los servicios públicos, en función del objetivo
prioritario de evitar que aumente el costo de vida. El segundo objetivo se
logra asegurando un alto nivel de demanda. Las etapas expansionistas suelen
empezar con el aumento de los salarios reales, el crédito barato, el incremento
de la actividad económica y una euforia en el sector industrial y
comercial".
Luego, el autor enumera los rasgos que definieron el ocaso
del movimiento fundado por Néstor Kirchner. "Sin embargo, la mayoría de
las veces, esta etapa no dura mucho. El déficit del presupuesto crece, la
balanza comercial se desequilibra, aparece el desborde sindical, surge el
desabastecimiento y se acelera la inflación. El proceso culmina con el
agotamiento de reservas del Banco Central y en una crisis de la balanza de
pagos. La expansión se detiene y se inaugura una etapa económica caótica. A
medida que pasa el tiempo aumenta la oposición de los estratos influyentes de
la sociedad y, finalmente, sobreviene la caída del equipo económico o del
Gobierno".
El texto es especialmente agudo cuando anticipa el balance
que hace el kirchnerismo de su derrota. "Aunque admite algunos errores,
tiende a minimizar su importancia y como justificación principal de su fracaso
alega la insuficiencia del poder popular para manejar los resortes clave de la
economía y la resistencia de poderosos grupos económicos nacionales e
internacionales".
¿Qué ocurre luego de este fracaso? Llegan otros gobernantes.
¿Qué hacen? Es otro punto de una clarividencia casi mágica, en la que incluso
aparecen las promesas del célebre segundo
semestre. "La caída
del poder popular provoca siempre un brusco vuelco hacia la ortodoxia económica, ahora identificada con lo serio en la economía. En
general, los equipos ortodoxos llegan al poder en medio de una crisis de la
balanza de pagos. Sus respuestas frente al problema son una serie de propuestas
que involucran una brusca devaluación, un aumento de los ingresos
agropecuarios, una caída de los salarios reales, una drástica restricción
monetaria, una recesión de mayor o menor profundidad, y un deliberado esfuerzo
de atracción de capitales extranjeros. De acuerdo con las afirmaciones de la
ortodoxia, la recesión y la caída de los salarios reales no serían más que perjuicios
momentáneos que corresponderían a un período inevitable de sacrificio necesario
para ordenar y sanear la economía".
Naturalmente, no se puede saber si Diamand describió con
precisión también el desarrollo y el final del macrismo porque este aún no
ocurrió. Por lo tanto, lo que sigue debe ser tomado como una advertencia más
que como una predicción, como la manera en que, en otros momentos de la
historia del país, terminan los ciclos de la ortodoxia económica. O, tal vez,
como el camino que Macri debería evitar que ocurra. "Esa política puede
lograr ciertos éxitos al comienzo. La tasa de inflación, que siempre aumenta
inicialmente a raíz de la devaluación, más adelante suele disminuir, los
capitales financieros afluyen del exterior y el salario real en parte se
recupera. Sin embargo, el algún momento del proceso sobreviene una crisis de
confianza. El flujo de capitales financieros se invierte. Los préstamos del
exterior que habían ingresado comienzan a huir. Se produce una fuerte presión
sobre las reservas de divisas, una crisis en el mercado cambiario y una brusca
devaluación.
Caen los salarios reales, disminuye la demanda, la tasa de
inflación otra vez aumenta vertiginosamente y se vuelve a caer en una recesión
más profunda que la anterior".
El Presidente tiene a su alrededor a personas que, si bien
se mira, lo han asesorado muy mal.
Alguien le dijo, y él repitió, que los precios ya estaban
calculados con el dólar a 15 y que, por lo tanto, a la liberación del mercado
de cambios no le seguiría un salto inflacionario. Alguien sostuvo cerca suyo
que los aumentos de tarifas tendrían ¡un efecto deflacionario!. Alguna persona
diseñó muy mal las modificaciones en los precios del gas. Otro le explicó que
la inflación de este año sería menor a la que se produjo en solo el primer
semestre y que la de junio bajaría del 2,5 por ciento. Es decir, que el
Presidente ya tiene motivos suficientes para dudar del célebre dream team.
Si, en cambio, tuviera personas como Diamand cerca, o
escuchara un poco más a los críticos de este tipo de políticas, si tuviera esa
virtud que habitualmente no tienen los Presidentes, le explicarían que, tal vez,
la afluencia de préstamos y de capitales extranjeros no sea exactamente una
bendición.
"Los prestamos ingresan en divisas. Por lo tanto, las
amortizaciones y los intereses (o los dividendos) también deben ser pagados en
divisas. El destino más frecuentes de los aportes extranjeros consiste en
proveer un respiro en el sector externo que permita evitar una recesión y haga
posible que continúe el crecimiento de la producción para el sector externo. A
medida que logra su objetivo, se consumen más divisas. Se agrega además el pago
de los nuevos préstamos y así se incrementa por doble vía el proceso inicial.
Para mantener el equilibrio en el mercado cambiario, es necesario que los
créditos se vayan renovando una vez que vencen. Además, para compensar los intereses
y el aumento de los gastos de divisas, es necesario que se vaya incrementando
en forma continua el volumen de nuevos créditos e inversiones que ingresan. Se
genera así un proceso de endeudamiento acumulativo que tarde o temprano tiene
que desembocar en una nueva crisis de la balanza de pagos, más grave que la
anterior".
Algunos estudiosos sostienen que la historia nunca se repite
de la misma manera. Un ajuste como el actual, si se produce en un marco de
crecimiento de la economía mundial, o de los precios de las materias primas,
puede producir un rebote a largo plazo y contener la necesidad de ingreso de
capitales. Al fin y al cabo, Lula, Felipe González e incluso Arturo Frondizi
realizaron ajustes que, luego, produjeron rebotes sostenidos de sus economías.
La disponibilidad de dinero en el mundo, la revolución agropecuaria, el
desendeudamiento de la Argentina diferencian estos tiempos de los que definían
el momento en que se escribió "El péndulo argentino...".
O sea que tal vez no resulte necesario que el Presidente lea
esto, ni ninguna otra cosa. Que se relaje, que viva tranquilo, que se
desestrese, porque está todo bajo control.
La historia, en la Argentina, nunca se repite.
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