Por Gabriel Profiti |
Mauricio Macri firmó el libro de visitas de la AMIA, acomodó
flores frente al memorial de las víctimas, prendió una vela, luego participó
del inicio del acto y se fue cuando empezaban los discursos. Así, el Presidente
comenzó a sentir la incomodidad que acompañó a sus antecesores cada 18 de julio
desde 1994.
Durante el fin de semana, voceros oficiales habían anunciado
que sólo dejaría la ofrenda floral y luego señalaron que abortaría esa primera
actividad pero presenciaría el acto. Los antecedentes, el celo del entorno
presidencial y los deseos de los distintos actores de la comunidad moldearon esa
ida y vuelta.
"Lo importante es que estuvo", se conformó Ralph
Thomas Saieg, presidente de la AMIA, quien también sostuvo que hay "un
nuevo comienzo en la causa", tras 22 años de impunidad, pero se permitió
dudar del desenlace.
"Es un nuevo comienzo, no sé si se va a llegar a buen
destino, hubo muchos buenos comienzos en todos estos años, esperemos que este
sea el definitivo", se sinceró.
Macri encauzó su relación con la dirigencia comunitaria tras
haber dejado caer el Memorándum de Entendimiento con Irán, firmado por Cristina
Kirchner -para indagar en Teherán a los acusados por el ataque- y declarado
inconstitucional por la Justicia.
A homenajear a las 85 víctimas del peor ataque en suelo
argentino concurrió con varios ministros.
Pese al pedido de la AMIA para que la investigación se
convierta en "política de Estado", fue tratado con respeto y recibió
algunos aplausos.
El ahora Presidente había ido por última vez al acto de la
calle Pasteur en 2008. Luego, el nombramiento de Jorge "Fino"
Palacios como primer jefe de la Policía Metropolitana, pese a que estaba
procesado por encubrimiento de la causa AMIA, y las acusaciones por escuchas
ilegales contra, entre otros, el familiar de una de las víctimas, Sergio
Burstein, lo alejaron.
Palacios fue acusado por montar el espionaje ilegal en el
ámbito porteño y estaba alcanzado por las sospechas de irregularidades en la
investigación del atentado que dieron sustento a un juicio oral iniciado en
agosto de 2015.
En ese juicio también están siendo juzgados el ex mandatario
Carlos Menem, el ex juez de la causa, Juan José Galeano, los ex fiscales Eamon
Mullen y José Barbaccia, el ex jefe de la SIDE Hugo Anzorreguy, el ex
presidente de la DAIA Rubén Beraja, entre otros.
En el proceso oral se busca esclarecer dos maniobras: el
pago de 400 mil dólares al proveedor de la Trafic bomba que voló la AMIA,
Carlos Telleldín, para que implicara a policías bonaerenses en la conexión
local del atentado y el intento de desviar la "pista siria" de
investigación que apuntaba a Alberto Kanoore Edul, hijo de un amigo del
entonces presidente Menem.
Palacios era jefe de la División Unidad Antiterrorista de la
Policía Federal (DUIA) y había sido designado por el jefe de Gobierno al frente
de la Metropolitana, pero renunció antes de cumplir dos meses en medio de
fuertes cuestionamientos.
Las maniobras de obstrucción denunciadas tensaron al máximo
la relación entre el gobierno de Menem, la dirigencia comunitaria y las
asociaciones de familiares de víctimas.
Desde el primer homenaje, con 150 mil personas frente al
Congreso tres días después del ataque, hubo reproches contra la administración
de Menem, quien siempre se ausentó de los actos.
Los reproches, que hicieron blanco alternativamente en el
entonces ministro del Interior, Carlos Corach, el secretario de la Presidencia,
Carlos Corach, y otros funcionarios, fueron la marca de los actos de los
noventa.
Fernando de la Rúa, luego de muchas dudas, concurrió como
Presidente al aniversario de 2000 y recibió algunos aplausos pero también el
reclamo para que cortara relaciones comerciales con Irán.
Al año siguiente desistió de participar.
Eduardo Duhalde, alcanzado previamente por las críticas, no
concurrió ni envió representantes al homenaje de 2002, y en 2003, el entonces
mandamás de la DAIA, José Hercman, le apuntó directo cuando ya lo había
sucedido Néstor Kirchner en el poder.
En esa ocasión, el patagónico fue aplaudido junto a su
esposa, entonces senadora, pero un par de años más tarde, la comunidad judía le
reclamó "hechos concretos" para esclarecer el atentado.
En 2011, Cristina Kirchner concurrió por última vez al acto,
cuando Guillermo Borger, presidente de la AMIA, le agradeció su presencia pero
remarcó: "No es suficiente. Necesitamos justicia".
Al año siguiente la jefa de Estado no fue ni envió emisarios
y la relación se rompió definitivamente a partir de 2013 cuando el Gobierno
firmó el Memorándum de Entendimiento con Irán, repudiado por la comunidad judía
y el gobierno de Israel.
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