"Estamos frente a un momento histórico que requiere
gestos de generosidad”
Por María Luján
Bertella
(Magister en Ciencias
de la Educación)
(Ex detenida
desaparecida / Testigo Causa Esma Unificada)
En el Congreso Eucarístico Nacional realizado en San Miguel
de Tucumán entre el 16 y el 19 de junio, Monseñor Arancedo en su homilía
central expresó: "Queridos hermanos, especialmente queridos jóvenes,
sintámonos protagonistas de una Argentina dispuesta a superar odios y
divisiones que nos enfrentan y aíslan, no temamos reconocer errores, vivamos
nuestro presente, nuestras relaciones y nuestra historia con espíritu de
reconciliación que no es debilidad, sino expresión de fortaleza moral y madurez
espiritual."
En la celebración oficial del Congreso por el Bicentenario
de la Independencia en Tucumán, Gabriela Michetti leyó un documento
consensuado: "Tenemos frente a nosotros el desafío y a la vez la firme
convicción de que este nuevo siglo que comienza será el de la equidad, el de la
inclusión y el de la convivencia, respetando la diversidad y el
pluralismo".
Paradojas del Bicentenario. En el mismo día se informa que
fue aceptada la renuncia al Ministro de Cultura porteño, Darío Lopérfido y si
bien considero que debe existir más de una razón subyacente en esta decisión,
vuelve a trascender públicamente el debate en torno a sus declaraciones sobre
el número de desaparecidos en la última dictadura militar.
No quisiera caer nuevamente en la discusión acerca de si los
desaparecidos fueron 30.000 o fueron 8.000. La variación en los números no hace
menos grave los hechos sucedidos durante la represión del Estado.
Sólo decir que, evidentemente entre 8.000 y 30.000 hay una
proyección estimativa de personas desaparecidas que nunca fueron denunciadas
por sus familiares. ¿Podemos hablar de ello? Se argumentó que las declaraciones
del (ex) Ministro de Cultura porteño atentaban contra una bandera histórica,
pero ¿La bandera histórica de los 30.000 desaparecidos es una bandera histórica
inapelable?
Ya en el 2009 Graciela Fernandez Meijide (ex integrante de
la Asamblea Permanente de Derechos Humanos y de la Conadep) y Estela Carlotto
(Presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo) habían hecho declaraciones en torno al
mismo debate (Perfil, 3/8/09). Significa esto que lo que Lopérfido refiere es
una discusión que ya está instalada en buena parte de la sociedad, pero ¿es que
de eso seguimos sin hablar?
Estamos frente a un momento histórico que requiere gestos de
generosidad por parte de toda la ciudadanía, por parte de todas las
instituciones, los grupos, las personas. La generosidad es en torno al debate
de la verdad histórica de los hechos sucedidos en los años 70, generosidad para
escuchar al otro, al que piensa diferente, a la construcción conjunta de la
memoria que transmitimos a las nuevas generaciones.
En este contexto sigue sin interesar a la sociedad cual es
la cifra de las víctimas del accionar violento de las organizaciones armadas,
durante el período democrático anterior al golpe y posterior al 24 de marzo de
1976. Y no es para abonar la teoría de los dos demonios, es pura
responsabilidad frente a los jóvenes de que se conozca y debata la historia
completa.
Si las consideraciones de Darío Lopérfido fueron expresadas
de manera terminante, la respuesta, en lugar de ser demostrativa del camino que
proclamamos como sociedad querer recorrer, es aún más contundente y extrema. Una
vez más, quien piensa diferente debe ser excluido. Aunque internamente seamos
muchos los que reconozcamos que sus dichos tienen parte de verdad. Intuyo. Creo
reconocer en esta decisión fuertes presiones que quizás deberíamos repensar
como sociedad. De lo contrario, ¿cómo saldremos de la confrontación de las
verdades que creemos absolutas y de la consideración que el que opina diferente
debe desaparecer?
Si el desafío del Bicentenario es el respeto a la diversidad
y al pluralismo, construyamos la verdad entre todos, es nuestro compromiso
frente a las nuevas generaciones, no abortemos el debate, dialoguemos con
madurez, no censuremos.
Carta al diario La Nación
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