“Los políticos
argentinos tienen un nivel
de ignorancia llamativo”
Dante Caputo: "El debate es constructor de nuevas ideas, pero en la Argentina el debate es bastante pobre. Y a veces hay silencio". |
Por Laura Términe
Dante Caputo fue el canciller del expresidente Raúl Alfonsín
(1983-1989) durante casi todo su mandato. Trabajó en la Organización de Estados
Americanos (OEA) y presidió la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1988,
con un mundo que se encaminaba hacia el colapso soviético y el fin de la guerra
fría.
La política lo entusiasmó y lo expulsó, y tras sucesivos
sinsabores se alejó definitivamente para refugiarse en la escritura. Doctor en
Sociología Política por la Universidad de La Sorbona, afirma que el debate en
la Argentina del Bicentenario "es casi inexistente".
Se queja del bajo nivel cultural de los políticos, su falta
de audacia y la obsesión por seguir las tendencias de la opinión pública. Su
mirada sobre el gobierno de Mauricio Macri combina una cuota de esperanza en
que consiga poner los pilares para la construcción de un país moderno con una
crítica ácida a aspectos de la gestión, como la improvisación de trabajar con
la técnica del ensayo y error, lo cual, asegura, nos convierte a todos en
conejitos de India. Ve como un signo auspicioso la intención de incorporar al
país a la OCDE. No le perdona al Presidente haber bautizado a su perro con el
nombre de un héroe de la Independencia.
- ¿Cómo
ve el debate político en la Argentina del Bicentenario?
- No quisiera ser presuntuoso. El debate político en
Argentina es casi inexistente. Hay una crónica de lo que sucede, hay bastante
opinión de quien hace la crónica, mezclando hechos con opiniones, pero no hay contraposición
de opiniones. De esa contraposición se descubren fortalezas y debilidades de
las posiciones. El debate es constructor de nuevas ideas y es un método con el
que la sociedad avanza mucho. En la Argentina el debate es bastante pobre. Y a
veces hay silencio.
- ¿Y a qué atribuye esa pobreza?
- Hay causas que convergen. Hay una que suena pretenciosa,
el bajo nivel cultural de los políticos argentinos. Tienen un nivel de
ignorancia llamativo. Aunque hay excepciones, en general nuestros presidentes
tienen muy baja formación. No estoy endiosando la cultura o haber leído. Pero
los libros sirven para saber qué pensaron otros, a qué conclusiones llegaron y
lo que pasó, lo que se inventó y no funcionó. En Argentina no se encuentra
ningún referente político que haga referencias históricas, excepto (el expresidente)
Raúl (Alfonsín), que las hacía porque tenía formación histórica. Un dirigente
que no hace referencia a la historia tiende a inventar la rueda porque no sabe
que se inventó. Y tiene un gran éxito. Pero mientras tanto hay otros tipos que
están en Marte, que inventaron la rueda hace mucho tiempo.
- ¿Se refiere a la falta de un proyecto de
desarrollo a largo plazo?
- Me sorprendió lo que dice el gobierno actual, que
funcionan con ensayo y error. Es atroz. Porque ensayo y error es una técnica
que permite avanzar cuando uno no conoce, prueba y ve qué pasa. Y para eso hay
unos animalitos que se llaman conejitos de India. Llegué a la desagraciada
conclusión de que los conejitos de India debíamos ser nosotros. Me parece una
falta de respeto decir que alguien llega a un gobierno para trabajar con ensayo
y error, y no llega a hacer lo que se supone había pensado hacer sobre la
Argentina.
- ¿Los políticos
viven demasiado pendientes de las encuestas, de la aprobación de los
ciudadanos?
- El debate político a veces exige audacia y navegar contra
la corriente pública. Francia abolió la pena de muerte a pesar de que había una
amplia mayoría en contra. (El ex presidente Francois) Mitterrand dijo que a
pesar de que era antipopular, era algo que debía hacer. Y así se abolió la
guillotina en los años 80. Recuerdo un desacuerdo entre (Carlos) Chacho Alvarez
y Alfonsín. Chacho decía: "Hay que cabalgar la ola de la historia". Y
Alfonsín le contestó: "No, hay que crear la ola". Cabalgar la ola
significaba seguir las tendencias de la opinión pública. Ese es otro motivo de
la falta de debate. La obsesión acerca de cómo cae o como no cae tal cosa.
- ¿Tiene ganas de volver a la política?
- Con la política nunca más. Lo que hago es escribir y
observar.
- ¿Qué le falta a los protagonistas políticos del Bicentenario?
- Estamos lejos de esos hombres del siglo XIX, que eran
líderes audaces. Eran militares y eran políticos. No eran militares que
ocupaban cargos políticos por desplazamiento de ese sector, o políticos que se
volvían militares para hacer ejercicio autoritario del poder. Eran las dos
cosas. Capitán Sarmiento, coronel Sarmiento, general Sarmiento. Domingo
Faustino Sarmiento. El hombre de las escuelas, del conocimiento, de los
parques, de la urbanización, de la emigración, el hombre de la civilización o
barbarie había peleado mucho. Y (Bartolomé) Mitre. Sabían arriesgar y eran
militares que combatían, no que predicaban el combate. Hoy nadie se anima a
arriesgar por temor a perder capital político. La combinación del seguidismo de
las encuestas, la mala formación general y la falta de audacia determinaron la
evolución de nuestro país durante buena parte de la segunda mitad de este
Bicentenario que saludamos.
- ¿Cuáles
son los ejes que debe plantearse la política
exterior argentina en las próximas décadas?
- Hay que hacer un gran esfuerzo para que los argentinos
entiendan más y mejor que la política exterior es probablemente una de las más
importantes que debe desarrollar el país. Si no sabemos interactuar,
vincularnos, aprovechar, sacarle el jugo a nuestra relación con el mundo
estamos liquidados. Mundo, mundo, mundo, son las tres palabras que deberían
dirigir la política argentina. Allí vamos a encontrar respuestas, instrumentos
para la modernización de un país que dejó de modernizarse. Vamos a dejar de ser
la segunda aldea en lo que nos hemos convertido. Vivimos en un mundo de inmensa
incertidumbre. Nadie creía que Gran Bretaña optaba por el Brexit. Por lo tanto
lo que se pensaba que iba a pasar en Gran Bretaña, Europa y el resto del mundo
no es más válido. Se trata de futuros inciertos.
–¿Cómo debe moverse la Argentina en ese escenario?
–No sabe, como muchos otros países. Porque venimos de una
larga historia de relaciones internacionales muy estructuradas. Todo era muy
previsible en el mundo bipolar soviético-norteamericano. Era un mundo peligroso
pero cierto. Hoy es menos peligroso, bajó la probabilidad de un holocausto
nuclear, pero es incierto. Para trabajar frente a la incertidumbre hace falta
tener una gran capacidad de movilidad y comprensión. Hay que adaptarse
permanentemente. Si se construía una política exterior con la radiografía de la
Sudamérica de hace tres años, hoy sería un desastre. Brasil cambió, Perú
cambió. Colombia alcanzó la paz. Venezuela se derrumbó.
El gobierno busca incorporar al país a la Organización para
la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), ser más protagonista en el
G20 y una alianza hacia el Pacífico. ¿Es un camino positivo? Yo creo que sí. En
buena hora que la Argentina comprendió la importancia de vincularse más con la
OCDE, que reúne a los países más desarrollados. Es una organización dentro de
las multilaterales que genera ideas para el desarrollo. Si la Argentina
consigue ingresar, sería un éxito. En la Alianza del Pacífico, tenemos una
nebulosa. No sabemos qué es exactamente para nosotros, qué nivel de vínculo
queremos, qué buscamos. Nadie dijo nada sobre el tema.
El enfoque del Gobierno es hacia una apertura comercial
entre el Mercosur y la Alianza del Pacífico. Si es cierto que para el gobierno
la política exterior es vital, sería bueno que nos dijera qué queremos hacer en
términos de la relación con la Alianza Pacífico, por qué vamos hacia allí, qué
beneficios y ventajas produciría y lo que está implícito en estas decisiones,
cómo es el cóctel. ¿Cuánto de Mercosur? ¿Va a haber Mercosur? y ¿cuánto de
Alianza Pacífico? El Mercosur está perdiendo fuerza. Yo esperaría que se
construya una política que las haga complementarias y no excluyentes.
–¿Qué significa hoy una Argentina moderna?
–Es una Argentina de bienestar, donde se pueda tener todo lo
posible pero no más de lo posible, ni menos de lo indispensable. Si se arma un
país que da menos de lo indispensable para vivir con decencia la democracia es
falsa, miente y probablemente se caiga tarde o temprano. Tener lo razonable
para vivir sin las angustias de la pobreza o aún peor de indigencia. Pero
también está la tentación de pasarnos de rosca y repartir lo que no tenemos, el
extra bienestar, que supera el máximo y no es sustentable. Y la no
sustentabilidad del extra bienestar termina pegando una voltereta en el aire y
poniéndose debajo del mínimo. La crisis que vivimos hoy es la consecuencia de
que nos pasamos de rosca en busca del súper bienestar y ahora estamos en el
infra bienestar.
El Estado está muy mal. La modernización implica comprender
que toda transformación exige sustentabilidad.
–¿Y en cuántos años eso es posible considerando los niveles de
exclusión que existen en la Argentina?
–Yo creo que no hay diez años sino hay legitimidad el año
que viene. La legitimidad no se construye con proyectos a largo plazo. Pero si
no hay proyectos a largo plazo la legitimidad termina hundiéndose. Hay una
dialéctica en ese juego. La modernización de la Argentina se verá en quince
años si tuviéramos un viaje sostenido, esforzado y continuo. Eso tiende a la
desaparición del peronismo como opción política. Quedará como una tradición, no
como una opción política. Todo aquel que hace política sabe que si el año que
viene tiene una opinión pública en contra, olvídate del largo plazo. En el
largo plazo estaremos todos muertos, o echados del poder, en cuyo caso no hay
largo plazo. Suponiendo que se sepa construir legitimidad a corto plazo para
poder subsistir y reiniciar los procesos de transformación y encontrar las
bases y recursos que los hacen viables, y los acuerdos generales más allá de
las discrepancias, yo creo que la modernización de Argentina puede empezar a
florecer en quince años.
–¿Qué debe recuperarse del espíritu de los hombres que forjaron la
Independencia?
–Era gente ilustrada. Tome a algunos políticos que hoy se
matan de risa de esto. Al principio del gobierno de Macri apareció un perro
sentado en el sillón presidencial, al cual llamaron Balcarce. No me molestó que
estuviera sentado en el sillón, me molestó que lo llamaran Balcarce. Antonio
González Balcarce fue un héroe de la Independencia (venció a las tropas
realistas en la batalla de Suipacha, en noviembre de 1810), no es solo el
nombre de una calle. ¿Cómo vas a llamar a un perro Balcarce? Respetá nuestra
historia. Lo que hace falta hoy es audacia, audacia, audacia. No tener miedo a
la derrota. Y acompañarla con la imaginación y una razonable formación.
–¿Le da crédito a este proceso político en marcha?
–Si tenemos esos ingredientes habrá torta. Déjeme esperar
porque todavía está en el horno. Abro el horno dentro de seis meses para ver si
está, para ver si creció.
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