sábado, 16 de julio de 2016

El equipo no gana

El Gobierno no acierta con las medidas y encima equivoca 
lo que declara. Las dudas de Macri.

Por Roberto García
Drama del periodismo, colapso mediático: empieza la feria judicial y desaparece 40% del alimento para diarios, radios y TV. País más aburrido ya que el imaginativo ámbito de tribunales abastece notas policiales de todo color y densidad, de bolsos arrojados en un convento, fosas para albergarlos bajo el altar o la reserva física de casi cinco millones de dólares que la hija de un ex matrimonio presidencial guarda en una caja de seguridad para hacer la revolución montonera que pregonaba con La Cámpora. 

Si hasta la madre de la nena justifica como “natural” esa decisión, como defiende ella misma haber dolarizado sus ahorros blancos luego de amenazar a los argentinos que se refugiaban en activos externos. Copia de su coach Andrea del Boca en las telenovelas, delicias de una década.

Comienza, sin embargo, una abstinencia temporal que privará de información seductora a todos y todas, con el agravante de que el estrés le impuso sosiego a Elisa Carrió por el mismo período, como si la diputada perteneciera al mismo gremio. El resuello alivia al colectivo kirchnerista abrumado por denuncias, indagatorias, causas y expedientes, pero provoca temblor en el oficialismo macrista: un vacío en el Palacio de Justicia suele promover miradas más atentas sobre el Gobierno, como en el circo romano incita a la pasión carnívora del público. Y justo cuando la gestión no ofrece las mieles prometidas para esta fecha.

Ya con siete meses a cuestas y sin el cristinismo de partenaire por quince días, Mauricio Macri revisará lo que dice y lo que dicen sus ministros. También lo que hacen. Como todos los presidentes, ya puede imprimir su libro de frases inconvenientes, una colección de buenas intenciones con expresiones de otro planeta (la última: suponer que todos los argentinos viven con losa radiante y, por lo tanto, se ahorrará energía usando un suéter en lugar de una remera). Lo repite y lo aplauden en sus citas empresarias, sea en la Bolsa, con quien fue el primer dirigente del sector en tomar el té con Néstor en Olivos, o en la nueva Rural, con quien le prestaba oficinas a Néstor, en Puerto Madero, sin que nadie lo considerara una dádiva. Otros tiempos, los mismos mutantes que ahora le tienden la alfombra roja al ingeniero, como corresponde al show. El espectáculo debe seguir.

También sus ministros exhiben perlas de cultivo semejantes a las del mandatario. Lenguaraces de todo tipo. De Prat-Gay, quien firma en Hacienda pero sólo hace anuncios financieros, dijo que no habría blanqueo, que la inflación rondaría 20 a 23% y, luego, la elevó a 42% para disgusto de Macri, quien debe haberse molestado porque se aproximó a la verdad. También entiende, ya que lo dijo, como “trabajo sucio” sincerar tarifas o eliminar subsidios prebendarios. Peña, a su vez, insiste en que tiene que aprender por las medidas equivocadas que tomó (no explica el tiempo que le insumirá la graduación), la Bullrich supone que no hay piquetes por suscribir protocolos, Garavano considera alentador que en el Gobierno la mayor parte de sus integrantes no tuviera plata en el exterior, al revés de su jefe Mauricio, o compartió el anuncio último del aumento de tarifas limitado al 400%, porcentaje que había calificado de bárbaro cuatro días antes, cuando recibió la factura del gas.

Ni hablar del témpano Aranguren que se corrige y se vuelve a corregir, autor del ajuste tarifario más amateur de los últimos años. Otros no o hablan poco, como Lopetegui, falten o no vacunas como Lemus, asistan o no a su despacho, como Malcorra. Sí, en cambio, prosperan los Arriba, quien de tan fácil que controla la ex SIDE (cuya dirección desconocía) ya fue consultado para arreglar el pleito inarregable de la AFA o Angelici, un visitante apenas de la Casa Rosada, al que le pidieron que no tratara de influir sobre los jueces como pretendía, instrucción que desoyó para eficacia judicial del Gobierno. Aprobado.

No es un examen, apenas una descripción caprichosa y hasta discriminatoria. Pero al menos observa datos sobre esa fantasía del Gobierno de los CEO que tanto ilusiona a Macri e irrita a progresistas. En una empresa privada, muchos de los presuntos CEO del Gobierno ya hubieran sido despedidos: los directorios echan cuando no se optimizan resultados.

Y, si fueron exitosos en algún rubro, ahora no replican esa performance. Macri duda, procede si la presión de la izquierda o los gremios es fuerte (caso despedida de Lopérfido, como alguna vez exoneró a Abel Posse casi sin jurar) o se demora si el fracaso no lo angustia: finalmente sabe que los errores no sólo son de los otros. Y si no cambia, además, es porque le cuesta encontrar reemplazos. Al menos con garantías (ejemplo, Salud).

Deberá admitir, eso sí, que la palabra “equipo” se deterioró y que los profesionales o CEO’s no son una póliza de buen desempeño. Alguien le debe haber recordado que en el siglo pasado también aparecieron los tecnócratas como alternativas ministeriales a los políticos, con los mismos argumentos hoy de los CEO: son profesionales en lo suyo, disponen de más conocimientos, el mundo se segmenta en especializaciones, la brecha tecnológica los distancia de la rémora política.

Casi ninguno se destacó en Europa, menos salvó a un gobierno, y el politólogo Julien Freund dijo que eran pararrayos en el gabinete, apenas servían para que el Presidente no fuera culpado por los errores del Gobierno, que esa responsabilidad la gente se la solía endosar a los nuevos tecnócratas.

A los CEO, ahora.

© Perfil

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