Por Margarita Stolbizer |
Generalmente se sostiene que el 9 de Julio de 1816 se
proclamó la independencia. En efecto, esto es cierto en gran medida, pero es
oportuno establecer algunas mediaciones.
En primer lugar, una observación sobre la temporalidad.
Quisiera recordar que aquel 9 de Julio de 1816, los congresistas reunidos en
San Miguel del Tucumán se pusieron de pie para aclamar la independencia de las
Provincias Unidas de América del Sur.
De este modo, daban por concluido el
proceso de ruptura de la sumisión respecto de los reyes de España, de su
metrópoli y de toda dominación extranjera, que habían comenzado en 1810. Por lo
tanto, debemos entender el 9 de Julio como una fecha elegida en el calendario
pero que carga sobre sí el valor de haber sido un proceso de deliberación y estrategia
que nos llevó a la liberación de la dominación española. Esto es importante
porque debemos saber que las grandes cosas, los grandes momentos de la
historia, las bisagras, no son el resultado de un simple acontecimiento o del
designio de un líder, sino el resultado de un proceso que tiene por
protagonistas a la determinación, la convicción y los valores de un pueblo.
En segundo lugar, una observación sobre la espacialidad. En
relación con la ciudad de San Miguel del Tucumán, mucho hay para decir y
deducir. La elección territorial no fue casual. Como sabemos, no se trataba de
una gran ciudad sino más bien de una pequeña aldea en la que ni siquiera la
plaza o las iglesias tenían una construcción significativa. La única excepción
era la iglesia de San Francisco, construcción realizada por los jesuitas
expulsados. Por lo tanto, no siendo una ciudad importante, debemos suponer que
ocupaba un lugar estratégico. En efecto, sus ventajas eran múltiples. Por un
lado, no se trataba de Buenos Aires, provincia de la que desconfiaban las
provincias del Interior. Por el otro, quedaba estratégicamente en el centro de
las Provincias Unidas de Américo del Sur.Y, por último, estaba protegida por el
Ejército del Norte que tenía en San Miguel del Tucumán su cuartel.Como vemos,
aquel lugar en el que se declaró la independencia no era la ciudad idealizada y
quienes proclamaron la independencia no representaban provincias que se
encontraban en una situación de mutua confianza. Por el contrario, muchos años
habrá que esperar para que Argentina coincida con las fronteras que tiene hoy.
De este modo, como en casi todos los casos, hay que
reflexionar sobre el tiempo y el espacio: el 9 de julio de 1816 es el resultado
de un proceso de liberación que data al menos de 1810, y San Miguel de Tucumán
es aquella ciudad que nos pone de manifiesto la fragmentación política de las
Provincias Unidas de América del Sur. Sin embargo, el 9 de julio de 1816 en su
temporalidad y espacialidad nos ponen de manifiesto también que un proyecto de liberación
política había comenzado, que el camino es arduo y que tal vez la libertad es,
junto con la igualdad, aquella meta inalcanzable que funciona como faro para
nunca olvidar hacia donde debemos ir.
Tal es así que este proyecto por la libertad retorna,
sintomáticamente, cien años después. Esto es así porque en 1916 Hipólito
Yrigoyen es elegido Presidente de la República Argentina. Junto con el
Presidente se eligieron por primera vez de manera secreta y obligatoria una
serie de legisladores y funcionarios locales. Gracias a la Ley Sáenz Peña, de
1912, por primera vez en la historia de nuestra república el voto es universal
masculino (para el femenino habrá que esperar hasta 1947), secreto y
obligatorio. Este avance es significativo en la historia de nuestro país porque
permite que un nuevo partido, UCR, llegue al poder quebrando las alianzas entre
los que gobiernan y las clases dominantes. En 1916 se escucha por primera vez
las voces de las clases medias, los profesionales, los grandes y pequeños
comerciantes, los trabajadores.
Por este motivo, digo que el proyecto que comenzó en 1816 y
que levantó la bandera de la libertad, tomó nueva forma en 1916 y levantó la
bandera de la igualdad. En otros términos, si el bicentenario es la
conmemoración de la liberación y el reconocimiento de la libertad en los
cimientos de nuestro Estado; el centenario debe ser entendido como la
continuación del proceso de libertad y como la conmemoración de la decisión
política por la igualdad.
Siento que nuestro país ha declinado en varias oportunidades
estas banderas. Sabiendo que no estamos ahora en tiempos dependencia extranjera
o terror de Estado, nada justifica que abandonemos nuestras banderas, ya sea la
celeste y blanca, la de la libertad o la de la igualdad. Estas deben estar
siempre izadas en nuestra memoria y sus valores y virtudes deben retornar
siempre como ese arcano cimiento sobre el que se funda nuestro Estado. Defender
la libertad y la igualdad es, entonces, una cuestión de Estado. En eso trabajo
desde hace años, esto conmemoro y defiendo sin excusas ni dilaciones.
La autora es diputada nacional por la Provincia de Buenos Aires (GEN)
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