sábado, 9 de julio de 2016

Conmemoración de la libertad y la igualdad

Por Margarita Stolbizer
Generalmente se sostiene que el 9 de Julio de 1816 se proclamó la independencia. En efecto, esto es cierto en gran medida, pero es oportuno establecer algunas mediaciones.

En primer lugar, una observación sobre la temporalidad. Quisiera recordar que aquel 9 de Julio de 1816, los congresistas reunidos en San Miguel del Tucumán se pusieron de pie para aclamar la independencia de las Provincias Unidas de América del Sur. 

De este modo, daban por concluido el proceso de ruptura de la sumisión respecto de los reyes de España, de su metrópoli y de toda dominación extranjera, que habían comenzado en 1810. Por lo tanto, debemos entender el 9 de Julio como una fecha elegida en el calendario pero que carga sobre sí el valor de haber sido un proceso de deliberación y estrategia que nos llevó a la liberación de la dominación española. Esto es importante porque debemos saber que las grandes cosas, los grandes momentos de la historia, las bisagras, no son el resultado de un simple acontecimiento o del designio de un líder, sino el resultado de un proceso que tiene por protagonistas a la determinación, la convicción y los valores de un pueblo.

En segundo lugar, una observación sobre la espacialidad. En relación con la ciudad de San Miguel del Tucumán, mucho hay para decir y deducir. La elección territorial no fue casual. Como sabemos, no se trataba de una gran ciudad sino más bien de una pequeña aldea en la que ni siquiera la plaza o las iglesias tenían una construcción significativa. La única excepción era la iglesia de San Francisco, construcción realizada por los jesuitas expulsados. Por lo tanto, no siendo una ciudad importante, debemos suponer que ocupaba un lugar estratégico. En efecto, sus ventajas eran múltiples. Por un lado, no se trataba de Buenos Aires, provincia de la que desconfiaban las provincias del Interior. Por el otro, quedaba estratégicamente en el centro de las Provincias Unidas de Américo del Sur.Y, por último, estaba protegida por el Ejército del Norte que tenía en San Miguel del Tucumán su cuartel.Como vemos, aquel lugar en el que se declaró la independencia no era la ciudad idealizada y quienes proclamaron la independencia no representaban provincias que se encontraban en una situación de mutua confianza. Por el contrario, muchos años habrá que esperar para que Argentina coincida con las fronteras que tiene hoy.

De este modo, como en casi todos los casos, hay que reflexionar sobre el tiempo y el espacio: el 9 de julio de 1816 es el resultado de un proceso de liberación que data al menos de 1810, y San Miguel de Tucumán es aquella ciudad que nos pone de manifiesto la fragmentación política de las Provincias Unidas de América del Sur. Sin embargo, el 9 de julio de 1816 en su temporalidad y espacialidad nos ponen de manifiesto también que un proyecto de liberación política había comenzado, que el camino es arduo y que tal vez la libertad es, junto con la igualdad, aquella meta inalcanzable que funciona como faro para nunca olvidar hacia donde debemos ir.

Tal es así que este proyecto por la libertad retorna, sintomáticamente, cien años después. Esto es así porque en 1916 Hipólito Yrigoyen es elegido Presidente de la República Argentina. Junto con el Presidente se eligieron por primera vez de manera secreta y obligatoria una serie de legisladores y funcionarios locales. Gracias a la Ley Sáenz Peña, de 1912, por primera vez en la historia de nuestra república el voto es universal masculino (para el femenino habrá que esperar hasta 1947), secreto y obligatorio. Este avance es significativo en la historia de nuestro país porque permite que un nuevo partido, UCR, llegue al poder quebrando las alianzas entre los que gobiernan y las clases dominantes. En 1916 se escucha por primera vez las voces de las clases medias, los profesionales, los grandes y pequeños comerciantes, los trabajadores.

Por este motivo, digo que el proyecto que comenzó en 1816 y que levantó la bandera de la libertad, tomó nueva forma en 1916 y levantó la bandera de la igualdad. En otros términos, si el bicentenario es la conmemoración de la liberación y el reconocimiento de la libertad en los cimientos de nuestro Estado; el centenario debe ser entendido como la continuación del proceso de libertad y como la conmemoración de la decisión política por la igualdad.

Siento que nuestro país ha declinado en varias oportunidades estas banderas. Sabiendo que no estamos ahora en tiempos dependencia extranjera o terror de Estado, nada justifica que abandonemos nuestras banderas, ya sea la celeste y blanca, la de la libertad o la de la igualdad. Estas deben estar siempre izadas en nuestra memoria y sus valores y virtudes deben retornar siempre como ese arcano cimiento sobre el que se funda nuestro Estado. Defender la libertad y la igualdad es, entonces, una cuestión de Estado. En eso trabajo desde hace años, esto conmemoro y defiendo sin excusas ni dilaciones.

La autora es diputada nacional por la Provincia de Buenos Aires (GEN)

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