Por Gabriel Profiti |
"El Presidente está sujeto a presiones, pero está bien.
Y éste fue el primer episodio de este tipo", resumió el vocero
presidencial, Iván Pavlovsky, en referencia a la arritmia sufrida por Mauricio
Macri, que con su gobierno aún en fase inicial y embrollado, significa un
llamado de atención.
El Presidente ya había sufrido la fisura de una costilla el
8 de enero, pero esta alteración de la frecuencia cardíaca implica un antecedente para quien debe lidiar con los rigores del poder.
La salud de los jefes de Estado se convirtió en un aspecto
no menor de los últimos gobiernos en la Argentina. Este episodio también debe
servir de experiencia para la comunicación presidencial, que al igual que
durante el kirchnerismo, no fue expeditiva ni precisa con la información
oficial.
La atención médica de Macri sucedió prácticamente en
simultáneo con la difusión por parte del Gobierno del "estado del
Estado", un pormenorizado documento sobre la "pesada herencia
recibida" de la administración kirchnerista.
La difusión de ese trabajo busca justificar las medidas
adoptadas por las nuevas autoridades, que al menos en una primera etapa,
profundizaron los índices de inflación y pobreza, al tiempo que afectaron al
consumo.
En ese contexto, el Gobierno debe entablar batallas políticas
diarias con las distintas versiones del PJ para avanzar con su plan de trabajo
y "recalcular" metas económicas.
Por lo pronto, debió limitar las subas de tarifas de gas y
electricidad que golpearon fuerte a sectores productivos y sociales y que al
mismo tiempo pusieron en la mira al ministro de Energía, Juan José Aranguren,
un guardián de la ortodoxia.
El tarifazo tiene como principal objetivo reducir el déficit
fiscal (del 7% al 4,8% del PBI este año), aunque su aplicación lineal
posiblemente genere consecuencias más graves que la emisión y su impacto en la
inflación.
Paralelamente, el proyecto oficial de "reparación
histórica previsional", que incluye un nuevo blanqueo de capitales y la
formalización del acuerdo Nación-Provincias por la coparticipación impositiva
dio su primer paso en el Congreso.
Un relevamiento inicial indica que la iniciativa avanzaría
con algunas variantes en la Cámara de Diputados, pero la oposición parece
aglutinarse en el rechazo a la intención oficial de desprenderse de acciones de
empresas en manos de la ANSeS.
El Gobierno busca fortalecerse políticamente a partir de
esta iniciativa, mientras espera señales de reactivación económica. Pero puso
demasiadas expectativas en el "segundo semestre", un diagnóstico que
ya es tomado a la chacota -lo utilizó como muletilla el imitador de Macri en el
nuevo Gran Cuñado de Marcelo Tinelli- y que puede resultar un bumerán si es
errado.
Francisco, confuso
Un imitador del Papa Francisco también debería entrar a la
parodia televisiva. Este viernes admitió en público su incidencia en la
política argentina, hasta ahora exhibida en gestos.
"La Iglesia está llamada a comprometerse. No cabe el
adagio de la Ilustración, de que la Iglesia no deba meterse en política. La
Iglesia debe meterse en la gran política", aseguró Jorge Bergoglio ante un
auditorio de jueces y fiscales federales, incluido el presidente de la Corte
Suprema, Ricardo Lorenzetti.
El pontífice respaldó a los miembros del Poder Judicial e
incluso tuvo reuniones privadas con Lorenzetti y Sebastián Casanello, el juez a
cargo de las causas más resonantes de la actualidad, quien está sospechado de
haber recibido sobornos de parte de la presidenta Cristina Kirchner para
exculparla del caso de la denominada "Ruta del dinero K".
Una nube de polución rodea al Poder Judicial argentino y
muchos de los mirados de reojo estuvieron en El Vaticano hablando de justicia
independiente. El rol de Francisco advirtiendo sobre la corrupción junto a
figuras muy cuestionadas emerge confuso.
El Papa, quien recibió durante 22 minutos a Macri en
febrero, le dio 45 a Casanello. Hace unas semanas estuvo dos horas con Hebe de
Bonafini y luego hizo gestos hacia el macrismo, al punto de agendar un nuevo
encuentro con el presidente argentino para octubre en el marco de la
canonización del cura Brochero.
Macri construyó una relación sólida con Lorenzetti y busca
acercarse a Francisco. Ambos son apuntados por el arsenal acusatorio de Elisa
Carrió, para quien la construcción política no debe ser garantía de impunidad.
La líder a la Coalición Cívica y aliada con derecho al
pataleo del Gobierno apuntó duro contra Gabriela Michetti en un programa de TV,
luego de que la vicepresidenta la calificara de "inmanejable". La
acusó de haber permitido la asunción de Ricardo Echegaray al frente de la
Auditoría General de la Nación (AGN).
Carrió actuó en forma premonitoria o con información. Al día
siguiente el siempre dispuesto juez Claudio Bonadío procesó a Echegaray por una
falsa acusación contra el hoy ministro Alfonso Prat Gay y dio pie a que
Michetti y el presidente de la Cámara de Diputados, Emilio Monzó, firmaran el desplazamiento
del ex jefe de la AFIP. Echegaray dijo que iba a resistir y tuvo un leve apoyo
del PJ, pero una medida cautelar lo suspendió en el cargo.
La titularidad de la AGN corresponde al principal partido de
la oposición. Echegaray, a quien Macri le había ofrecido seguir en la AFIP al
asumir, había sido promovido por Cristina Kirchner para ese cargo de auditor
general. Si finalmente es corrido, el PJ deberá designar un reemplazante.
Macri tampoco es ajeno al desbarajuste de la AFA. Se apresta
a poner en funciones a una comisión organizadora, entre cuyos propósitos se
encuentra no regalarle esa vidriera a Hugo Moyano, quien busca ser el nuevo
Julio Grondona. El fútbol, sumado a su influencia en los sindicatos del
transporte, engordarían mucho el poder de fuego del líder camionero y
presidente de Independiente.
Moyano, Carrió, Francisco, el PJ, el segundo semestre y el
2017 electoral. La política argentina tiene muchos actores de peso y requiere
de un corazón fuerte.
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