Por José Nun (*) |
El historiador le lleva una ventaja considerable al
cronista. Trabaja con hechos y procesos que hace rato que han concluido. No
sucede lo mismo con el cronista. El caso López (lo mismo que los casos Báez,
Cristóbal López y muchos otros) se halla en pleno desarrollo y, por eso, admite
conjeturas pero no análisis más o menos rigurosos. Nadie sabe qué sorpresas nos
esperan mañana.
Por cierto, lo que sabemos es tan aberrante que hay quienes
ya están seguros de que marca el fin del kirchnerismo. En base a lo conocido
hasta ahora (y la salvedad es muy importante), no pienso lo mismo. Hay un
núcleo duro del movimiento que es evidente que
va a resistir hasta las últimas consecuencias. No por casualidad viene a
la memoria el recuerdo de las víctimas del stalinismo, encarceladas, torturadas
y a punto de morir, que estaban seguras
de que Stalin no sabía lo que estaba pasando. Corrían los años 30 y en las
paredes de sus celdas dejaban escrito como podían: "Viva Stalin".
Ese núcleo duro no se inmutó con la destrucción del Indec y
aceptó como naturales las mentiras cotidianas que la ex Presidente declamaba
por cadena nacional. Para ellos no existían los pobres, ni los desocupados, ni
la inflación, ni los corruptos, ni el estancamiento. ¿Por qué se van a inmutar
ahora? Militan en sus filas los
fanáticos pero también los especuladores políticos que sueñan con un retorno
que cure sus heridas y premie generosamente su lealtad. A los primeros les dan
letra los D'Elía; a los segundos, los Recalde.
Aclaro que aquí "retorno" no significa
necesariamente Cristina Kirchner. Es más: mi conjetura es que todo lo sucedido vuelve imposible su
regreso personal. Para esto no le alcanza en absoluto con el núcleo duro al
que aludía. Y creo que ha perdido definitivamente la mayoría del voto popular.
Por bastante menos, ése fue el castigo que sufrió Menem. El "roban pero
hacen" no es una fórmula mágica que abre todas las puertas y siempre debe
ser contextualizada. En este momento, para millones de argentinos se halla más
devaluada que nunca antes en nuestra historia.
Cristina Kirchner fue absuelta en un par de meses por el
inefable Norberto Oyarbide (sería un exceso llamarlo juez o ex juez) cuando se
la acusó por enriquecimiento ilícito y no pudo justificar un incremento del
1.200 % en su patrimonio, según surgía de las declaraciones anuales firmadas
por ella misma. El fiscal no apeló y el fallo quedo firme. Es cosa juzgada.
Sólo que una cosa juzgada tramposa puede ser declarada írrita, es decir,
inválida y, de este modo, la causa puede proseguir. Ojalá llegue el recurso
pertinente hasta la nueva Corte Suprema y ésta permita que se reabra el tema.
Sería una de las bocanadas de aire fresco que le hacen falta al país.
De una cosa estoy seguro y por eso cité alguna vez una
historia muy breve que cuenta Andrea Camilleri. Un niño contempla pensativo
vasijas de formas muy diferentes, todas llenas de agua. El padre le pregunta en
qué piensa. Y el chico le responde: "No entiendo. ¿Qué forma tiene el
agua?". El padre le contesta: "El agua no tiene forma. Tiene la forma
que le dan". Y bien: con la democracia ocurre algo parecido. Y así como
hay vasijas que mantienen el agua limpia y otras que no, las vasijas López
ensucian la democracia hasta volverla irreconocible.
(*) Politólogo. Secretario de Cultura de la Nación de 2004 a 2009
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