Por Ernesto Tenembaum
Esta será una mala semana para las personas que, en estos
años, adhirieron al kirchnerismo principalmente por su política de derechos
humanos. La culpa de que eso suceda se debe a dos personajes centrales del
período político que terminó el 10 de diciembre: un canalla y un represor.
El canalla es Guillermo Moreno, quien el domingo sostuvo que
el gobierno de Mauricio Macri era peor que la dictadura militar. "Videla
tiraba a nuestros compañeros al mar pero no le quitó la comida a los
argentinos", dijo Moreno. El represor es su socio comercial, el general
retirado Augusto César Milani, a quien finalmente se le acerca el momento de
rendir cuentas ante la Justicia, luego de haber sido protegido por el gobierno
anterior pese a los sólidos indicios que existían sobre su participación
personal en la desaparición de personas. Mientras el gobierno macrista encalla
su propio barco en medio de contradicciones de todo tipo, el kirchnerismo no
deja de mostrar a cada paso su peor rostro, para lo cual no necesitó nunca
ayuda de sus enemigos mediáticos: hay algunas cosas, como se ve, para las que
se bastan solitos.
La frase de Moreno es brutal por dónde se la mire y un cruel
desafío para el mundo de artistas, periodistas, intelectuales y líderes de
derechos humanos del kirchnerismo. Basta imaginar cómo reaccionarían si un
referente macrista dijera que Videla asesinó gente pero no robó tanto como
Cristina. Ni siquiera Jaime Durán Barba, cuando dijo que Hitler era un
personaje fascinante, llegó a tanto. En estas lídes, Darío Lopérfdo ni siquiera
califica. No solo es la versión más espantosa del "roban, pero
hacen", transformada aquí en "asesinaban pero daban de comer".
Además, refleja una ignorancia pasmosa por parte de alguien que tuvo un rol
clave en la conducción económica del país: los indicadores sociales de la
dictadura fueron catastróficos. La Argentina nunca se recuperó de los niveles
de pobreza alcanzados en ese período, y todavía sigue sufriendo las
consecuencias de un cambio estructural tremendo en su estructura productiva y
en su nivel de endeudamiento. Es muy llamativa la absolución implícita de
Moreno a la política de José Alfredo Martínez de Hoz.
Pero hay en esa frase una falsedad peor. No hay ninguna
evidencia de que Moreno hubiera participado de la resistencia a la dictadura
militar ni del largo derrotero para que los jefes de la dictadura fueran
juzgados por la democracia. Cuando dice "Videla tiraba al mar a nuestros
compañeros", Moreno se apropia de una historia que no es la suya. Quien
mejor lo resumió fue Mariana Slemenson, hermana de un desaparecido:
"Moreno, vos no sos compañero de los que tiraban al mar", escribió en
las redes sociales.
La primera reacción, hasta el cierre de esta edición, ha
sido vergonzante. Las personalidades más agresivas del kirchnerismo en las
redes sociales han hecho silencio, esperando que pase el mal trago. Los sitios
más activos en la denuncia de cualquier declaración vidriosa sobre la dictadura
diarioregistrado.com, por ejemplo no reprodujeron la noticia. Lo mismo sucedió en la edición del lunes
y en el portal de Página 12, durante todo el día. Los referentes de los organismos de derechos humanos y las
habitualmente combativas organizaciones de hijos de desaparecidos no
consideraron que debían emitir ninguna declaración, como tampoco lo hicieron
las organizaciones culturales que han promovido durante meses el abucheo a
Darío Lopérfido.
Como se sabe, hasta fines del 2013, Moreno fue uno de los
hombres más importantes del gobierno de Néstor y Cristina Kirchner. En enero de
2007, encabezó la intervención al Indec que terminó generando papelones inolvidables
de ministros cuando, simplemente, se les preguntaba cual era el nivel de la
inflación o qué cantidad de pobres había en la Argentina. De esa locura, surgió
una política antiinflacionaria errónea y negadora que generó infinitos
problemas a su Gobierno y al país. En marzo de 2010, produjo uno de los hechos
de mayor simbología fascista desde 1983: envió barras bravas a romper la
presentación de un libro porque trataba, justamente, sobre el Indec.
A la distancia, resulta muy curiosa la tolerancia de tantos
intelectuales al ataque a sillazo limpio contra un libro. Los barras bravas
fueron identificados con nombres, apellidos, y números de legajo, pese a lo
cual no fueron despedidos. Moreno fue ratificado, una y otra vez, en su puesto,
por la presidenta y aplaudido en los actos proselitistas por la juventud K.
Retrospectivamente, resulta inverosímil que semejante personaje haya tenido
tanto poder. Escuchar sus talentosos stand ups televisivos es muy clarificador
sobre algunas de las razones por las que Mauricio Macri llegó al poder.
La notable frase de Moreno llega en un mal momento para su
socio, Augusto César Milani. La semana pasada, la Cámara Federal de Tucumán
tomó tres decisiones que lo perjudican. Por un lado, anuló la falta de mérito
dispuesta por el juez de primera instancia, y le ordenó que convocara a Milani
a declaración indagatoria. Además, repuso al fiscal general Gustavo Gómez, que
había sido el impulsor de todas las causas de lesa humanidad sobre lo ocurrido
en la golpeada Tucumán de Antonio Domingo Bussi, durante la dictadura, pero fue
apartado apenas se empezó a interesar por las denuncias contra Milani.
Finalmente, resolvió que llegue a juicio oral el capitán retirado Esteban
Sanguinetti, por la misma razón por la cual Milani había sido protegido.
Sanguinetti era el otro responsable de la situación del soldado Agapito Ledo,
el asistente de MIlani que desapareció durante la dictadura. En aquel momento,
Milani firmó un sumario donde acusaba a Ledo de haber desertado. Si Sanguinetti
está preso desde hace años, hay una sola explicación por la que Milani está
libre: la protección de Cristina Fernández.
Estas noticias no merecieron lugares destacados en la prensa
que siempre se los da a las causas por violaciones a los derechos humanos
ocurridos durante la dictadura.
El derrotero del caso Milani es un caso lacerante para los
sectores más idealistas y ciegos del kirchnerismo. Cuando fue designado como
jefe del Ejército, el Centro de Estudios Legales y Sociales no difundió las
denuncias que existían sobre su pasado: quien sí lo hizo fue Jorge Lanata en
Periodismo Para Todos. Al conocerse los hechos, el Cels recomendó que Milani no
siguiera en su puesto, pero Cristina no escuchó el consejo. Los organismos de
derechos humanos más cercanos a la Rosada explicaron que no podrían expedirse
hasta que no hubiera sentencia judicial, posición que contradecía la historia
del movimiento, que hasta allí siempre había reclamado juicio y castigo a
personas que no habían sido procesadas. Luego de haber sido desde siempre la
referente de las Madres de Plaza de Mayo en La Rioja, la mamá del soldado Ledo
fue marginada: Hebe de Bonafini nunca más le atendió el teléfono y terminaría
abrazada con Milani en la tapa de la revista de Madres de Plaza de Mayo. La
abogada de la familia Ledo fue despedida del Afsca, por Martín Sabatella, quien
argumentó en un cínico comunicado que era una haragana. El ministro de Defensa,
Agustín Rossi, defendió una y otra vez a Milani mientras el Gobierno le
otorgaba un inexplicable presupuesto a los militares para que volvieran a hacer
inteligencia interna. En su última intervención pública, la ex fiscal Mónica
Fein sostuvo que Milani podría estar involucrado en la muerte del fiscal
Nisman.
La inminencia de la citación a Milani, y su posible
detención, está destinada a reabrir estas heridas. En el 2011, las Madres de
Plaza de Mayo recordaron el 24 de marzo con un acto en el Mercado Central muy
demostrativo del deterioro de la lucha por la memoria histórica. Los oradores
principales fueron Guillermo Moreno, Sergio Schocklender, quien llamó a Néstor
Kirchner el desaparecido 30.001, y Amado Boudou. En actos posteriores, en el móvil de Madres, se subían un juez
que ejerció durante la dictadura, un
político que le había echado la culpa a los piqueteros de la muerte de
Maximiliano Kosteki y Darío Santillán, y un periodista que había elogiado a los
militares durante el mundial 78. Es indiscutible que el kirchnerismo impulsó
los juicios a los militares. Pero, mezclado con eso, construyó una teoría según
la cual quien fuera kirchnerista era perdonado por cualquier delito, y quien
fuera crítico era castigado aun cuando hubiera denunciado a la dictadura.
Así, Milani pasaba a ser un combatiente y Magdalena Ruiz
Guiñazú una colaboracionista, cuando las cosas habían ocurrido de manera
exactamente inversa. Bonafini viajó hace unos días a Roma donde visitó a Jorge
Bergoglio, otra personalidad a la que denunciaban por haber entregado
sacerdotes a Massera y absolvieron luego de que ascendiera de obispo a Papa.
El kirchnerismo militante se envalentona en estos días ante
los diversos dislates de la administración macrista. Difícil que lo entiendan a
esta altura pero, tal vez, las dos historias, la del canalla y el represor, les
ayuden a entender por qué el macrismo llegó al poder y celebra cada una de sus
apariciones, y por qué, tal vez, el año pasado hayan perdido algo más
trascendente e irreparable que una elección.
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