"La realpolitik,
esa prostituta"
Martín Heidegger: una vida de entrega a la filosofía enturbiada por un suceso maldito. |
Por Marisa Pérez Bodegas
Fue uno de los
pensadores más originales y complejos del siglo XX, fundador de la
fenomenología existencial. Su figura y su entrega a la filosofía se vieron
enturbiadas por un suceso maldito: su breve adhesión al partido nazi. Fue solo
un año, pero nunca olvidado ni comprendido. Entre otras cosas, porque él no lo
explicó.
Martin Heidegger nació el 26 de septiembre de 1889 en
Messkirch, una pequeña ciudad alemana entre el Danubio y el lago de Constanza.
Fue hijo de Johanna Kemp y de Friedrich Heidegger, tonelero y sacristán. Cuando
estudiaba secundaria en Constanza, el párroco le regaló la obra de Brentano
Sobre los diversos sentidos del ente en Aristóteles, que fue su verdadero punto
de partida.
Chico listo de padres
pobres
Como sus padres no podían costearle los estudios, a los
veinte años ingresó en la escuela de los jesuitas de Friburgo, que abandonó por
su mala salud psicosomática. Pasó entonces al seminario diocesano para estudiar
teología, pero en 1911 la abandonó por la filosofía de la universidad.
Era brillante. Acabada su carrera, se convirtió en profesor
en Friburgo, en 1915. Pronto llegaría a ser asistente de Husserl, que le inició
en el método fenomenológico. De 1923 a 1928 enseñó en Marburgo. Era un profesor
notable, reconocido en toda Alemania pese a su juventud. Su sistema era no dar
nada por sentado, replanteárselo todo, echar una mirada nueva sobre los autores
clásicos, que en su opinión se explicaban de forma rutinaria. En 1927 publicó
una obra que causó sensación, Ser y tiempo, donde planteaba casi todas las
ideas centrales de su pensamiento. Cuando Husserl se retiró de la cátedra de
filosofía de Friburgo, al año siguiente, Heidegger obtuvo el puesto.
“Debo vivir en Eros”
Su vida personal era también intensa. En 1915 había conocido
a su esposa Elfriede, siendo él un joven profesor y ella una guapa y aplicada
alumna:
“Debo vivir en Eros”, escribió Heidegger
a Elfriede en una de sus primeras cartas. Así
justificaría sus muchas relaciones
extramatrimoniales, aunque nunca rompió con la esposa
que había mejorado su posición social. Hoy se sabe que la sufrida Elfriede
también guardaba un secreto: a los dos años de casada, había tenido una
relación con un antiguo novio, de la cual nació un niño, Hermann. Los Heidegger
ya tenían un hijo: el primogénito Jörg, disminuido mental. El filósofo dio su
apellido al hijo de su esposa y fue para él un padre correcto. A cambio, exigió
sucesivos perdones para sus aventuras. La más famosa, la que mantuvo con Hannah
Arendt, una inteligente alumna a la que conoció en 1924 en Marburgo. Ambos
formaban parte de un brillante círculo filosófico que huía de las escuelas
establecidas (neokantiana y neohegeliana) buscando nuevas formas de
pensamiento. Heidegger, a quien sus alumnos llamaban «el rey secreto» de la filosofía
alemana y también «el mago», por su capacidad de seducción, los tenía
deslumbrados a todos, también a Hannah Arendt. En secreto, comenzaron una
relación amorosa, hasta que ella no pudo soportar la tensión de la
clandestinidad y marchó a Heidelberg para doctorarse con
Karl
Jaspers. Su historia, aunque breve, se haría
famosa, porque ella era judía, y él un alemán que llegó a aplicar leyes académicas
antisemitas.
El rectorado nazi
Hitler subió al poder en 1933 y, ese mismo año, Heidegger
fue nombrado rector de la universidad de Friburgo.
Los rectores debían ser afiliados al partido nazi
y, para sorpresa de amigos y alumnos, el prestigioso filósofo
comulgó con los nuevos mandamases: ostentaba
orgulloso el águila alemana en la solapa y
posaba para la foto oficial de la Universidad con bigotillo y gesto de führer.
En su discurso inaugural, en puro estilo nazi, habló del “destino de la nación”
y de “la misión espiritual del pueblo alemán”. Durante su año de rectorado se
comportó como un pequeño dictador mesiánico, lanzando a los estudiantes
desafíos grandilocuentes para que se dedicaran “con fanatismo” a la sabiduría y
la cultura.
Pero esos sueños chocaron pronto con la realidad: lo que
imperaba en la universidad no era la sabiduría, sino el sectarismo y la
propaganda; quienes mandaban eran los estudiantes de las SA; en la cátedra,
había que medir las palabras. Heidegger lo percibió muy pronto y el 28 de abril
de 1934, al año de ostentarlo, dimitió de su cargo de rector, aunque siguió
siendo catedrático: “Ya no es posible una responsabilidad. ¡Que vivan la
mediocridad y el ruido!”, escribió. Apartado de la política (“la realpolitik,
esa prostituta”, diría), se dedicó a sus clases y seminarios. En 1939 estalló
la guerra y Heidegger se concentró por completo en sus especulaciones sobre el
“ser-ahí” o “Dasein” (un término alemán que significa «existencia». Heidegger
lo usaba para indicar el modo de existir del ser humano). En 1945 fue alistado
en las milicias populares para la defensa de Friburgo, pero, antes de entrar en
combate, Alemania capituló y con ello llegaron las amarguras: el nazismo se
convirtió en el mal absoluto y Heidegger fue acusado de nazi.
Nunca se defendió
Los aliados le prohibieron dar clases y él no se defendió ni
mostró arrepentimiento. Esto le valió el rechazo de sus colegas, sobre todo en
Francia, el otro gran centro filosófico europeo. Nadie comprendía su coqueteo
con los nazis. Algunos de sus discípulos, como Marcuse y la propia Arendt, le
pidieron que se retractara de su discurso de 1933, pero él nunca quiso
justificar su pasado ni referirse a los crímenes nazis. Han tenido que pasar
años para que se empezara a separar aquella actuación política de Heidegger de
su profunda obra filosófica. Había sido un gran reflexionador y un excelente
profesor de filosofía: daba clases brillantes, publicaba, debatía… Tuvo
discípulos geniales que fueron judíos: Jonas, Löwith, Levinas, Strauss, Anders,
Hannah Arendt… Quien mejor le comprendió fue esta última al afirmar que la
tarea fundamental de un filósofo es interpretar el mundo, no transformarlo. Un
filósofo metido en política puede ser tan torpe como un elefante en una
cacharrería.
En 1952, Heidegger se retiró a su ciudad natal y a finales
de 1974 empezó a preparar los 70 volúmenes de sus obras completas. Murió el 26
de mayo de 1976 y, a su petición, se le enterró por el rito católico, junto a
la iglesia de Messkirch. Un sobrino sacerdote presidió el oficio.
© Filosofía Hoy
Nota relacionada
0 comments :
Publicar un comentario