viernes, 10 de junio de 2016

Mujeres / ¡A LOS VAGONES...!

Por Martín Risso Patrón
« [...] el hombre era un pervertido y no va a dejar de serlo por viajar en otro vagón, además si viajas con tu novio, amigo, hermano, claramente no es la solución [...]» - [Diana,21, pasajera de subte]
« [...] capaz que hay que poner algún tipo de autoridad o sistema de seguridad para evitar estos casos, no me parece que la mejor idea sea que solo puedan viajar mujeres [...]» - [Un usuario varón, Rubén, 38].

 El menos común de los sentidos

Se acercan elecciones legislativas. Parece que nuestros representantes en el Congreso sienten ya el cosquilleo de la campaña, ese placentero casi vicioso producto de la adrenalina que pone a prueba sus reacciones frente a la urna vacía, para llenarla con sus votos, las más de las veces clientelares. Vamos a ver. Está de moda adquirir, visibilizar, ejercer y plantar derechos humanos allá donde sea, por lo que el negocio ha creado una nueva manera de hacerse fuerte: Corporativizar lo que sea; esto en realidad es una verdad de Pero Grullo, por aquello de que las débiles varas demuestran no serlo, si se juntan en un haz que es sujetado para que no se dispersen. Recuerden Paisanos; he dicho haz, en italiano fascio, directamente emergido del término latino fascis. Los fascis eran un símbolo de la Justicia para los romanos antiguos y consistían en un atado de varas rodeando un hacha; eran portados por los lictores, una especie de ministros judiciales, cuando un Juez o un Cónsul se desplazaban por la vía pública. Por esos caprichos de los hombres, a algunos se les ocurrió, en los años veinte del siglo ídem, que ese sagrado ícono republicano, represente a la corporación de intereses de lo que llamarían arbitrariamente repubblica sociale, en la Italia de Vittorio Emanuele III, en un concepto traído de los cabellos de lo que sería un socialismo de Estado, aunque con monarquía incluida. Benito Mussolini & seguidores fueron esos caprichosos. Pero eso es otra historia, que viene a cuento aquí. A su manera, hay corporaciones que avasallan todo lo que encuentran a su paso. Entre ellas, las que hacen un sinfín de lobbies; y de éstas, las corporaciones de la feminidad sin límites [existiendo aquellas sensatas, muy fuertes y racionales, que son las más, pero no tan visibles]. El sentido común nos indica que cada cosa tiene su lugar: El botón su ojal, el zapato su pie, las conductas públicas sus normas, etcétera. Pero el sentido común se convierte en el menos común de los sentidos, porque la obviedad lo desnaturaliza, y se cometen atropellos en su nombre. Tal, el caso de legisladores que sin mediar ni siquiera un análisis de la realidad, y dado el contexto preelectoral, arremeten con leyes “reivindicatorias” y ordenadoras a destajo y como venga de todo lo existente. Legisladores susceptibles a la presión lobbista, porque de ahí vienen los votos. Así de simple, Doña Clota.

Despertar del enano totalitario

El asunto que nos ocupa, Don Sencillo, es el planteo legislativo de la Lic. en Ciencias políticas María Graciela Ocaña [55], conocida y eficiente funcionaria que ocupó diversos cargos públicos; denunciadora concreta de malos tratos a la República, hiciera en estos días. Presentó un proyecto de ley para que las formaciones de la red de subterráneos de la Ciudad cuenten con vagones exclusivos para mujeres. Sus argumentos básicamente son tres: El primero, que “existen discusiones sobre políticas públicas para combatir la violencia de género”; el segundo, que los abusadores deben permanecer presos, y el tercero, que los hombres en general no deben circular por donde vayan las mujeres [esto último dicho en vivo en el programa “Código Político”, de TN]. La lúcida legisladora no presenta índices de estudios serios sobre abusos en los subtes, de los cuales hay indicios, dando un atisbo de verdad a su argumentación. Hay varones que al parecer con fines procaces apoyan sus partes en las partes de las mujeres. Lo que no queda claro es cómo se puede determinar esto [la delictividad de un apoyo anatómico sobre el cuerpo de una mujer], cuando los coches subterráneos son una lata estrecha en la que a veces viajan por lo menos un tercio más de pasajeros para su capacidad de contenido, y de hecho los niños, los adolescentes, los viejos, no puedan tomar distancia moral de lo que tal vez ellos mismos detestan; o al revés, ¿cómo determinar si un caballero en apariencia no está en actividad netamente masturbatoria, aprovechando la multitud? Ocaña opta por el atajo más simple: El ghetto móvil, la segregación, la toma de distancia separando las partes un problema, para dejarlo de ver. Vagones para que viajen las mujeres, para nuestro caso de hoy. En la obtusa perspectiva de la legisladora, a quien reconozco inteligencia y me sorprende su proyecto, las mujeres estarán a salvo de los hombres, abusadores, o no, viajando en coches ad-hoc. Y así, punto y coma la que no se exilió, se embroma. Entonces, el enano fascista, lleva corriendo a las corporaciones, los logros de sus presiones lobbistas. Así es como mujeres se despiden del andén de sus maridos, padres, hijos jóvenes o adolescentes, para viajar seguras en el vagón de cola, para que no les toquen la ídem.

Una de las características del nazi-fascismo-estalinista, es la creación de zonas de exclusión social para quienes no se avenga a sus dictaduras, ello responde a leyes y políticas de Estado discriminadoras, segregadoras y asesinas. Esas políticas, se llamaron Pogromos en el discurso estalinista. En Salta aún se discute la segregación insultativa de la dignidad de la actividad sexual, sin analizar esto como condición humana y respetuosa del congénere, la creación de una zona roja, elípticamente llamada zona de convivencia. Ocaña, al igual que nuestros legisladores, no pudo escapar a la zancadilla del enano. Pero es el mismo Pueblo, sus mismas mujeres, quienes enfrentan su proyecto a despecho de los lobbies feministas. Ridiculez, motivos y soluciones Seis de cada diez mujeres consultadas en encuestas públicas, calificaron de ridículo el proyecto. Pero lo importante no es colocar un remedio al acoso como el que propone la legisladora. Si se puede acreditar un motivo que pueda ser razonable a esta manifestación de un posible pogrom contra los hombres, es que hay que meter en cana a los abusadores, no al Hombre como congénere. Pero para eso, hay que tener en claro que no se trata de hacer algo así como instalar un hospital de emergencias en un paso a nivel peligroso sin barreras. El sentido común, que es el menos común, según quedo dicho arriba, es poner barreras. Por lo tanto, hay que atacar a los precursores del problema del abuso subterráneo: Que desaparezcan las condiciones del hacinamiento atroz en los trenes, producto de la avivada de no correr más frecuencias, con más coches, con guardas esos entrañables cuidadores del orden público enlatado en los subtes. No ahorrar dinero a costa del fregón abuso contra seres humanos en sus viajes de por sí incómodos.

Si nuestros legisladores y legisladoras quieren colaborar con la sociedad urbana, muy compleja por cierto, deben escuchar a las corporaciones y evaluar sus necesidades, yendo hasta el hueso de los problemas que les plantean. Hacer lo contrario, es como perseguir al tráfico de las drogas de diseño, sin tener en cuenta los químicos precursores y el cuidado del tráfico que se hace de ellos, y de la inmoral y trágica ausencia de quienes deben perseguir hasta aniquilarlos, a los traficantes, ausencia que es a su vez el principal agente precursor.

Señora Ocaña, retire su proyecto, y ahonde sus investigaciones por cierto muy detalladas, olvidando que hay elecciones y lobbies que pueden darle o quitarle votos en las legislativas próximas a su espacio político. Sea o no usted, candidata. No ponga en algún pogromo a los hombres, convirtiendo en zona de exclusión los trenes, segregando a su bien jurídico protegido: las mujeres y su integridad sexual.

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