Por Gabriel Profiti |
Apenas apareció José López lanzando dólares al interior de
un monasterio, Mauricio Macri convalidó la sugerencia de su jefe de Gabinete,
Marcos Peña, de activar la Ley del arrepentido de casos de corrupción, que
había quedado suspendida meses antes por pedido del ala dialoguista del PJ en
el Congreso.
"Ahora no se pueden oponer", dedujo la mesa chica
del poder al ver la resonancia que tomaba el Lópezgate y su inyección de
carburante en los -antes remisos- juzgados federales encargados de investigar
las denuncias por delitos contra la administración pública de los tres
gobiernos kirchneristas.
El proyecto amplía la ya existente figura de colaborador
eficaz a los casos de corrupción y fue aprobado en Diputados por una
negociación con las bancadas opositoras, principalmente con el Frente Renovador
de Sergio Massa, que hizo que la letra oficial fuera reemplazada por una fusión
de iniciativas.
La Cámara baja dio "media sanción" al texto por
192 votos a favor y 5 en contra y luego hizo lo mismo con la recuperación de
bienes -extinción de dominio- de la corrupción. Horas antes, los diputados
habían retirado el paraguas al ex superministro Julio De Vido para que su casa
fuera allanada por la Justicia.
Los proyectos irán al Senado donde se espera que también
sean convalidados. Había sido el influyente jefe de la bancada del Frente para
la Victoria, Miguel Pichetto, el portavoz de un mensaje para "no
joder" con la agenda anticorrupción hace unos meses. El argumento público
iba a ser que "no se puede negociar con delincuentes". Ahora no
tendría margen para oponerse.
La corrupción volvió a la agenda pública y desplazó de la
vidriera mediática los continuos cuestionamientos a la política económica de
Macri, cuyos frutos todavía están por verse. De ese reordenamiento, se
desprende el oportunismo oficial para girar el proyecto de colaborador eficaz
al Congreso.
El avance legislativo coincide con la intensidad impresa por
los jueces federales en las causas contra la expresidenta y varios de sus
exministros. El cerco judicial alcanzó el viernes a los hijos de Lázaro Báez,
por la detección de cuentas a nombre de ellos por 25 millones de dólares en
Suiza y alienta la expectativa de que el jefe del clan se convierta en
arrepentido.
También se espera que el propio López, el contador Jorge
Chueco o algún empresario salpicado por las denuncias negocien su excarcelación
o una reducción de penas a cambio de información que involucre a los jefes de
las organizaciones criminales.
El proyecto establece que los únicos que quedarían fuera de
los beneficios de ser soplón son los funcionarios o ex funcionarios
susceptibles de juicio político: presidentes, vicepresidentes, jefes de
gabinete, ministros y miembros de la Corte Suprema.
Es cierto que muchos de los arrestados ya podrían acogerse a
la figura del colaborador eficaz, porque rige para delitos como el lavado de
dinero, pero para que el pacto de silencio ceda, el "mani pulite"
argentino debería volverse serio y contínuo, no espasmódico como en otros
momentos.
Si los acusados tienen la amenaza cierta de que van a ir
presos por un largo tiempo es posible que hablen, como ocurrió recientemente en
Brasil o antes en Perú.
Consecuencias
políticas
Por lo pronto, las revelaciones judiciales activaron una
estampida de legisladores del Frente para la Victoria y es probable que el
Consejo Nacional del PJ promueva el próximo miércoles una división de los
bloques de Diputados y el Senado: por un lado los peronistas y por el otro los
kirchneristas.
Ahora bien, ¿políticamente le conviene a Macri el
hundimiento del kirchnerismo? Hasta ahora el Gobierno jugó a mantener a
Cristina Kirchner como contrafigura, así como la exmandataria usaba al actual
presidente de antítesis.
El nuevo escenario podría provocar en una primera etapa una
fragmentación mayor del ya dividido PJ, pero más temprano que tarde activaría
una reorganización amplia.
Ya hay cabildeos entre los orgánicos hoy conducidos por José
Luis Gioja con escindidos como Sergio Massa o Diego Bossio, y con
estratégicamente silenciosos como Florencio Randazzo, dentro de un peronismo
que todavía sigue huérfano de un líder pero suele encontrar el maquillaje ideal
para cada elección.
Pinchi Pinchi
El proyecto de Ley del arrepentido de la Argentina toma como
base las experiencias de Perú y Brasil. Incluso la etiqueta de colaborador
eficaz viene de la jurisprudencia peruana, que se puso en marcha para enfrentar
el terrorismo y luego se usó para procesar a Alberto Fujimori y funcionarios de
su gobierno que cometieron actos de corrupcion o delitos de lesa humanidad.
El caso más notorio en Perú fue el Matilde Pinchi Pinchi,
quien era secretaria y amante del entonces asesor presidencial Vladimiro
Montesinos. En un arranque de celos, la mujer entregó a la oposición un video
que mostraba a su jefe pagando una coima y terminó por derrumbar al régimen en
setiembre de 2000.
Pinchi Pinchi preparaba los sobres de dinero con los que
Montesinos sobornaba a políticos, jueces y militares, entre otros, para que
apoyaran al gobierno de Fujimori. Como podía ir presa, se acogió a la Ley de
Colaboración Eficaz.
En Brasil, la herramienta se llama "delación
premiada" y fue el motor de la caída del gobierno del PT a partir de la
Operación Lava Jato, que investiga la corrupción en Petrobras. Hay no menos de
diez delatores, entre ellos Sergio Machado, un empresario que luego de la
suspensión de Dilma Rousseff ya hizo renunciar a tres ministros del gobierno
provisorio de Michel Temer.
El soplón es un figura clave en Estados Unidos, donde hay
dos argentinos "arrepentidos" colaborando en tramas importantes con
el fin de obtener beneficios a cambio.
Alejandro Burzaco, ex CEO de Torneos y Competencias, ayuda a
desentrañar el FIFAgate y el ex vicepresidente de la filial local del JP
Morgan, Hernán Arbizu, fue extraditado el jueves pasado con la promesa de
colaborar en causas por evasión de impuestos y lavado, que alcanzarían a
funcionarios del gobierno de Macri.
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