Por Fernando González |
A setenta años de su existencia, el peronismo puede hacerse
un favor perfecto para mostrar que está en condiciones de renovarse y ofrecerse
otra vez como alternativa de poder. Y hay una señal al alcance de la mano. Es
allanarle al Parlamento argentino el camino para que el ex ministro de
Planificación, Julio De Vido, deje de lado sus fueros y pueda someterse sin
obstáculos al arbitraje de las investigaciones judiciales.
Es que la situación de De Vido complica enormemente al peronismo.
El diputado está procesado por su presunta responsabilidad en la tragedia de
Once y embargado por 600 millones de pesos. También está complicado en la
compra de material ferroviario por la que está detenido el ex secretario de
Transporte, Ricardo Jaime, y en estos días la escandalosa detención de José
López puso al desnudo un entramado de corrupción millonaria en la obra pública
donde De Vido era el responsable estructural primario.
Si el peronismo quiere competir con posibilidades de éxito
en las elecciones legislativas del año próximo, deberá dejar atrás el lastre de
los bolsos con millones de dólares y alejarse de la trama oscura que acompañó
cada contrato y cada concesión de obra pública que ahora están bajo el foco
ultrasensible de la Justicia.
Permitir que los jueces puedan avanzar sobre la eventual
responsabilidad de De Vido en las irregularidades ocurridas en los últimos años
será un mensaje mucho más transparente para la sociedad que seguir
defendiéndolo como si nada hubiera pasado tras haberlo premiado con la
presidencia de una comisión en la Cámara de Diputados.
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