Por Fernando González |
La necesidad tiene cara de hereje. Mauricio Macri tenía
entre sus prioridades reducir la cantidad de feriados que el kirchnerismo fue
sumando a lo largo de doce años. En la mira del Presidente estaban los días del
Carnaval (16 y 17 de febrero) y el sorprendente Día de la Soberanía del 27 de
noviembre como fechas ideales para volver a convertirlas en laborables. La
sumatoria de feriados había extendido los fines de semana largos y había
acortado los días de clase.
Pero cuando el macrismo supo que el Senado iba a
convertir en ley el feriado del 17 de junio por la muerte del caudillo salteño
Martín Miguel de Güemes volvió a quedar en la encrucijada sobre si avalarlo o
vetarlo para impedir su legitimación.
La intención de vetar la ley inminente era tan fuerte en
Macri que la vicepresidenta, Gabriela Michetti, declaró públicamente en dos
oportunidades que ése iba a ser el camino. La realidad le jugó una mala pasada.
En el camino del Presidente se cruzaron la necesidad de no aparecer como un
vetador serial de leyes, después de haber tronchado la ley de doble
indemnización. Y el interés en el feriado del 17 de junio que mostró el
gobernador de Salta, Juan Manuel Urtubey. Justamente un aliado estratégico a la
hora de acompañar iniciativas como la actualización jubilatoria y el blanqueo,
mucho más importantes para el Gobierno y cuya suerte justificaba atender la
memoria del líder de la guerra gaucha.
Macri estará en Salta
el martes junto a la familia Urtubey y, seguramente, le llevará como ofrenda la
promulgación de la ley que instaura al 17 de junio como feriado nacional.
Con la inflación cerca del tren de las nubes más la actividad y el turismo en
umbrales preocupantes, el Presidente ha decidido postergar para mejores tiempos
una convicción que sólo le hubiera traído nuevos dolores de cabeza.
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