Por Guillermo Piro |
La revista de historia Lapham’s Quarterly publica un largo
artículo del escritor Ryan Ruby a los aforismos. La notas se titula La larga
historia de la forma breve, y en ella Ruby arriesga la fecha del nacimiento
oficial del aforismo: la publicación de los Aforismos del médico griego
Hipócrates (sí, el del juramento). que vivió más o menos entre los años 460 y
377 a.C. Se trata de una colección de frases breves que resumen los
conocimientos médicos de entonces.
La primera, que es también la más conocida,
dice: “La vida es breve, el arte es largo, la ocasión es fugaz, la experiencia
es engañosa, el juicio es difícil.”
La popularidad de los aforismos permanece aún hoy, porque
gracias a su forma incisiva pueden ser interpretados de muchos modos. Por
ejemplo, cuando Hipócrates decía “la vida es breve, el arte es largo”, lo que
entendía es que para aprender el arte de la medicina el tiempo no alcanza; hoy
le damos otro significado: lo que un hombre hace en su vida tiene consecuencias
que superan la muerte física.
Ruby explica que a diferencia de los proverbios de la
Biblia, los aforismos no tienen un fin religioso: el tema principal es la
brevedad de la vida. Entre los escritores de aforismos de la antigüedad están
Epícteto (quien en realidad no escribió una línea: sus pensamientos fueron
recopilados por un alumno suyo, Flavio Arriano), y Marco Aurelio. Lo que
prevalece en ellos es el dictado de remedios, como en Hipócrates, pero no para
el cuerpo sino para el espíritu. En los siglos que siguieron a la caída del Imperio
Romano, esta función terapéutica del alma fue asumida por los textos
cristianos.
La vuelta del aformismo tuvo lugar en Francia en el siglo
XVII. Los dos máximos exponentes fueron Blaise Pascal (1623-1662) y François de
La Rochefoucauld (1613-1680). Pascal era jansenista, movimiento religioso que
fue declarado hereje por la Iglesia en 1641; los Pensamientos de Pascal tratan
de conjugar razón y fe. Si hubiera tenido tiempo, es probable que Pascal habría
expuesto su pensamiento de un modo menos fragmentario, pero para entonces tenía
solamente 38 años y lo único que había escrito era sus Pensamientos. Uno de los
más famosos dice: “El corazón tiene razones que la razón no entiende”. Las
Máximas de La Rochefoucauld, en cambio, son laicas –y a menudo cínicas. Según
Ruby es con La Rochefoucauld que el aforismo se transforma en instrumento de
enseñanza filosófica y asciende a la categoría de género litrerario. Una de sus
máximas dice: “La mayoría de las veces nuestras virtudes no son otra cosa que
vicios disfrazados.”
Ruby llega al siglo XX pasando por Nietzsche, Kraus, Kafka,
Pessoa, Wittgenstein y Ciorán, pero por alguna razón inexplicable, antes de dar
ese salto omite a Georg Christoph Lichtenberg (1742-1799), cuya estatura es tan
pero tan grande que para equilibrar tamaña omisión vamos a dedicarle pronto una
columna a él solo.
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