Por Ernesto Tenembaum
Los golpes fuertes suelen dejar confundidos a quienes los
reciben. Solo de esa manera se puede entender que varios dirigentes kirchneristas,
del más variado origen, hayan coincidido en comparar la situación que
atraviesan luego del caso López con la que sufrió la Iglesia Católica ante la
aparición de curas pederastas.
El más importante de esos dirigentes fue el fogueado Héctor
Recalde: "Si la Iglesia pudo resistir curas pedófilos, nosotros podremos
resistir un par de corruptos", dijo.
Al razonamiento se sumó, el ex diputado provincial Luis D Elía. "Así como el pedófilo del
cura Grassi no terminó con la Iglesia Católica, los corruptos de López y Jaime no terminarán con el
kirchnerismo".
Y, desde el frente de artistas, Horacio Fontova aportó:
"Esto no es el final de nada. Una analogía sería como si te dijera que, a
partir de que cayó el padre Grassi, ya todos los curas son pedófilos".
A semejante reconocimiento a su capacidad de sobrevivir
incluso a sus curas abusadores, la Iglesia debería sumarle otro. Luego de un
par de semanas difíciles, en las que el nuevo símbolo de la corrupción
argentina intentó esconder millones de dólares en un convento, y en las que una
fundación vinculada al Vaticano apareció salpicada de corrupción, el presidente
Mauricio Macri viajó a Tucumán para hablarle a las decenas de miles de
asistentes al Congreso Eucarístico.
Macri fue ovacionado cuando se pronunció enérgicamente
contra la interrupción voluntaria de embarazos. "Viva la Iglesia, viva
Jesús", gritaba la locutora, a su lado. Estamos cambiando.
El kirchnerismo ha sido rico en comparaciones extrañas: así,
una caricatura de Sábat podía asimilarse al clima previo al golpe del 76, la
muerte de Néstor Kirchner a la desaparición de un militante durante la
dictadura, el triunfo de Macri al golpe del 55. Pero pocas veces la mezcla de
situaciones tan distintas ha sido tan reveladora como en el teorema del pedófilo
aislado.
La crisis que vivió la Iglesia a nivel mundial no se debió a
la aparición de un par de curas abusadores de niños sino a la de cientos de
ellos. Solamente aquí, en la Argentina, además del famoso caso Grassi, hubo dos
obispos -uno en Santiago del Estero y otro en Santa Fe- que debieron renunciar
asediados por las denuncias de abusos contra niños. Primera
Plana, la película
que acaba de ganar el Oscar, revela la existencia de decenas de casos solamente
en Chicago y, sobre todo, la decisión institucional
de encubrirlos.
El problema no era solamente la enorme magnitud y la
repetición del delito cometido, sino su encubrimiento por parte del poder. Y la
crisis fue tan grave que, por una vez, el máximo conductor de la Iglesia, el
Papa Benedicto XVI, renunció a su cargo. Miles de pederastas, una organización
que los protege, un líder que cae por el escándalo, no es el ejemplo más
alentador para la golpeada militancia.
Los casos de corrupción K no son comparables con los abusos
de niños en la Iglesia, ni por la gravedad de los delitos ni por la entidad de
la organización dentro de la que se cometieron. Robar plata es infinitamente
menos grave que violar a una criatura y el kirchnerismo será probablemente más
efímero que la milenaria Iglesia. Pero, en uno y otro caso, no se trató de un
problema individual sino de una conducta colectiva. José López era el hombre
clave en el manejo de la obra pública durante los doce años kirchneristas. Está
detenido. El primer secretario de transporte del kirchnerismo fue Ricardo
Jaime. Está detenido. Su sucesor fue Juan Pablo Schiavi: fue condenado en
juicio oral por la tragedia de Once. El superior de todos ellos fue Julio de
Vido: también está procesado por este último hecho en el que fallecieron 52
pasajeros. La Justicia los consideró a todos culpables o sospechosos de haber
desviado subsidios hacia poderosísimas empresas amigas, mientras ignoraban las
múltiples advertencias sobre la inminencia del desastre. Lázaro Báez, otro de
los detenidos del que ahora el kirchnerismo intenta desprenderse, gozaba de tal
intimidad dentro de la familia presidencial que fue el encargado de construir
el mausoleo donde descansan los restos de Néstor Kirchner, el lugar más sagrado
para sus feligreses. El escándalo, como se sabe, se extiende hacia las Madres
de Plaza de Mayo -el denostado Schocklender, también fue kirchnerista- y hasta
un ex secretario de Lucha contra el Narcotráfico está procesado en el tráfico
de efedrina.
No es un caso, ni dos, ni tres: es una línea de conducta que
solo pudo sobrevivir en el tiempo, como los abusos de niños en la Iglesia,
porque contaba con la protección de la superioridad. En eso sí vale la forzada
comparación. Quienes la denunciaban eran, además, agredidos por los que ahora,
supuestamente, no tienen consuelo.
La explosión del caso López, y la posterior detención de
Ibar Pérez Corradi, llegan para Mauricio Macri en un momento que sirve para
comprobar que, pese a sus declaradas intenciones, el kirchnerismo siempre le
tira un salvavidas. La semana pasada se conjugaron dos datos muy preocupantes
sobre la marcha de la economía. La inflación oficial fue del 4,2% y, si se la
despoja de episodios extraordinarios como el aumento de tarifas, desciende
apenas al 2,7, un número altísimo, incompatible con el sostenimiento del tipo
de cambio. Los últimos datos de la recaudación reflejan que la recesión es
mucho peor de lo que se sospechaba. En lo que va del año, la actividad de la
Pequeña y Mediana Empresa cayó cerca de un 25%, según datos del sector.
El Gobierno viene errando en sus pronósticos que, a estas
alturas, se convierten en meras expresiones de deseo. Macri sostuvo que la
liberación del mercado de cambios no generaría inflación porque los precios
estaban ajustados al valor del dólar blue. Federico Sturzenegger explicó que el
aumento de tarifas tampoco sería inflacionario. El resultado es que la
inflación es la más alta desde 1991. Juan José Aranguren anticipó que se
tomaban unos meses para que el aumento de tarifas se realizara con solvencia
técnica. Sin embargo, se cargaron a toda la Patagonia y a los clubes de barrio,
para empezar a hablar. La inflación bajaría en marzo, luego en mayo, ahora
parece que en julio y no se sabe a cuánto. La reactivación vendría a comienzos
del segundo semestre y ahora parece que llegará a finales de año. Si se concede
que el ajuste era inevitable, ¿cuánto costo extra se le debe atribuir a tantas
imprecisiones?, ¿cuánto sufrimiento innecesario se le aplica a los sectores de
menores ingresos por los pésimos cálculos sobre los efectos inflacionarios del
plan?
Y, en el medio, Macri se refiere habitualmente a la
necesidad de combatir la corrupción, mientras reconoce que se había olvidado un
vuelto de 16 millones en una cuenta de Bahamas, y sus colaboradores se resisten
a repatriar fondos que enviaron en el exterior. Uno de sus ministros tiene
acciones de una empresa a la que benefició con varias decisiones. El
Presidente, además, exhibe una declaración jurada con lagunas y contradicciones
tan incomprensibles como las de sus antecesores.
El kirchnerismo tiene tan poca razón cuando sostiene que la
corrupción se limita a López y a un par más, como el antikirchnerismo cuando
pretende encapsularla en los funcionarios del gobierno anterior. Si alguien
quiere pruebas de ello, debe escuchar las declaraciones de Héctor Méndez, el
simpático ex presidente de la UIA:
"Todo esto se sabía. Si a la obra pública se le decía
movicom, porque había que poner el 15". Muy elocuente: todos los sabían
pero nadie lo denunciaba. ¿Y el actual presidente, pariente y amigo de tantos
beneficiarios de la obra pública? ¿Lo sabría? ¿O solo fue un problema del
kirchnerismo? La única diferencia con el escándalo brasileño es que la actitud
de los jueces, aquí, es temerosa y solo dirigida a quienes pierden el poder
político.
En los próximos meses, el Gobierno intentará reactivar la
economía con un envión muy importante de la obra pública. Los beneficiarios
serán las mismas empresas que negociaban con López y De Vido, y que nunca
supieron nada, ni escucharon nada, ni vieron nada, como los tres monitos. Para
acelerar el ritmo, el Gobierno elevó por decreto el monto a partir del cual
estaba obligado a llamar a licitaciones. ¿Alguien conoce cuáles son los
recaudos para asegurar transparencia? ¿Se les ocurrió al menos actualizar el boletín
oficial de tal manera que, por ejemplo, si alguien incluye el nombre propio Calcaterra pueda
enterarse rápidamente de todos los decretos
que lo mencionan? La Oficina de Ética Pública está conducida
por una militante, muy interesada en la corrupción del
gobierno anterior.
No parecen ser los mejores métodos para evitar que, dentro
de unos años, algún dirigente macrista no tenga que sostener que un par de
curas pedófilos no manchan la historia de la Iglesia, o que una golondrina no
hace verano, o alguna pavada por el estilo.
Por suerte, el Presidente le acaba de pedir ayuda a
Jesucristo para luchar contra la corrupción, ante decenas de miles de creyentes
emocionados.
Es cierto que murió hace más de dos mil años, pero en tren
de buscar ayuda, cada uno va adonde puede.
Así, es imposible fallar.
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