domingo, 8 de mayo de 2016

Sobre ciertos usos de las palabras

Por Tomás Abraham


Martes

Respuesta de Michel Foucault el 1/12/1978, en L’Unitá, a lectores que criticaron sus notas de apoyo a la revuelta popular y a su expresión islámica en Irán, en vísperas de la caída del Sha Reza Pahlevi.

“No me gustan las polémicas, quiero decir, ese tipo de discusiones que se hacen pasar por una guerra y parodian la justicia: ‘Apuntemos al enemigo’, ‘Denunciemos al culpable’, ‘Condenemos y matemos’. Prefiero a quienes se fijan en el número de muertos que las teorías legitiman en nombre de la justicia; prefiero a los que tienen miedo de lo que ellos mismos pueden llegar a decir, en especial cuando lo que piensan no deja de ser cierto. Tratemos de eliminar lo que hay de peligroso en lo que decimos y pensamos. Dejemos que sea la policía la que persigue a los individuos catalogados de peligrosos.
Si ustedes quieren discutir, discutamos. Me gustaría hacerlo con ustedes, en donde quieran, y bajo las condiciones que más les convenga. Pero que se lo haga por fuera de las instituciones que convierten las discusiones en juicios sumarios y por fuera también de los periódicos que hacen de ellas una comedia.
Evoco con cierta nostalgia una discusión cuya función sea menos la de reducir las ideas a sus autores, los autores a combatientes y la lucha a una victoria, que la de multiplicar las hipótesis, los fundamentos, los problemas, los interlocutores, sacando a la luz las diferencias que separan y de ese modo las dimensiones de la búsqueda.
Alcanza con estar solo para pensar en nombre de los otros; no hace falta más que dos para pensar uno contra otro. ¿Cuántos harían falta –sin que haya ningún acuerdo previo ni semejanza de pareceres– para pensar todo aquello que se produce en nuestros días y que se nos escapa continuamente de las manos?”.

Gilles Deleuze. L’Alphabet’: Culture
(A propósito de la gente que sabe hablar de todo)
“No, no se trata sólo de erudición: ellos saben de lo que hablan. Viajan mucho, se acomodan en la historia, en la geografía: saben y pueden hablar de todo. En la tele he podido escuchar nombres –es algo pasmoso–: ¡cuánta admiración siento –puedo decirlo incluso– por gente como Eco! Umberto Eco es prodigioso: cualquier cosa que se le pregunte, y ¡ya está! Es como si se pulsara un aparato. Y además lo sabe, no es que... No puedo decir que sea algo que me apetezca –me deja pasmado, pero no lo deseo en absoluto. En cierto modo pienso que la cultura consiste en buena medida en hablar –no puedo evitarlo, sobre todo ahora que ya no doy cursos, que me he jubilado–, pienso cada vez más que hablar es algo sucio. La escritura es limpia. Escribir es limpio y hablar es sucio. Y es sucio porque es un coqueteo. Nunca he soportado los debates. Asistí a debates cuando era muy joven. No hago viajes. ¿Por qué no viajo? Porque los intelectuales... –yo no tendría inconveniente en viajar si... bueno, no, mi salud me lo prohíbe–, los viajes de los intelectuales son bufonadas, y bueno. Llegan, no viajan; se desplazan para hablar. Salen de un lugar en el que hablan para ir a otro lugar en el que van a hablar, y luego incluso durante el almuerzo hablan con los intelectuales del lugar, no paran de hablar. Yo no soporto hablar, hablar, hablar, no lo soporto. A mi modo de ver, la cultura está al fin y al cabo muy unida a la palabra. En este sentido, yo odio la cultura, no puedo soportarla”.

Jean Paul Sartre (Junio de 1956, a propósito de un encuentro con el filósofo húngaro G. Lukács):
“Dos filósofos que discuten siempre se colocan en lo más bajo de sí mismos. No me gustan las discusiones sobre ideas porque no sirven para nada; cada uno no hace más que reflejar sus posiciones. En especial en lo que concierne a la filosofía, las discusiones son estériles: hay que escribir. Los hombres por lo general son inferiores en sus vidas que en los libros que escriben”.

Miércoles

Estos grandes filósofos manifiestan un exagerado pudor respecto del uso presencial de la palabra. En la antigüedad, el fundador de la filosofía, Platón, desconfiaba de la escritura. La consideraba una prostituta, una materia a merced de cualquiera que quisiera hacer uso de ella, un ente pasivo incapaz de responder a la manipulación de un público lector indiferenciado.
Sócrates, a quien consideraba el último de los justos, era un hablador.

Jueves

La filosofía no se  concibe sin la contra-dicción. Los argumentos por el sólo hecho de enunciarse son contra-posiciones. En cada texto filosófico está presente otro texto filosófico con el que se debate. Por lo que la discusión no versa esta vez alrededor de la  acción de discutir, sino sobre su forma de expresión.

Viernes

El otro día una persona simpatizante del gobierno me decía que gente como yo se deja llevar por lo que trasmiten los medios tradicionales, es decir, los diarios, la televisión y la radio. Pero que hay otro mundo, en principio más joven y actualizado, que se expresa por los nuevos medios de comunicación como las redes sociales. Y que Cambiemos tiene una buena inserción en ellos.
No hay dudas, agrego de mi parte, que La Cámpora tiene una inserción semejante. Y todo tipo de sectas también.
Parece que “comunicar” y “estar conectado” es un estado primario de nuestros días. Los sociólogos, semiólogos y mediólogos no sólo abundan, sino que están de parabienes.
Mi pregunta es: ¿Cuáles son las nuevas formas de la soledad en nuestros días? ¿Quién y cómo puede sobrellevarlas?
La otra pregunta es sobre el silencio, la pérdida del sentido del silencio.
Y la última, de sentido práctico. ¿cuántos lisiados y muertos deberemos contar antes de que se prohíba el uso de celulares para los conductores de los automóviles?

Viernes a la noche

El martes que viene estoy invitado a la AMIA a hablar sobre la quema de libros judíos en Berlín un 10 de mayo del año 1933. Todos estamos de acuerdo en que ese acto era una barbaridad. Una banalidad si se toma en cuenta lo que aconteció después. Hace un par de meses, un editor me propuso prologar Mi lucha, de Hitler, y me negué. Más aún, dije que no publicaría en una editorial que tenga en su catálogo ese libro. ¿Fue un modo de quemar un libro nazi? No, simplemente me retiré. No agrego mis palabras a las de esa persona. ¿Si estoy de acuerdo en su publicación?, ni sí ni no.
Se sabe que hay más cosas que palabras, no se puede nombrar a todas. Ni por qué hacerlo con aquellas cosas que consideramos abominables.

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