El cambio que supone la salida de la ministra puede
no ser
el único. Nombres en danza y objetivos 2017.
Por Roberto García |
Apenas consintió el
permiso Mauricio
Macri, se iluminaron los rostros: se abría una hendija para futuros
cambios en el Gabinete. Entusiasta más de uno, la mayoría con cierta
inquietud, no hay que olvidar que el Gobierno mantiene una plantilla demencial
de 22 ministerios para un país subdesarrollado, con protagonistas que ni
siquiera se atreverían a presentarse para un concurso de aptitudes en el área
en la que fueron designados.
Austero el Gobierno en otros rubros, pródigo
en el propio, raro para un ingeniero. Pero, claro, se decidió cumplir con las
sugerencias pagas u obsequiosas de alguna consultora externa que diseñó ese
esquema de Argentina potencia (pensar que hoy Brasil exhibe la misma cantidad
de ministerios). Y lo que hoy es un rumoreo incipiente, la remoción de
secretarios de Estado, por tropiezos de gestión o malhumor del mandatario con
algunos colaboradores, adquiere otra temperatura al difundirse el visto bueno
para que Susana Malcorra compita por la sucesión de la Secretaría General de las Naciones
Unidas y, por lo tanto, desaloje su cuerpo del Palacio San
Martín. Como se sabe, cualquier argentino, desde que Bergoglio es papa, puede
ser figura internacional de primera magnitud.
Conviene aclarar:
1. Malcorra
llegó al Gobierno con esa idea de ascenso que, para muchos especializados
en burocracias del mundo, resulta utópica. Formada en empresas multinacionales,
sólo pidió un weaver a la administración Macri para participar en la carrera,
aunque ya dedicó mucho tiempo –sesenta días por lo menos en cinco meses de
gestión fuera del país– a su propia campaña, y tal vez ese proselitismo le
consuma mucho más.
2. Aunque Malcorra se
inició a ciegas en la Cancillería y cedió designaciones a otros colaboradores
impulsados desde la Jefatura de Gabinete y el radicalismo (no se conoce de ningún
filoperonista en la superestructura), el aparato de “la Casa” –quizás poco
útil, pero siempre con alguna respuesta– le cubrió las espaldas y ella se ganó
un lugar por actividad propia. Alcanzó la mayor consideración en el
barrio de Cambiemos cuandoBarack Obama, en público, la trató de “Susana”, casi un
hallazgo de cercanía para un gobierno de escasos vínculos y a pesar de que los
norteamericanos suelen reconocer por el nombre de pila a quien ni siquiera le
estrecharon la mano. Igual, ése no sería el caso.
3. Su obligada partida,
en consecuencia, formula un interrogante: ¿se produce un solo cambio a los 15
minutos de iniciado el partido, o el DT revisa toda la formación para mejorar
la producción del equipo?
Efectos. Primera consistencia: el Presidente no ha
sido hombre de propiciar cambios en sus ejercicios precedentes –basta
observar el fenómeno Jorge Lemus, ministro de Educación en su momento separado en
la Municipalidad porteña por disidencias internas y ahora recuperado por la
Nación. Aun así, ya se menciona a quien aspira a ese lugar,Fulvio Pompeo,
una suerte de álter ego de la ministra, con quien hoy no registra las mejores
migas, que reporta y acompaña a Marcos Peña como jefe dilecto, a quien lo unen
amistad y parentesco por el ámbito de una universidad bonaerense hoy afectada
judicialmente en su conducción por la generosidad en los contratos
tercerizados. No se cree que le alcancen sus habilidades políticas a Pompeo,
algunas abrevadas en el peronismo porteño y en las inmediaciones protocolares
de la intendencia. Se mencionan otros aspirantes menos conocidos, como el
radical jefe de Gabinete de Malcorra, Ramón Villagra, sin el
puntaje ideal.
Otro que despierta
interés por esa presunta herencia diplomática es el ministro de Hacienda, Alfonso
Prat-Gay, con razonable perfil para la tarea y con obvias desavenencias en el equipo de gobierno, integrante
del cerrado entourage presidencial con Peña, Rogelio Frigerio y los ascendentes
Mario Quintana y Gustavo Lopetegui, que se reúne invariablemente todos los días
con Macri, de mañana o tarde, en Olivos o en la Casa Rosada. Y a la que asiste,
cuando está en la Capital, el ministro sin cartera Ernesto Sanz, el referente
radical 4x3 (cuatro días de vida familiar en Mendoza y tres de actividad
política en Buenos Aires y adyacencias), que acerca partidarios a la función
(la UCR colocó unos 250 funcionarios) y ha sido determinante para acciones
políticas como las investigaciones en Jujuy que afectaron a Milagro Sala. No
sería traumático el salto de Prat-Gay a Relaciones Exteriores: su lugar
bien podría cubrirlo un apto para diversas tareas, con pretensiones más
ocultas, Frigerio, mientras que al Ministerio del Interior se le buscaría un idóneo
con experiencia política y cierta destreza, ya que elementos de esa profesión
no abundan en el Gobierno.
Justamente ese vacío de
versación política, de la cual el minimundo Macri hace gala en defensa propia,
constituye uno de los dilemas del Gobierno. Hoy se advierten dos líneas
divergentes para enfrentar al peronismo y todas sus formas el año próximo, en
los comicios de la provincia de Buenos Aires. Unos prefieren el entendimiento o
cooptación de gobernadores de esa fracción, acuerdo mutuo de gobernabilidad
amplio y de largo plazo, aislando en ese contrato virtual a Cristina y a Massa.
Otros, en cambio, alimentan la escisión continuada del adversario, una multitud
de Vietnams según la jerga guevarista (Massa, Cristina, Urtubey, Randazzo, el
binomio Gioja-Scioli, u otros advenedizos de liderazgo) como fórmula de
disolución. Discuten sobre estas alternativas cuando Macri ofrece reservas
sobre sus propios candidatos, sea Elisa Carrió, Esteban Bullrich, su primo
Jorge u otra aparición imprevista.
Si bien el Presidente
parece dominado por la cuestión económica, sobre todo la indocilidad de la
inflación, sufre la interna bonaerense de 2017, la pugna con el peronismo: los
gobernadores no son de fiar, le dan vuelta la opinión del Congreso de un día
para otro y, como ejemplo de rebeldía, hasta se le apersonaron esta
semana a Ricardo Lorenzetti para pedirle cautelares que los
beneficien con la extensión del fallo Sancor (el que redituó fondos impensados
a Córdoba, Santa Fe y San Luis). No tuvieron fortuna con el titular de la
Corte, aguardan otra respuesta compensatoria del Gobierno si éste no se demora
o si se inclina por robustecer a jefes individuales como Massa, en quien
tampoco confían, pero que los saca del atasco transitorio, como en la última sesión de Diputados con la ley antidespidos. Demasiada
fragilidad política.
© Perfil
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