Por Pablo Mendelevich |
Con un Congreso que ya demostró que un día puede arrullar al
gobierno y al día siguiente fustigarlo hasta desencadenar un veto, el
presidente Macri renovará el método de negociar con la oposición ley por ley,
lo que en el combo blanqueo-jubilados-pensión a la vejez anticipa trabajosas
negociaciones. El gobierno confía en que la nueva legislación será aprobada,
pero en todo caso eso no ocurrirá en el marco de ningún pacto de gobernabilidad
ni de sonoros acuerdos interpartidarios sino como resultado de discusiones
ordinarias.
El tema de la derogación de la ley que impide vender
acciones de la ANSES en grandes empresas ya funciona como potencial carta de
negociación. A sabiendas de que habría sido el foco de la resistencia del
Frente para la Victoria y de sectores del peronismo en transición se lo excluyó
del paquete original, lo que no significa que no vaya a surgir.
El gobierno confía en salir a partir de hoy de "los
peores días", según su propia percepción. No viene de descartar puertas
adentro la posibilidad de acuerdos marco que alivianen su desventaja numérica
en el Congreso porque piense que se las arregla bien así como está. Descartó
los pactos porque no encuentra la forma de hacerlos: los partidos políticos
casi no funcionan como instrumentos de representatividad, el sindicalismo está
dividido y el peronismo, que no tiene un liderazgo claro, navega en una
ambigüedad plagada de matices, en la que sobresalen los vaivenes de los
gobernadores y las sinuosidades del massismo.
De allí que el combo anunciado por Macri en un centro
cultural del barrio porteño de San Cristóbal superponga dos desafíos y un
riesgo. El primer desafío está en el campo de las expectativas. Consiste en
liquidar el período agrio de ajustes acumulados de tarifas y de servicios y
terminar el desarme de las bombas de tiempo de las que habló esta semana el
presidente, para abrir lo que genéricamente podría denominarse buenas noticias.
La forma en la que Macri, un devoto de la buena onda, hizo los anuncios, casi
como si fuera el coordinador de un grupo de autoayuda que trae soluciones y
renueva la esperanza, es la demostración de que el gobierno cree que con estas
medidas habrá un antes y un después.
El segundo desafío es poner a prueba la habilidad
negociadora después de que la oposición le marcó la cancha al gobierno con la
ley antidespidos . ¿El riesgo? No es una derrota parlamentaria -parece difícil
que los blanqueadores de ayer se planten irreductibles frente al
"último" blanqueo- sino la sobredosis de expectativas focalizadas en
esta medida y en sus beneficios dinerarios, como si se tratara de una
renovación de un clásico argentino, la cosecha que llega para salvarnos,
llámese los veinte mil millones de dólares que traen los chinos, Vaca Muerta o,
más recientemente, las inversiones que se sugirió que lloverían con sólo estar
Macri en la Casa Rosada.
"Espero que el Congreso se ocupe en tiempo
récord", dijo el presidente rodeado de jubilados. Batir los récords de las
leyes express de Cristina Kirchner no le va a resultar fácil. Lo primero que
deberá explicar Cambiemos es por qué los blanqueos de Cristina Kirchner eran
malos y este es bueno. Ningún blanqueo de por sí es un modelo inmaculado de
medida administrativa.
Pero si no en términos éticos, desde el punto de vista
práctico es cierto que hay una diferencia conceptual entre el blanqueo
anunciado por Macri y los precedentes. Hasta ahora la palabra clave siempre era
confianza. Cada blanqueo se postulaba como definitivo sobre la base de que
había comenzado una nueva etapa, merecedora -se decía- de la confianza de
quienes habían puesto sus capitales a resguardo fuera del país, afuera del
sistema o ambas cosas. Había que confiar en la vista gorda que haría el Estado
y, sobre todo, en el porvenir venturoso y estable de la economía. Pero este
otoño el argumento es más pedestre: blanqueen ahora, dice el gobierno, porque
en la era postcapitalista de los Panamá Papers la clandestinidad de los dineros
ocultos tiene los días contados. Este es el último de verdad. Presionados, los
bancos cada vez ponen más restricciones, lo que encarece cualquier transacción.
Las lupas son universales. Los filtradores de información acechan. El mundo
marcha hacia una efectiva trasnacionalización de los controles fiscales.
Pone algo de ruido en las argumentaciones oficiales la
coincidencia del anuncio con la noticia de patrimonio del presidente y sus
depósitos en Bahamas. Macri está obligado por razones políticas, además de
legales, a practicar la transparencia que predica. ¿Qué pasará con su fortuna y
el fideicomiso ciego que prometió a la luz de esta ley de blanqueo que está
enviando al Congreso? No hay duda de que el tema va a enriquecer los discursos
parlamentarios de una parte de la oposición.
Y a su vez el kirchnerismo sabrá cómo hacer para salir
airoso del enredo que proponga el debate sobre blanqueo con las investigaciones
judiciales sobre dineros malhabidos. Es probable que el renglón dedicado a los
funcionarios exceptuados del beneficio del blanqueo se convierta en motivo de
discordia y reclame mayores precisiones que las que hasta ahora se conocieron.
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