Por Fernando González |
Aunque todas las miradas sobre el gobierno de Mauricio Macri
están puestas en los desafíos internos de la economía real, la relación con
Brasil es sin dudas el frente de tormenta externo más peligroso. La crisis
política y económica que atraviesa el principal socio comercial de la Argentina
exige abordar el vínculo bilateral con eficacia, con sabiduría pero por sobre
todas las cosas con extrema prudencia.
Macri eligió mantenerse al margen de cualquier definición
política que pueda herir la susceptibilidad de la dirigencia brasileña. El
Gobierno sigue con atención los primeros movimientos del flamante presidente
Michel Temer y se ha cuidado muy bien de calificar negativamente el juicio
político que desalojó a Dilma Rousseff de la presidencia. La tentación de
ciertos dirigentes argentinos de vincular el impeachment con un intento de
golpe de estado dejó en ridículo al ex canciller Jorge Taiana, cuando una
docena de legisladores representantes de Brasil en el Parlasur se retiraron de
un encuentro en Montevideo por considerar que el áspero discurso del
diplomático argentino era una intromisión inadmisible en los asuntos internos
de su país.
Nuestro país tiene bastante con el riesgo que representa la
crisis en Brasil. La caída del comercio bilateral impacta de lleno en nuestra
balanza comercial, retrasa el crecimiento y complica las chances de generar
nuevos empleos. Ese es el escenario del gran socio regional, que atraviesa un
cuadro institucional delicado y escándalos con la corrupción como actor
principal. Argentina debe estar cerca, ofrecerse en todo momento para el
diálogo y colaborar para que nuestros vecinos puedan superar lomás rápido
posible la misma enfermedad que sufrimos en el pasado reciente.
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