Por Martín Risso Patrón |
«[...] Con tu pinta de marmota
laburando de llavero,
te pasabas buena vida, mejor que
la que llevás.
Pero un giorno medio malo
pa'escurrir de un entrevero,
desataste a la sin güeso y
embarraste a los demás [..]. »
[«El batidor», Tango - Música:
Ernesto de la Cruz - Letra: Alfredo Marino...].
Hablame, rompé el
silencio
Así dice el gotán que lleva por título “Tres años”, con
música y letra de Juan Pablo Marín, aunque también se le atribuyen los versos a
Pedro Fernández. Hace juego con “El batidor”, al menos para pensar lo que
viene. Desconsuelo por el silencio de la amada que anticipa que el chabón está
de raje, como cuando el chabón está de raje también pa’ evitar el entrevero y
manda a la redonda al Mangrullo y el
Mochila; al chueco Juancito Anguila y
a Pascual el Metedor... y la púa que le embutieron a Pancho el Estafador.
“A qué viene esto
Profe, inquiere Don Sencillo, [que fuma, fuma y fuma sentado en el umbral];
hay tanto batifufa, que dan ganas de
silencio mire vea... O no ve la tele o escucha la broadcasting...”.
Entonces agarré mi cuchara de sopar para enterarme de algunas diferencias,
semánticas, que les dicen, acerca de ciertos personajes de cuño bien argentino, por dios: El Batidor [también conocido por batifufa],
el Botón, y el Buchón.
Mate va y mate viene, el Viejo me comenta que hay sutiles pero profundas
diferencias entre estos personajes que el lunfa con su eterna sabiduría consagra
en el diccionario. Porque afirma mi amigo del campo popular, que ser Botón, es algo rentado ¿se entiende?,
el sujeto cobra por su oficio en guita, en especies o libertad. La cana tiene
informantes insertos en el campo del honor marginal, y así se asegura dos
cosas: Subsistir de la punga, del latrocinio en serio o el escruche liso y
llano sin que le toquen un pelo. El tonbo
es un tipo execrable para ambos bandos, el que le paga y ese al que traiciona.
Por lo general es carne de zanjón y nunca habrá memoria de su paso por la vida.
Lo mismo que el Ortiba, vamos...
Mientras, el Buchón
es el ingenuo que habla por que el aire es gratis, a veces, y las más, porque
quiere quedar de tefrén a la mina que le banca un pucho y le inquiere
pa´enterarse del money del vecino y
así seducirlo para engordar su negocio de piernas bien bonitas. Tipo
lamentable, el buchón, inofensivo a medias, que no espera tanto la paga como el
reconocimiento de ser el mago de la información, aunque con eso reviente a
giles y a santos del calendario.
Finalmente, tenemos al Ortiba,
dicho esto en chamuyo del vesrre con entera falta de respeto por la profesión
del sujeto. Peligroso, si los hay.
Porque de él depende que la cana y Su Señoría vayan a la yugular de los que
andan en la renga grande, o sea. El batidor, que de él se trata, es un
deleznable personaje que vive un pacto de fidelidad con una banda, y sin
esperar paga de la Justicia, canta hasta
la marcha fúnebre de Chopin [gracias Daniel Salmoral por esta lúcida
metáfora] sin que lo apuren, al trotecito nomás, cuando ve que las papas queman
y generalmente dentro de la gayola, bien guardado.
Para hacerla corta, entonces el botón recibe su nombre por ser vigilante, por que anda pispiando como el policía [botón, por su indumentaria llena de esos
brillantes adminículos llamados botones], pero disimulado en su andar como si
fuera uno más de la tropa. Un traidor,
también a la larga. Y se ha considerado arriba de este batimento, el fin de sus
días... carne de zanjón. En tanto el buchón, pobre, cree que hace bien las
cosas y genera unos líos que le valen palizas, mire vea, vengan de donde
vengan.
Palabra aparte merece el batidor ya enunciado aquí. Ser
detestable por donde se lo mire. Rompedor
de la omertà jurada de por vida
con la banda. Recuerdo en el 92 cuando la Cosa
nostra tiene éxito en su cuarto intento por asesinar al juez Giovanni Salvatore Augusto Falcone,
según relato ante la Justicia de Giovanni Brusca
citado en las fuentes como “colaborador
de la Justicia, y ejecutor del asesinato”. La omertà insanablemente rota, porque Salvatore Toto Riina (Corleone, 16 de noviembre de 1930) fue en
gayola por toda su vida por la cantata de Brusca y otros.
¿Qué tenemos por
aquí?
Por un lado, tenemos la galería
de los ases del choreo que se inauguró no hace mucho en las galerías de
Comodoro Py. Por el otro wing, tenemos a la flojísima mafia nacional, con tanto
arrepentido, que de omertà, ni
hablar. Doblemente traidores: Una, por traicionar a la República dibujando
números de fantasía pero de estricto color verde para los capos, con una paga
por demás jugosa... tan jugosa como sucia; la otra, por traicionar a su boss. Pa’ muestra, dos botones, digo,
ortibas. Leonardo Fariña y Federico Elaskar. Niños tirando a bien,
con impostura de finolis; y permítanme señalar a Fariña [30], por ser propietario de una gola que ni el Gran Caruso,
mire.
Con su chuflín metrosexual se cantó todo, con tanta
precisión, que se armó El Expediente
en la historia nacional, que lleva por número de boleta el 3017/13, nombrado:
“Báez Lázaro y otro, s/encubrimiento y asociación ilícita”.
La vamos a hacer cortita, Don Sencillo. La televisión ha
llenado todos los huevos ya con tanta difusión de los detalles, que llama la
atención tanta impudicia para anticipar incluso el texto de las declaraciones
de tanto sujeto mediatizado al efecto. Lo que interesa, es escuchar a un
ministro de Justicia y Derechos Humanos de la República, el abogado Germán Garavano [46] cuando muy suelto de cuerpo afirma en entrevista radial en La
Red, un día de estos: “No interesa tanto perseguir judicialmente a
los responsables, como recuperar el dinero robado”, refiriéndose al
espeluznante latrocinio que comenzó a flotar en la cloaca rebasada cuando el
Régimen de maloliente memoria se rajó por baranda sin tirar la cadena. A este
custodio de los intereses republicanos, más le interesa la guita.
Ahí saltó la ficha, el complemento, lo que faltaba. De
hecho, Fariña está excarcelado por S.S. Sebastián
Cassanello [42], quien en el 2014 clausuró de clausura absoluta la
investigación sobre la bóveda devenida bodeguita de Lázaro Báez, a instancias
del fiscal Guillermo Marijuán [47],
hoy empecinado en encontrar dinero soterrado en la inmensidad patagónica, en
lugar de encontrar los vínculos en las entrañas de la asociación ilícita que
nos gobernara durante tres períodos republicanos. De hecho, Cassanello afirmó
que la expresidente CFK está excluida de la causa que se tramita, ya comentada
aquí. Arrugó como un bandoneón luego del acto político que se comió en sus
propias barbas hace unos días nomás. Acto liderado por la imputada en otra
causa.
Así las cosas
Tengo tres cositas para cerrar este espiche, todas referidas
al perfil de la Justicia federal nacional: 1] Un juez que investiga lo que se
le ocurre, al parecer, para entretener al Pueblo con la noticia, al momento de
perseguir dinero, y no los hechos; 2] Un ministro que dio cuenta de esa
circunstancia: Importa el vento, no
la conducta delictiva, según su parecer, y 3] El principal Ortiba que con su
estampa tan especial debe haber hecho las delicias en la redonda, y que se
cantó todo dentro y fuera de la Justicia, y ahora está excarcelado para su
propio riesgo.
Bastante coherente este menjunje, porque mientras de él se
habla, el lobbista Juan José Aranguren
[61], CEO [Chief Executive Officer]
de la Shell, ministro de Energía nacional, y a contrapelo de la Economía, sube por tercera vez el precio en la
calle de los combustibles, mientras por
su lado baja el precio internacional del petróleo, con el socorrido
argumento de “...hay que generar condiciones
para el empleo...” y le mete al Pueblo una mecha así de grande, como un
trépano de buscar petróleo. Pero eso es otra historia.
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