Tras la muerte de su mujer en 2015, el escritor y filósofo deja la literatura
Savater junto a su mujer, Sara Torres, un año antes de la muerte de ella. Ahora, el escritor decide abandonar la literatura. |
Por Víctor Usón
Fernando Savater no vive. Sobrevive. Lo repite entre
lágrimas. Se ha marchado la persona para la que escribía, su gran apoyo en los
años de más ardua batalla política. Sara Torres, su mujer, murió en 2015 y
desde entonces el filósofo se refugia en su San Sebastián natal.
Pero estos
días ha salido de su guarida para presentar en México su último libro, Aquí viven leones (Debate). La primera
obra en la que comparte autoría con su esposa se ha acabado “convirtiendo en el
signo de la desgracia”, confiesa.
Lo comenzaron juntos y lo concluyó a solas. La muerte le
arrebató a su compañera de vida, la persona que había cuidado con tesón cada
uno de sus libros. Junto a ella se marchó el motivo por el que escribía y por
eso el autor de Ética para Amador
advierte que ésta es su última obra. Se despide de la literatura.
El ensayo que asegura pone fin a su carrera literaria es una
invitación a la lectura. En él recorre los rincones y paisajes que rodearon a
ocho grandes figuras literarias. Se adentra en la intimidad de William
Shakespeare, Agatha Christie, Edgar Allan Poe, Alfonso Reyes, Gustave Flaubert,
Giacomo Leopardi, Ramón del Valle-Inclán y Stefan Zweig para recordar que estas
fieras de las letras también fueron humanos, que sus vidas no solo estuvieron
jalonadas de triunfos. En ellas hubo fracasos y desgracias.
- Ha visitado los refugios de ocho grandes escritores, ¿han sido estos
autores su refugio?
- Los libros han sido mi jardín secreto. Ahí me guarecí de
los males y las persecuciones.
- ¿Aquí viven leones acaba
siendo una intromisión en la vida de ocho autores?
- Es un libro un poco desvergonzado. En él he contado
aquello que los humaniza. He dejado fuera el cotilleo, no tengo intención de
entrar a sus retretes, de buscar miserias escatológicas.
- Si entre los escritores escogidos en su obra apareciera usted ¿cuáles
serían sus rincones y paisajes?
- Soy vanidoso pero no idiota (risas).
- Pero, ¿cuáles son sus refugios?
- San Sebastián, donde nací, y París, mi ideal y que también
lo era para Sara. Añadiría Madrid y ciertos sitios de Italia y América Latina.
- Y en México, ¿dónde busca cobijo?
- Ahora casi no tengo refugios en México porque mis
estancias son muy cortas pero en mis primeros viajes descubrí lugares como
Oaxaca. Venía con amigos a dar una conferencia y luego nos quedábamos un mes
emborrachándonos en las cantinas.
- En ese hipotético libro en el que usted sería uno de los
protagonistas ¿habría que hablar mucho de política?
- En realidad, me he visto involucrado en la política porque
no he querido que otros gestionasen mi vida. Estuve en ella en la época de
Franco y me tocó seguir en los años del terrorismo y sus imposiciones. He
estado en ella por circunstancias históricas. Quizá si hubiera nacido en Murcia
no me hubiese implicado tanto.
- Pero continúa en ella.
- Sí, pero por mala leche. Veo cosas que no me gustan y eso
hace que salga de la cueva (risas).
- En el libro retrata el México de Alfonso Reyes, una nación generosa
que acogió a los exiliados españoles. ¿La imagen que plasmaría hoy del país
sería más negra?
- El México de los últimos 15 años tiene la marca terrible
de la violencia. Una violencia impune; en ocasiones, cometida por quien debía
perseguirla. En parte, se debe a esa estúpida cruzada contra las drogas, que se
ha convertido en una de las maldiciones de América.
- Reitera que este es su último libro. ¿Dejará de rugir ese león que es
Fernando Savater?
- Soy un león que está desdentado y al que le quedan pocos
rugidos que dar. Seguiré con artículos en la prensa y dejaré los libros. Los
escribía para que Sara me leyera. Quizá haga algo sobre nuestra relación pero
no sé si me gustaría publicarlo o tenerlo para mí.
- ¿Es Aquí viven leones una
declaración de amor?
- Sin duda.
- ¿Hay dolor en él?
- Empezó siendo el libro más jocundo y acabó siendo el signo
de la desgracia. Tiene el sello de la pérdida.
- ¿Se planteó abandonarlo tras su muerte?
- Pensé que no iba a ser capaz de terminarlo. Cuando abría
los dosieres (con la documentación que Sara preparaba), me venían constantes
recuerdos a la mente. Finalmente lo logré agarrando fuerzas y con la ayuda del
whisky.
- ¿Terminar el libro le ayudó a superar el duelo?
- El problema es que no creo en la idea de superar el duelo.
La gente insiste en que deje de estar triste. Incluso, hay quien me regaña. Es
como si me hubieran cortado una pierna y a la semana fuera extraño que siguiese
cojeando.
- ¿Cómo encara el futuro?
- Sólo tengo pasado, no hay futuro. Cuando murió Sara dejé
de vivir. Y ahora simplemente sobrevivo (se emociona).
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