Por Pablo Mendelevich |
Al cortarse el suculento chorro de dineros públicos volcados
por el kirchnerismo a sus propios medios de comunicación -confesos o
implícitos- y al abolirse de manera simultánea el concepto partidista que
traían Télam, Canal 7 y Radio Nacional el periodismo militante entró en
quiebra. No es para celebrarlo, porque muchos periodistas que se ganaban la
vida en medios K -con diverso grado de adhesión o fanatismo oficialista- se
quedaron sin trabajo o están peleando para cobrar lo que les adeudan los amigos
y socios del poder anterior que prácticamente se fugaron.
Pero desde el punto
de vista del interés colectivo no sólo se terminó con un atisbo totalitario y
con una injusticia -la de que se hiciera propaganda partidista con envoltorio
periodístico sostenida mediante impuestos pagados por todos- sino que se aclaró
un formidable malentendido, el del llamado periodismo militante. No había tal
cosa: era simplemente periodismo de Estado. Cuando el kirchnerismo perdió el
control del Estado, el periodismo militante, entendido como epifenómeno
político, entró en descomposición. Aunque sus figuras más pintorescas
sobrevivan.
La sola yunta de los conceptos quiebra y militancia chirría
como una uña en el pizarrón. La quiebra de empresas o grupos empresarios habla
de un fracaso en el mundo de los negocios, mientras la militancia está asociada
con intimidades perdurables: las convicciones, la defensa de las ideas, la
entrega a una causa. ¿Puede quebrar la militancia? No en sentido comercial.
Acá las revelaciones han sido escasas. Los llamados
periodistas militantes ya sabían que la plata para sus salarios y sus
productoras salía de la amainada publicidad oficial, es decir, carecía de un
origen genuino, como la venta de publicidad comercial o la circulación. Lo que
se desmoronó no fueron las convicciones de los periodistas militantes (aunque
es de suponer una pérdida de entusiasmo) sino varias de las empresas
periodísticas de audiencias magras que los cobijaban, sencillamente porque
quienes extraían la plata de las arcas públicas perdieron las elecciones y en
simultáneo, huelga decirlo, la llave del tesoro que los mantenía
aprovisionados.
También se reconocían como periodistas militantes quienes
cobraban altísimos salarios en los medios del Estado, podría decirse entonces,
por militar periodísticamente. En conjunto era un aparato carísimo.
Sincronizado con las cadenas presidenciales, la propaganda de Fútbol para
Todos, las inauguraciones a repetición y hasta la cartelería callejera de
Presidencia de la Nación que anunciaba un inminente cordón cuneta, ese aparato
le rindió frutos al kirchnerismo en forma despareja. Fue eficaz, quizás, para
consagrar el relato, pero luego flaqueó porque no consiguió conservar a las
multitudes encantadas. ¿Terminó siendo contraproducente? En sus discursos
Cristina Kirchner solía culpar de todos los males al sujeto único "los
medios": nunca hacía distingo de los que ella controlaba. Numerosos y
onerosos, el aporte de los medios propios, para la presidenta, ni siquiera
movía la aguja. Pero igual los sostenía.
Era fácil para cualquiera, pero parece que no para los
kirchneristas, advertir que semejante maquinaria terminaría sus días ni bien se
produjera una alternancia en la Casa Rosada. Cebada por su propio relato, la
épica kirchnerista desparramó cierta ilusión de continuidad ad infinitum, la
misma que llevó al sistema de corrupción a no pertrecharse para resistir a la
curiosidad de la Justicia federal si algún día ésta se despertaba. La tosquedad
de falsificar documentos públicos para encubrir maniobras de lavado, por
ejemplo, confirma que campeaba en los ambientes kirchneristas una irreflexiva
certeza de perpetuidad.
Periodismo militante, como alguna vez ya se dijo, es un
oxímoron. El buen periodismo antepone la búsqueda de la verdad a cualquier gusto
personal, algo que un predicador no entiende porque es alguien que dice haber
hecho suya la verdad que ya encontró. Ser fanático, enemigo de la duda, es lo
más incompatible con el trabajo periodístico.
No conviene confundir periodismo militante con prensa
partidaria. Periódicos partidarios como el nacionalista La Fronda, el comunista
La Hora o, entre muchos otros, el socialista La Vanguardia, fundado
por Juan B. Justo, tuvieron gran importancia en la historia política argentina,
pero quienes escribían allí solían definirse como periodistas a secas. O
periodistas "y" políticos. Desde luego que no recibían un peso del
Estado. Si eran rentados los sostenía el partido. Esa prensa tenía más
honestidad intelectual que el periodismo de Estado del kirchnerismo porque no
usurpaba los formatos de la prensa convencional. La usurpación es, en verdad,
una tentación relacionada con la credibilidad. Sucede con aquellos avisos que
pretenden usar la misma tipografía de las noticias del diario en el que van a publicarse
y a las cuales el mismo diario les suelen fijar límites, por empezar estampando
la advertencia "espacio de publicidad".
Por cierto que es muy bueno que existan medios y periodistas
de diversas posturas y que cada cual tiene derecho a hacer su oferta
periodística como le plazca. La diversidad enriquece la democracia. El problema
del periodismo militante inventado por el kirchnerismo era que iba de la mano
de persecuciones gubernamentales a medios críticos, discriminaciones en el
manejo de información oficial y de ataques al periodismo profesional, acusado
de hacer contrabando ideológico a favor de grupos hegemónicos y de obedecer
órdenes de los dueños de los diarios, una afirmación cuya rusticidad cuanto
menos ventila la ignorancia sobre el funcionamiento del mundo periodístico de
quien la hace.
Algo de fanatismo conjugado con la posibilidad individual de
conseguir fuentes de financiamiento privadas o sindicales probablemente estire
el recuerdo de lo que fue el periodismo de Estado. Dirá el tiempo si del
aparato propagandístico del kirchnerismo quedan dos, tres o más exponentes de
los que como Víctor Hugo Morales ahora ponen "las manos en el fuego"
por Cristina Kirchner cuando les toca informar sobre corrupción, ritual ígneo
que ningún político del partido de la imputada se animó a empardar.
0 comments :
Publicar un comentario