Por Américo
Schvartzman (*)
La noticia de la detención de Lázaro Báez –emblema mayor de
la corrupción en la década kirchnerista– llega justo cuando ponía punto final a
una notita –con otro título– sobre el clima que se vive en la Argentina actual.
Este mes desfilarán por los tribunales federales de Comodoro Py, varios ex
funcionarios y personajes acusados de testaferros o cómplices en el lavado de
dinero; Cristina Fernández de Kirchner y Axel Kicillof declararán en
indagatoria por la operatoria de los dólares a futuro, ese negociado (o en el
mejor caso, esa "mala praxis", es parte de lo que tiene que
determinar el juez Claudio Bonadio) que le costará al pueblo argentino más que
la paga al buitre mayor Paul Singer: nada menos que 5 mil millones de dólares,
contra 4.600 millones.
La causa que más preocupa a Cristina es Hotesur, que la ata
a Lázaro Baez, cuya imagen detenido por orden del juez Casanello está
recorriendo el planeta. Se ve que volvimos al mundo, como tituló Página/12, que
después de 12 años redescubrió que la corrupción es mala. En menos de 48 horas,
entre las cuentas off-shore del Presidente Macri y la prisión del ex socio
comercial de la Ex Presidenta, la Argentina tiene más atención mediática que
nunca. Y esto recién empieza: si el emblema de la neoburguesía nacida del kirchnerismo
ya había comenzado a despegarse –“Ni Alicia ni Echegaray pueden justificar sus
patrimonios”, frase ya célebre– ahora que está detenido ¿qué más dirá el ex
hombre de confianza de Néstor?
Al mismo tiempo, las cuentas off-shore del Presidente Macri
en Panamá (van dos ¿por ahora?) derriten su pátina de honestidad. Una capa
frágil, si se recuerdan las causas que pesaban sobre él solamente por sus
gestiones en la Ciudad de Buenos Aires, pero disimulada por quienes lo votaron.
Llamativamente, Daniel Scioli salió a defender a su ex competidor: no hay nada
de malo en ser parte de una sociedad fantasma en Panamá. Una nueva decepción
para quienes lo votaron a él.
En sectores menos sesgados por la llamada grieta, comienza a
notarse un clima de pesadumbre respecto de lo poco que diferencia al gobierno
de Cambiemos de algunos rasgos del que se fue en diciembre, clima que se solapa
(o se potencia) por los ajustes brutales que Macri negaba que fuera a realizar.
Para la anotación curiosa –amarga o irónica, cada uno déle
el tono que prefiera– comienzan a usarse nuevas categorías analíticas para
calificar a fánaticos kirchneristas. IndiKnados, destituyentes K, a veces los
mismos que acusaban de eso a quienes se movilizaban contra el gobierno
anterior. O hacen chistes sobre una eventual caída de Macri: que está
preparando el helicóptero, que lo apodan "ciclo escolar" porque no
llega a diciembre, y cosas así.
Otro importante grupo de la población, quizás harto de la
grieta, siente cierta perplejidad ante una ironía simétrica: si antes las
políticas de inclusión social fueron excusa para la corrupción, ahora la
corrupción anterior parece la excusa para destruir las políticas de inclusión
social.
Un diálogo en las redes sociales explicita a la vez el clima
y el doble rasero: un “indiknado” comparte en su muro la noticia de
movilizaciones en Islandia reclamando la renuncia del jefe de Estado
cuestionado, y –emocionado– escribe: "Aquí se ve la diferencia entre una
democracia en serio y esto que tenemos". Uno podría detenerse en
preguntarle qué diantres se hizo en estos doce años en lugar de consolidar una
“democracia en serio” y no "esto que tenemos". Pero dejando ese
debate a un lado, un antiká le escribe debajo: "¿Y por qué en Brasil le
llaman 'golpe'?"
Aparte de la detención de Báez, en pocos días comenzará el
desfile de personas y personajes por Comodoro Py, que será rutilante. Repasemos
cómo será el resto de abril: ante Casanello desfilarán –por “la ruta del dinero
K”– el hijo del contador de Báez, Daniel Pérez Gadín, y Fabián Rossi (ambos
divinos en los ya célebres videos). Rossi sería, además, clave en la creación
de las empresas fantasmas en Panamá que facilitaban el supuesto lavado de
dinero (no de Macri, sino de Lázaro). Pérez Gadin, además, administraba el Hotel
Alto Calafate, emblema del grupo hotelero familiar de los Kirchner, Hotesur, a
través del cual la Justicia supone que lavaban dinero. Esa causa está en manos
de otros dos jueces: Julián Ercolini –quien acaba de detener a Ricardo Jaime en
otra causa– y Daniel Rafecas. El 21 de abril será el turno de Martín Báez, a
cuyo nombre figuran al menos 55 empresas fantasma en Suiza, Panamá, Belice y
Liechtenstein. También declararán Walter Zanzot y Gustavo Fernández, el
reemplazante del procesado Federico Elaskar al frente de la financiera SGI. Por
su parte, Bonadío tomará declaración (siempre en abril, al ritmo tibio) al ex
titular del BCRA Alejandro Vanoli, el ex secretario de Finanzas Pablo López, al
ex ministro de Economía Axel Kicillof y a la ex Presidenta. El día más
resonante será el 13 de abril, el miércoles que viene, cuando la ex Presidenta
deberá presentarse ante el magistrado.
En medio de estos vaivenes judiciales, las medidas del
gobierno de Macri siguen impactando a los más vulnerables, pero empiezan a
afectar a las clases medias, que sin duda aportaron los principales apoyos para
que llegara a la Presidencia. El cóctel es raro e inédito. Un gobierno no
peronista pero con mucho apoyo peronista, como se vio en la votación a favor
del acuerdo con los holdouts, donde el gobierno obtuvo una mayoría superior a
dos tercios en el Senado de la Nación, algo que Cristina hubiera anhelado
cuando aún soñaba con una nueva reelección vía reforma constitucional.
La pregunta que estas líneas querían plantear es la siguiente:
¿será que están dadas las condiciones para que la Argentina –al estilo de lo
que está sucediendo en Brasil– inicie un proceso histórico de develar el
entramado que conecta a la política con las mafias narco, de lavado de dinero,
corrupción estatal y tráfico de influencias? ¿Comenzará un "Mani
Pulite" (manos limpias) como el que protagonizó Italia más de dos décadas
atrás? ¿O la justicia argentina, hecha a imagen y semejanza de la corrupta
dirigencia, tiene (con perdón) el culo demasiado sucio ("sporco")
como para arriesgarse a una aventura como ésa?
Y si lo hace ¿pasará lo que advirtió el eterno Miguel
Pichetto, conocedor como nadie del alma peronista de la dirigencia argentina,
en medio del debate de los holdouts: "Algunos se olvidan que después del
Mani Pulite en Italia llegó Berlusconi"? (Nadie en ese entorno le recordó
a Menem, de cuya entraña salió Pichetto. Como si Il Cavaliere hubiera sido muy
distinto a nuestros propios líderes populistas). ¿Tendrá razón Pichetto, o sólo
expresa el temor de que en efecto haya un Mani Pulite y los primeros en caer
sean él y quienes lo escuchaban atentamente en el Senado?
Los próximos días darán indicios para empezar a responder
estas preguntas. Si uno repasa los itinerarios de los jueces en cuyas manos (no
muy "pulite") se encuentran las causas en cuestión, no parece haber
muchas razones para ser optimistas, ni para esperar un Mani Pulite criollo.
Demasiado “culo sporco”. Pero estamos en la Argentina, donde todo puede
suceder. En una de ésas, quién te dice, sea en abril.
(*) Periodista de El Miércoles Digital. Docente. Licenciado en
Filosofía. Autor de Deliberación o dependencia. Ambiente, licencia social y
democracia deliberativa (Prometeo 2013).
0 comments :
Publicar un comentario