Por Guillermo Piro |
El artista inglés Shaheryar Malik les hizo venir ganas de
leer a los habitantes de Nueva York: dejó por ahí pilas de libros. Hace cerca
de un año, Malik hizo lugar en su biblioteca para darles cabida a nuevos títulos. Dividió sus viejos libros en grupos
de cuarenta y los dejó en ocho puntos distintos de Manhattan (entre ellos el Puente de Brooklyn, la
estación de subte de Times Square, una hamaca en el Central Park, un ascensor de no se sabe dónde)
atravesados cada día por miles de personas.
Malik dejó escrita su dirección de
e-mail en cada uno de los libros junto con el siguiente mensaje: “Toma un
libro, uno cualquiera. Cuando lo hayas terminado, escríbeme”. Desde entonces,
recibió más de sesenta e-mails de personas de treinta países distintos. Entre
ellas, una mujer holandesa que le dijo que había vuelto a dejar en un tren el
libro que había tomado de la pila neoyorquina, para que algún otro pudiera
leerlo. Malik no cuenta mucho del asunto en su sitio de internet, sólo se
limita a publicar fotografías realizadas por su amigo Daniel Yim. Llama al suyo
Reading Proyect.
Los libros abandonados por Malik en Nueva York son muy
heterogéneos: hay novelas, guías de jardín y de fotografía, un ensayo sobre el
Tercer Reich. Para atraer la atención sobre los libros, Malik puso en la cima
de las pilas títulos elegidos con mucho cuidado, por ejemplo un ensayo de
divulgación sobre física y uno con consejos sobre cómo tomar decisiones
estratégicas.
En los últimos años se organizaron en todo el mundo
experimentos similares de bookcrossing, el intercambio gratuito de libros entre
lectores que no se conocen y que llegan a conocerse de una manera un poco
inusual e improbable a través de los libros que dejan abandonados en lugares
públicos –algo así como un Uber libresco, pero que el Estado, los libreros y
los taxistas no consideran contraproducente. Siempre en Nueva York, en 2012, un
arquitecto transformó las cabinas telefónicas en desuso en bibliotecas al aire libre; en Alemania, en
2011, se construyeron estantes en las calles y en las plazas de Colonia,
Berlín, Hannover y Bonn. Aquí mismo, en la Argentina, hay grupos de
bookcrossers que realizan la misma tarea, de una manera menos sofisticada, pero
tarea al fin. Yo mismo, aquí, en
Barracas, abandono libros metódica y prolijamente en un container de
basura sito en Iriarte y Santa Elena. No creo haber contribuido a que los
habitantes del Sur lean más, pero he visto gente boca abajo, pataleando en el
vacío, revolviendo entre la mugre.
La propuesta de Shaheryar Malik me parece digna de aplauso,
pero la mía también aunque, a diferencia de la de Malik, la mía propicia
también el ejercicio físico. Un día de éstos voy a pedirle a un amigo que saque
fotos, y van a ver. Son tan graciosos.
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