sábado, 23 de abril de 2016

Entre las llamas de la rebeldía

La joven política Rita Mestre
Foto: Jordi Socías

Por Manuel Vicent

Esta joven política, Rita Maestre, de 28 años, no es responsable de su cuerpo ni de la belleza de su rostro, pero posee un tronco largo como el de las mujeres que pintaba Modigliani, que el 10 de marzo de 2011 exhibió desnudo durante el asalto a la capilla de la Complutense mientras el cura Rafael, su compañero de clase, celebraba misa. 

Tal vez en el futuro, cuando la cólera y los sueños del 15-M, disueltos en la historia, se conviertan en nostalgia de una generación, esa imagen provocativa quedará como un icono de la lucha de unas feministas frente a la opresión religiosa. Para entonces habrá otro orden injusto y otros jóvenes se rebelan contra el poder constituido.

El tiempo es un polvo dorado. Aquellos estudiantes airados, ácratas, trotskistas, maoístas, banderas rojas, comunistas, que en el Madrid convulso del final de los años sesenta del siglo pasado arrojaban tazas de retrete contra los caballos de la policía desde las ventanas de la facultad de filosofía han acabado siendo caballeros respetables y algunos han llegado a subsecretarios; aquel rebelde iluminado que arrancó un crucifijo del aula y lo hizo volar hasta el descampado del paraninfo es hoy un ejecutivo de una multinacional de cacharros informáticos. Las urnas dan el gobierno, pero el poder no se otorga hasta que el sistema no te haya domesticado.

Durante la dictadura el poder creía que la protesta de los estudiantes iba a socavar sus cimientos asentados en una férrea represión. En cambio, hoy en España hay libertad y democracia. No importa. La rebeldía juvenil es un fuego perenne que se alimenta de sus propias llamas y en ellas arde ahora Rita Maestre. El asalto a la capilla de la Complutense provocó un acto religioso de desagravio para disolver los gritos satánicos de reivindicación feminista que unas chicas con el torso desnudo habían dejado en el aire de la capilla católica montada en un espacio público. Rita Maestre fue llevada a los tribunales, pero su juicio y condena un día quedará difuminado también en el rastro dorado que deja la historia y para entonces la coleta de Pablo Iglesias habrá adquirido un color gris perla o de ceniza, según le vaya, y el joven Íñigo Errejón, por fin, parecerá todo un señor con una curva feliz en la barriga. De momento, el lance sacrílego solo ha servido para que algunos políticos y líderes de opinión extremistas se relaman lúbricamente ante el tronco desnudo de esta joven rebelde. Unos la azotan y lapidan, aunque solo con insultos, otros sueñan lascivamente con que confiese su pecado. La belleza que te absuelve, puede ser a veces la mayor culpa en el auto de fe.

Viene de unos abuelos católicos que la llevaban a misa de la mano todos los domingos y de progenitores agnósticos progresistas, la madre socialista empleada en Televisión Española, el padre funcionario de la Agencia Tributaria, recién convertido a Podemos, una familia de clase media criada en el barrio de Ventas. Rita guarda en la memoria sus primeras lágrimas de cuando tenía cuatro años. Alguien comentó en la mesa que había muerto Antonio, el hijo de Lola Flores, ahogado en la piscina. Es su primer recuerdo. No se explica todavía por qué comenzó a llorar sin saber quien era ese chico, tal vez solo porque creía que había tenido una muerte que no merecía. Luego se ve vestida de princesita en su primera comunión recibiendo la Sagrada Forma entre el Bracket de endodoncia en los dientes o ya adolescente, muy espigada, camino del Instituto Italiano, abrazada al cartapacio durante los años del bachillerato.

Rita Maestre trata de redimirse de su figura de niña pija con que suelen crucificarla. Para pagarse la carrera de Ciencias Políticas tuvo que trabajar en múltiples oficios, de camarera en un bar de Lavapiés, de dependienta del Corte Inglés, de empleada del metro donde, imbuida en un peto, tenía que pasar el día contando los pasajeros que entraban y salían de los vagones; de modelo de alta costura en Milán, trabajo al que renunció porque la obligaban a alimentarse solo de zanahorias y lechugas. Puede que esta experiencia laboral adquirida a salto de mata, contratada, mal pagada y despedida, le conceda cierta autoridad para hablar de la explotación, de la precariedad y del paro. Rita Maestre pertenece a esa barra de jóvenes políticas, de derechas o de izquierdas, que conquistaron con esfuerzo su puesto en la sociedad, que se mueven sin complejos entre machos alfa, que odian ser juzgadas por su cuerpo y no por su talento, que se alistaron en diversas tribus urbanas y tomaron la libertad directamente del árbol de paraíso.

En la facultad de Ciencias Políticas, Rita Maestre tenía amigos que estaban buscando la forma de fraguar en un movimiento político el cabreo extasiado de la sociedad. Era una de ellos, una activista, una rebelde. De aquellas aulas prendió el primer fuego que calentó la olla de la Puerta del Sol en la acampada de 15-M. Ciertamente aquellos profesores universitarios se querían. Rita era pareja de Iñigo. Tania amaba a Pablo. Eran amores que se hacían y deshacían. Nada más excitante que la pasión amorosa como impulso de la fuerza revolucionaria. De ella nacieron los podemistas, de sonoridad extraterrestre, que parecen haber aterrizado en la política dispuestos a que el sistema no los engulla. Rita Maestre es ahora voz del Ayuntamiento de Madrid, la que traduce al pueblo los oráculos de Manuela Carmena, la diosa de la lluvia. Pero su rostro un día también será melancolía.

© El País (España)

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