Por Tomás Abraham |
Lunes
“Tú debes”, dicen los profetas; “yo quiero” (dicen los
héroes); “yo soy” (dicen los dioses)… ¿qué dijo Obama?
No dijo “yo puedo” sino “yo pude”. Tanto Michelle como
Barack “pudieron”. De la pobreza del suburbio de Chicago a Harvard. De la
prestigiosa universidad a la presidencia. Y no es una broma; pudieron. “That is
America”.
Sin embargo, la mentada movilidad social en los Estados Unidos está
estancada desde hace años. Hay trabajo, pero mal pago. La educación de calidad
es selectiva, los servicios sociales para los pobres con muy pocas mejoras, la
concentración de la riqueza en aumento, etc.
Pero la ideología norteamericana se basa en este “yo pude”,
y concluye en un “si trabajas duro, tú deberías poder”. Con el agregado: “Si no
lo consigues, es tu responsabilidad”. Lo dijo y lo repitió Michelle en su
discurso. En esto Trump y Obama se equivalen.
Una meritocracia algo salvaje en la que la excepción parece
confirmar la regla, que sólo se modera en el ejercicio de la máxima autoridad.
Allí Obama pudo lo que lo dejaron poder.
Martes
En una entrevista, Martín Caparrós, quien vive desde hace
unos años en España, dice que la distancia le hizo ver que los argentinos somos
provincianos. Pienso en las resonancias de esta palabra. Le encuentro dos
acepciones.
a) Para los argentinos que están en el exterior, nuestro
provincialismo parece notarse más si están lejos. Lo mismo sucede con los
cosmonautas. Desde un satélite espacial nuestro planeta es más pequeño que en
la Tierra en la que para nuestros sentidos no tiene límites. Somos terráqueos
provincianos a mucha honra, a pesar de Galileo y Descartes. Un asunto óptico
modificado por la distancia.
b) Por otra parte, España, para dar un ejemplo, tiene un
provincialismo diferente porque depende de Alemania, por lo tanto le interesa
lo que pasa en Europa; si colabora con las fuerzas militares europeas en Medio
Oriente, transmite informaciones sobre Siria y está atenta con lo que sucede
allende Turquía; si reprime el ingreso de inmigrantes marroquíes está pendiente
de lo que sucede en el norte de África.
Por eso sus intereses abarcan un espectro más amplio que el
nuestro que apenas salimos de casa. Nos pasa lo mismo que a Uruguay o Chile o
Brasil. Lo doméstico es lo nuestro, pero es lo que sucede en todo el mundo. Hay
domesticidades escalonadas.
La diferencia la da la superficie de esta domesticidad. Las
metrópolis imperiales siempre tuvieron una perspectiva más ancha y larga que
sus colonias, lo central más que la periferia.
Otros tienen una opinión más matizada. Una vez el historiador
Paul Veyne ante mi inquietud acerca de por qué los académicos franceses no se
ocuparon de la poesía árabe en el origen de la literatura romance, y de las
canciones de los juglares del “fin’amor” en la España arábiga, ignorando su
procedencia mora, me dijo que los sudamericanos teníamos mejor perspectiva que
ellos porque mirábamos las realidades desde abajo con mejor panorama en lo que
respecta a las longitudes; mientras los parisinos, para ver lo que había detrás
de los Pirineos, debían torcer el cuello, nada fácil por la tortícolis crónica
de algunas culturas.
Miércoles
El panorama económico se muestra difícil, a veces sombrío.
Si no hay viento de cola, nuestro país estará sometido a sus problemas
estructurales. Desde el kirchnerismo auguran una vuelta a los años 90. Y no
parece descabellado suponerlo, hicieron hasta lo imposible para que así
sucediera. Los famosos dólares que se esperan con préstamos carísimos, pueden
estar destinados a solventar el déficit fiscal y el déficit comercial. Es posible
que con alta inflación y un dólar que quede rezagado, nuevos dólares golondrina
ingresen al país aprovechando el diferencial de la moneda verde con las tasas
de interés.
Habrá dólares para todos, que se venderán y comprarán de
acuerdo con la evolución económica y financiera del país. Ante el menor
cimbronazo, se fugarán. Podrá haber crédito para el consumo aprovechando la
existencia de divisas. Es decir una economía endeudada basada en la
especulación, con algunas inversiones en infraestructura.
Jueves
El Frente Progresista se queda sin líderes. Primero se fue
Hermes Binner, quien renunció a la conducción sin dar explicaciones. Ahora
Margarita Stolbizer, quien aparentemente quiere integrar la Corte Suprema.
Hasta ahora su política se basaba en denuncias a la corrupción. Ahora deja la
política y en caso de postularse y ser aceptada, ejercerá un cargo para el que
se le exige imparcialidad y apartidismo. Será jueza de sus propias denuncias.
Indudablemente no encuentra en el GEN futuro político, ni
para ella ni para su grupo de pertenencia. De todos modos, ser la segunda de
Massa, la hubiera aislado del Frente del que forma parte.
El problema comenzó cuando la centroizquierda votó todas las
leyes del kirchnerismo sobre las estatizaciones, los planes sociales, el voto
adolescente, las negociaciones con los holdouts. Le quedó el republicanismo,
una bandera previamente enarbolada por la centroderecha, de Carrió a Sanz. De
ese modo no consiguió una identidad ideológica ni política ni un relato propio.
Quedó oscilante, sin dirección y con una retórica basada en generalidades.
Viernes
Vi en cable un hermoso documental sobre la relación entre
Liv Ullmann e Ingmar Bergman. Transcurre en la isla de Fårö, donde una joven
actriz de 25 años y un reconocido director de 47 se conocen y se aman. Fueron
amigos toda la vida, pero marido y mujer no más de cinco años.
Ingmar era un celoso violento que rodeó su casa de la isla
con un muro para que nadie los molestara. Ella lo acompañó en sus últimos
momentos. Fragmentos de diálogos de algunas películas parecen inspirarse en la
relación entre los dos.
Liv con Harriet Anderson, Bibi Anderson, Ingrid Thulin, son
las vestales del cine de Bergman. Continúan la estirpe de la Garbo, la Eckberg
e Ingrid Bergman. Ella cuenta que el día en que huyó de aquel marido algo loco,
sus amigas actrices, entre quienes había ex esposas de Bergman, la esperaron en
el aeropuerto y la consolaron, para luego celebrar el encuentro emborrachándose
con su elixir preferido: el vino.
Un exotismo en la tierra de una marca de vodka con un nombre
definitivo, casi tanto como algunos amores: absoluto.
© Perfil
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