Por Nelson Francisco
Muloni
El 15 de abril de 1938, murió en París, el gran creador
latinoamericano, César Vallejo. Hace 78 años que la ausencia no logra aquietar
la dinámica de su poesía, irreverente, destructora, caótica pero con la nobleza
de lo profundamente humano en cada verbo.
Había nacido en Santiago de Chuco (Perú), el 16 de marzo de
1892, “un día que Dios estuvo enfermo”, diría el poeta en su Espergesia. Tan sólo 46 años, la vida le
prestó su aliento para que las letras le dieran su impulso con qué sostenerse
en su estatura.
César Vallejo es el hombre del dolor, de la pasión, de los
recuerdos, de lo esencial. Es un hombre que mira más allá pero siempre regresa
al más acá de su cotidianeidad peruana.
En un sillón antiguo
está mi padre.
Como una Dolorosa,
entra y sale mi madre.
Y al verlos siento un
algo que no quiere partir.
Vallejo no renuncia a la vida, nunca. Porque la vida lo
envuelve en recuerdos. Y en amor.
Amada, en esta noche
tú te has crucificado
sobre los dos maderos
curvados de mi beso;
Y siempre es el hombre que revela la hondura de la tragedia
humana como en la dolorosa España, aparta
de mí este cáliz, donde aproxima el corazón de los otros a su propio
corazón, a su estirpe, a su condición.
Pero el poeta ausculta la muerte en su propia piel. Los
latidos del creador se aceleran en los verbos, destruyendo a su paso y construyendo
al mismo tiempo. Valen tanto el contenido como el continente. Elabora puñetazos
de palabra que dan en el plexo solar del lector hasta transfigurar la vida y la
muerte en él, en su tamaño de hombre de todas las edades y todos los rincones.
Perú, España, Francia, Rusia. Todas desfilan en sus huesos al mismo tiempo.
Como sus verbos y sus adverbios.
Pero el hombre es noble consigo mismo y sabe que ha de
llegar el día en que su verso sea verdad:
César Vallejo ha
muerto, le pegaban (…)
Pero él sabe que siempre va a ser libre porque en él vive
todo lo que pueda ser vivido, como volver a su tierra, incluso pensando que
siempre ha de estar la muerte, siguiéndole, que es la otra forma de vivir
libre:
¡Y si después de tanta
historia sucumbimos,
no ya de eternidad,
sino de esas cosas
sencillas, como estar
en la casa o ponerse a
cavilar!
César Vallejo es la voz de todos los tiempos. Con el poder y
la fuerza de la sangre misma. Con las palabras heridas y sanadas. Y vueltas a
herir. Es el poeta liberado, al fin, en el verso eterno.
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