Por Carlos Gabetta (*) |
Como en el final de los fuegos de artificio, los Panamá
Papers han hecho el efecto de la bomba que más alto trepa, explota y todo lo
ilumina. Habrá que ver si el escándalo se apaga tan rápido; si torna la
oscuridad y todo el mundo a casa, o si este bombazo representa el principio de
algo nuevo; de al menos una mirada lúcida sobre la gravedad y el origen de la
corrupción mundial. Si esto no acaba en un pacto político-mafioso planetario,
los Panamá Papers están lejos de haber hecho toda la luz. Queda mucho,
muchísimo por saber.
Cada tiempo histórico, cada sistema económico y político,
conoció estos momentos de escándalo público; algunos transitorios, hasta la
gran explosión final, esa que marca, justamente, el cambio de tiempo histórico,
de sistema. Hoy, los fuegos de la corrupción política y económica llevan tiempo
estallando. Y coinciden con una crisis económica estructural que también lleva
décadas explotando aquí y allá. Internet, la robótica, prodigios del desarrollo
que constituyen la base de la mundialización de la economía y las finanzas, son
también la explicación última de la crisis económica mundial, ya que aceleran y
masifican la oferta al tiempo que comprimen la demanda, al provocar desempleo
estructural. Y no es casual que esa corrupción de siempre, que en tiempos de
auge del sistema aparecía como acotada y en algunos países incluso casi
inexistente; que se mostraba de tanto en tanto en escandaletes que no pasaban
de unos días o semanas en la prensa, resulte ahora masiva y desnude
asociaciones de políticos, empresarios, sindicalistas, artistas, deportistas,
banqueros, narcotraficantes, funcionarios de Estado y tutti cuanti. E internet
facilita el desmadre, porque si hasta hace poco para abrir una cuenta trucha en
el exterior o en un paraíso fiscal había que trasladarse personalmente, ahora
se hace apretando botones en sistemas encriptados. Hasta que aparece un hacker,
como ese adolescente que entró en el sistema de seguridad del Pentágono –hubo
otros– o alguna “garganta profunda”, como la de Watergate. Cualquiera que sea
el origen de la información, el equipo de periodistas que reveló los Panamá
Papers no ha acabado aún de procesarla. Y habrá probablemente otros equipos,
porque el ejemplo cunde y hay muchos paraísos fiscales, tanto o más importantes
que Panamá.
La combinación de crisis económica y conflictos sociales; de
la creciente angustia y preocupación ciudadanas con internet; la red-difusión
de las denuncias de los medios profesionales, que hasta hace poco no pasaban de
la conciencia de los lectores de periódicos o se esfumaban en el aire de la
radio y la televisión, hoy se conservan, viajan, se traducen automáticamente a
todas las lenguas; se socializan.
La historia muestra, con las variantes de cada caso, hasta
qué punto una crisis económica estructural acaba degradando la superestructura
institucional y los comportamientos políticos y sociales. Este final de ciclo,
de tiempo histórico, está ya en el punto en que esa degradación es a la vez
consecuencia de la crisis económica y uno de los factores que la agravan. Desde
hace unas décadas, los flujos financieros mundiales son varias veces más
importantes que el conjunto de la inversión productiva. El componente ilegal de
esos flujos se revela cada vez mayor. Los nombres y cargos políticos y
corporativos vinculados a esa zona oscura revelan hasta qué punto la
superestructura institucional empieza a ponerse al servicio de lo ilegal, si no
lo está ya del todo o casi, como ocurre en Argentina, entre otros países. El
presidente de Islandia renunció un par de días después de aparecer gravemente
implicado en los Panamá Papers. La ex de Argentina, por un asunto menor entre
los tantos que enfrenta, se negó a declarar ante el juez y le organizó un
apriete con bailanta, ante la pasividad del gobierno de turno.
Cada sociedad se desbarranca desde donde se encuentra.
(*) Periodista y escritor
0 comments :
Publicar un comentario