Por J. Valeriano Colque (*) |
El Gobierno nacional se encuentra en un atolladero. Está
convencido de que las provincias tienen razón en reclamar el 15 % de la
coparticipación, pero, al mismo tiempo, no tiene espalda para soportar el costo
fiscal de esa medida.
El problema, heredado del kirchnerismo, no lo generó
exclusivamente el anterior gobierno. Fue la Corte Suprema la que, dos días
después de la victoria de Macri, emitió un fallo que favoreció a Córdoba, San
Luis y Santa Fe. Ante esto, Cristina Fernández, al ver que su poder menguaba
con velocidad, decidió cargarle la mochila a Macri y generalizó el beneficio
del fallo a todos los distritos.
Ante la posibilidad de que todo el peronismo se uniera en el
Congreso y derogara el DNU de Macri que anuló la decisión de Cristina
Fernández, las espadas legislativas de Cambiemos trabajaron en una estrategia
política junto al Ejecutivo y convencieron al Presidente de dar un gesto
“claro” para poner a los gobernadores de su lado.
¿Qué está pensando el oficialismo? Una negociación de la
Casa Rosada con cada provincia, y luego de todas con la Nación. Cambiemos
entiende que primero hay que discutir la situación particular de cada distrito,
porque algunos no avalaron en sus legislaturas la ley de 2006 por la que el
kirchnerismo prolongó la cesión de la coparticipación a favor de la Anses.
De estos, algunos iniciaron acciones judiciales y debieron
poner marcha atrás para poder ingresar al ¬Programa de Financiamiento de las
Provincias que Cristina Fernández lanzó en 2010. Y están los que fueron plenamente
consecuentes con las ¬medidas del gobierno K.
Además, el macrismo quiere discutir qué pasará con medidas
defendidas por los K, como la Asignación Universal por Hijo, Conectar Igualdad
y Procrear, que se financian con la Anses.
“Queremos que los gobernadores decidan qué pasará con esos
programas si las provincias se quedan con el 15 %”, explican.
La idea más firme entre los oficialistas es ofrecer la
devolución gradual de la coparticipación, que podría ser así: este año, un 5 %
de la coparticipación detraída; en 2017, otro 5 %, y en 2018, el resto. Macri
afirmó que su intención es que los primeros efectos de las negociaciones con
los gobernadores tengan repercusión en este 2016 y dio una pista.
Salida del
aislamiento. Desde el 10 de diciembre último, la comunidad internacional
recibió con beneplácito a las nuevas autoridades argentinas, en especial las
naciones con las cuales el país tiene históricas raíces culturales y
económicas.
Tales gestos incluyen a los países latinoamericanos más
cercanos, los cuales están dispuestos a abrir una nueva carta de confianza a la
posibilidad de mantener relaciones maduras, aun en el desacuerdo sobre temas
geopolíticos.
La Argentina rompió así el aislamiento que se había
autoimpuesto el kirchnerismo, cuando limitó sus contactos a China, Rusia,
Venezuela y Cuba. Para con las demás naciones, prácticamente no existían
referencias, sólo críticas por su posición en los grandes conflictos
internacionales o en el litigio con los llamados fondos buitre.
El gobierno de Mauricio Macri ha roto, por caso, el
aislamiento con Francia, ya que un presidente galo no venía a la Argentina
desde hacía 19 años. Lo mismo sucedió con Italia: la visita de un primer
ministro peninsular no se concretaba desde hacía 18 años. En menos de un mes,
llegará el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, luego de 10 años de
relaciones intermitentes, por momentos desopilantes, con el país más influyente
del mundo.
La tradición pacifista de la Argentina impone ser parte de
un mundo multipolar, donde las relaciones son muy cambiantes y sujetas a
intereses políticos y económicos por momentos indescifrables. La apertura al
diálogo y las buenas relaciones no deben colocarnos detrás del carro de los
países más desarrollados, sino que es necesaria una relación equilibrada y
justa.
Las potencialidades de nuestro país están ligadas a la
producción primaria y a la agroindustria, como así también al conocimiento
científico en diversas ramas. Es necesario que los futuros tratados impliquen
un equilibrio para el desarrollo de la industria local, que gozó de
protecciones o malas políticas que frustraron su plena expansión en las últimas
décadas.
En no pocas ocasiones, los préstamos que se conceden al país
incluyen cláusulas de compra de bienes industriales o tecnológicos, que podrían
ser abastecidos por la producción local.
La reinserción de nuestro país debe concretarse junto con
los restantes socios del Mercosur, con quienes la Argentina tiene un trato
comercial privilegiado. Este bloque debe adecuarse al reciente Tratado
Transpacífico, que agrupa a la zona de mayor desarrollo del mundo y del cual
quedó excluido.
La Argentina ha vuelto a reinsertarse en un mundo que
registra profundas transformaciones. Debe hacerlo en defensa de los intereses
de todos sus habitantes, y no sólo de algunos sectores.
Esa es la verdadera tradición diplomática argentina, más
allá de algunas relaciones pasajeras excluyentes teñidas por la subordinación o
por la ideología.
(*) Economista
© Agensur.info
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