Por Gabriela Pousa |
Otra vez sopa: gobierno y sociedad con necesidades
diferentes. Sin embargo, esta vez las diferencias no enfrentan, no implican
ninguna oposición a la actual administración. Sí marcan que las prioridades no
son las mismas. Mientras Macri se
desvela por cerrar el acuerdo con los fondos buitres y sacar a la Argentina de
un default, tan económico como moral, la sociedad quiere castigo para los
corruptos con nombre y apellido.
La ansiedad social no encuentra límite. Es imperioso ver presos a quienes robaron al pueblo. El problema es que
esta vez la paciencia escasea y puede que no alcance con un Ricardo Jaime o un
Lázaro Báez. Ya todos saben quién es la jefa. La indignación es legítima,
el deseo también. La justicia en cambio, maneja tiempos muy peculiares.
Reclamarle a Macri justicia es no haber aprendido nada del
error y el horror de la pasada década. Si
hay alguien que no debe intervenir en esa materia es el Presidente de lo
contrario, el Poder Judicial seguirá siendo lo que fue y parece seguir siendo
en muchos casos todavía: un apéndice del Ejecutivo, la anulación misma de la
administración de justicia.
Sin embargo, la gente necesita ser oída. Los jueces deben
abandonar la mala costumbre de hablar en los medios y actuar sin presiones y
con valentía. Salta a la vista que el
Poder Judicial aún no entendió el reclamo de cambio que se hizo en las urnas en
octubre pasado. Puede que los tiempos procesales no sean los tiempos
sociales pero el reloj los apura a decidir si estarán a la altura de las
circunstancias o si urge que el Consejo de la Magistratura lo haga. Así como se limpió ministerios y
dependencias públicas de “ñoquis”, hay que limpiar los tribunales. Hay un
exceso de despachos donde trabajar es solo sinónimo de “cajonear”. Es tanta
la obscenidad manifiesta que todo es materia de duda. La corrupción hizo mella
por los cuatro puntos cardinales.
El sector privado no
está ajeno a esas prácticas aunque se dirá que el mal es menor porque en
esos casos, el dinero o los intereses que se manejan no pertenecen a la gente.
Esto es verdad en cierto punto porque el daño se hace igual aunque no sea
netamente material. Veamos el caso de los medios y la militancia
comunicacional, tal vez no cercenaron bolsillos pero sí cerebros.
La consecuencia es la
falta de credibilidad en el periodismo en general. De un lado y del otro hay
que demostrar ética y probidad. No nos sirve un Estado pulcro si el sector
privado no acompaña el cambio. En este escenario, nadie puede ocupar
el rol de Poncio Pilato. Los espectadores deben ocupar un rol activo y aprobar
o reprobar con el control remoto de la televisión en la mano o haciendo girar
el dial de la radio.
Esta semana, mientras
tanto, la sociedad tendrá una demostración cabal de la sentencia de Hobbes: se
presenciará el fin del kirchnerismo no por irrupción de otro espacio político
sino por implosión. El kirchnerismo es el lobo del kirchnerismo, ya lo dijimos.
Se fagocitan entre ellos, las lealtades duraron lo que duró el poder y el
dinero. Como rezaba el anillo del fallecido ex titular de la AFA: “Todo
pasa“. Pero duró demasiado e hizo mucho daño. Los efectos colaterales
van a sentirse durante un tiempo más. No es gratuito haber hecho la vista gorda
a la barbarie porque se nos ofrecían fines de semana largos, cuotas para
electrodomésticos o se subsidiaban autos.
En otro orden de cosas, la visita de Barack Obama merece un párrafo aparte. Una imagen dijo más que mil
palabras. La Argentina vuelve a ser algo más que un mal ejemplo en el mundo
entero. Ahora bien, el cambio que los
países desarrollados esperan de nosotros no radica solo en un cambio de hombres
al frente del gobierno. No basta con que el jefe de Estado hable inglés y la
Primera Dama sea educada.
El empresariado y la dirigencia gremial deben demostrar
también que prefieren Estados Unidos a Venezuela o Irán. Ambos deben destetarse
y asumir la libertad con sus responsabilidades, el Estado no puede seguir
asistiéndolos cuando las papas queman o cuando cometen errores garrafales. Si se quiere sentarse a la mesa de los
grandes hay que madurar y crecer. El clima de negocios es trascendente
porque define inversiones, y solo con inversiones Argentina sale adelante.
No hay ni habrá milagros y tampoco hay crédito para relatos.
Mauricio Macri no es un redentor ni un predestinado, es un
administrador lo que equivale a decir que estamos en manos del profesional
acertado. El país no podía seguir dirigido por deidades autoproclamadas y
héroes falsos. Los pies sobre la tierra
no sobre pedestales de barro. El Senado será el teatro donde ver el último acto
de la decadencia kirchnerista cuando se vote a favor del pago a los holdouts.
También será el lugar donde evidenciar que el gobierno anterior no tenía
consensos sino intereses creados, gobernadores extorsionados, obediencia debida
y más caja que pericia.
Sintetizando, el kirchnerismo se termina. La presencia del Presidente de Estados
Unidos puede leerse también como un “The End” de la pesadilla. Pero cuidado
porque la implosión hará que salgan disparados kirchneristas en ruinas para
todos lados. Puede que malheridos no sean tan dañinos, pero no dejarán de ser
lo que siempre han sido: baldosas flojas que en un descuido, salpican y te
arruinan la ropa.
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