LPO recibió un violento ataque por su primicia sobre
el helicóptero
de Dietrich. La discusión de fondo.
Por Ignacio Fidanza |
La mejor manera de entablar una discusión real es verbalizar
lo oculto incómodo, eso que distorsiona lo que se dice con la presión de lo no
dicho. LPO sufrió esta semana un
ataque virulento en las redes sociales, motorizado por la impactante primicia
del uso del helicóptero presidencial como una suerte de remis aéreo, para
acercar al ministro Guillermo Dietrich a su country.
El ataque, como siempre, fue anónimo y su narrativa
previsible: Se cuestionaba al Gobierno porque se pretendía conseguir pauta
oficial.
“Por decisión del Presidente Macri, se termina la guerra del
Estado contra el periodismo, para el Estado, no hay medios enemigos ni medios
amigos”, afirmó el jefe de Gabinete, Marcos Peña, al anunciar al inicio del
actual Gobierno, el decreto de creación de la Enacom, que descabezó la ley de
medios y desactivó la obligación de desinvertir de los grupos Clarín,
Telefónica y Vila-Manzano, entre otros.
“El periodismo debe ser siempre independiente y crítico del
poder. Esa es su tarea y ese es el sentido que tiene dentro de la democracia”,
agregó el jefe de Gabinete, en un discurso que es para atesorar, porque plantea
una vara muy alta de convicción republicana.
En plena luna de miel con el electorado, propia de todo
inicio de gestión, cuando los medios tienen la pulsión –equivocada- de
acompañar el sentir mayoritario destacando lo bueno e ignorando lo malo, ese
tipo de pensamientos son fáciles de formular. Pero la verdadera fibra
republicana se mide cuando se está bajo la lluvia ácida del periodismo, cuando
el Gobierno enfrenta problemas de gestión y casos de corrupción.
La respuesta que vivió esta semana LPO no es alentadora y confirma que el poder tiene una tendencia
autoritaria innata, que sólo con instituciones fuertes se puede moderar.
Publicada la primicia de Dietrich, se descargó en Twitter un
ataque anónimo feroz contra quien escribe, amparado en usuarios falsos que usan
el prestigio de colegas como Magdalena Ruiz Guiñazú, Jorge Lanata, Eduardo Van
der Kooy, Jorge Asis y Carlos Pagni. El ataque estuvo coordinado por uno de los
colaboradores de Dietrich, que tiene el extraño mote de “influenciador” en las
redes sociales.
Lo grave es que como en el kirchnerismo, se pasó de usar un
recurso –cuestionable- para manipular climas de opinión en las redes, al ataque
directo y personal al periodista. Se suponía que al menos eso iba a cambiar.
LPO sufrió durante
los doce años del kirchnerismo escraches anónimos, hackeos, difamaciones y por
supuesto una persecución económica total, con el declarado objetivo de Máximo
Kirchner de quebrar este medio. Se le cortó toda publicidad oficial y se
presionó a los anunciantes privados para que retiraran sus auspicios.
Este medio fue crítico del kirchnerismo desde sus inicios
–incluso, cuando Alberto Fernández guionaba algunos editoriales dominicales y
Néstor Kirchner sólo recibía buenas noticias-. Ya en ese momento, se alertó
sobre la raíz autoritaria de su visión de la prensa, pero tuvieron que pasar
años y la pelea contra el campo para que la complacencia de algunos medios
empezara a dejar lugar al periodismo real.
Una guerra que no
terminó
Cuando LPO empezó
a hacer con el nuevo gobierno de Macri lo mismo que hacía
antes, periodismo crítico sobre el poder, se nos acusó de “operar” y de
ser “golpistas”. Las mismas acusaciones que recibíamos apenas cinco meses
atrás. La verdad es que este medio no hizo nada distinto de lo que venía
haciendo y lo único que cambió fue el Gobierno.
Pero se entiende la reacción, acaso algunos creyeron que por
criticar acciones del gobierno de Cristina Kirchner se había tomado partido en
la “guerra de medios”, que Peña dio por clausurada.
El problema, como es obvio, excede a este medio y al
periodismo en general y tiene que ver con una división que existe en la
sociedad y que hasta ahora el Gobierno –más allá de lo que declama- ha hecho
muy poco por atenuar.
Los medios viven de los anunciantes, que a la hora de
definir su inversión miran las audiencias. El gobierno de Macri anunció al
asumir que se terminarían las groseras discriminaciones del kirchnerismo y se
repartiría la pauta oficial según criterios “objetivos” de volumen y target de
audiencia.
Una noble idea que a LPO
le resultaría muy beneficiosa, porque es un medio líder en información política
y tiene un público robusto y auditado por ComsCore, la empresa que el mercado
homologó para auditar tráfico en internet. Sería una manera sensata de terminar
con años de injusticias y discriminación.
Sin embargo, hasta ahora nada de eso ocurrió. El Gobierno ya
lanzó dos campañas –una de prevención del Dengue y otra fomentando el turismo
de Semana Santa-, que fueron pautadas con la misma opacidad del kirchnerismo.
No se publicaron en internet, como también se había prometido, los montos
distribuidos ni a que medios.
El ministro de Modernización, Andrés Ibarra, lanzó junto a
Marcos Peña un portal de “Gobierno Abierto”, donde prometen publicar toda la
información oficial. Una iniciativa loable, pero hasta ahora el detalle de la
pauta repartida, no aparece ahí ni en ningún otro lugar.
Durante el kirchnerismo, medios como Perfil o Infobae
demandaron al Gobierno por haber sido discriminados en el reparto de la
publicidad. LPO no lo hizo por un
pudor mal entendido, pese a haber sido incluso más perjudicado, como puede
verse en un excelente trabajo de José Crettaz para La Nación que consigna el reparto de esos fondos; o incluso en el
disclosure que hizo la ex directora de comunicación de YPF, Doris Capurro, de
los 700 millones de publicidad que distribuyó sólo en el 2015 (ver documento
adjunto).
LPO no aparece en
ninguno de esos listados por la sencilla razón que no tenía pauta del gobierno
nacional. Paradójico aunque previsible, en estos días se nos acusó de
kirchneristas, ante la publicación de noticias críticas sobre los primeros
pasos del Gobierno.
Para el trabajo de auditoría de la pauta kirchnerista
Crettaz tuvo el auxilio de dos importantes organizaciones como Poder Ciudadano
-su ex presidenta es la diputada macrista Laura Alonso- y la Fundación LED, de
la ex diputada Silvana Giudici, que actualmente ocupa un cargo en el Enacom. Se
supone que con el cambio de Gobierno no abandonarán su celo investigativo y
reclamarán que ahora la pauta se reparta con mayor equilibrio.
El ajuste
El Gobierno de Macri tuvo hasta ahora con los medios chicos
y medianos una dureza que no demostró con sectores más poderosos. Marcos Peña,
que es el verdadero ejecutor de la política de medios, decidió cortar toda la
pauta oficial bajo el razonable criterio de revisar el desastre que hizo el
kirchnerismo.
El jefe de Gabinete denunció que recibió una deuda de más de
800 millones de pesos y anunció que bajaría el presupuesto global a la mitad.
Lo curioso es que la actual gestión se abocó a pagar esa deuda –que corresponde
centralmente a los medios paraestatales construidos por Cristina-, mientras que
aquellos que fueron discriminados durante la década pasada sigueron
discriminados.
Los medios se vieron sometidos así, acaso el ajuste más
drástico que haya implementado el gobierno actual a un sector, porque redujo el
flujo de recursos a cero. Lo hizo mientras lanzaba salvatajes a grandes
empresas como La Serenísima y Sancor comprando sus excedentes de leche; o a las
grandes bodegas comprándoles vino; o mucho más oneroso aún, manteniendo
subsidiado el precio del barril, para beneficio de un puñado de ricas
petroleras.
Lo mismo se puede decir del pago a los fondos buitres
liderados por Paul Singer, que se alzararán con 160 mil millones de pesos,
cristalizando una ganancia de más del 1.500 por ciento; o la eliminación total
de retenciones a mineras y buena parte de los productos del campo, al que
además se le destinaron de manera directa millones de pesos para su muestra
Expoagro.
No se trata aquí de defender medios inviables, sin audiencia
y como le gusta decir al Presidente “pautadependientes”. Pero acaso como dijo
un importante funcionario, el error fue que “el Gobierno los convirtió a todos
en Szpolski”.
La pregunta en todo caso es: ¿Por qué, por ejemplo, hay que
subsidiar a sectores poderosos como las petroleras –incluso a costa de agravar
la inflación por el precio artificialmente alto de las naftas- y castigar a los
medios? ¿Es que acaso un trabajador petrolero despedido vale más que un
trabajador de prensa?
No es un secreto que cientos, acaso miles, de periodistas
han perdido su empleo en los últimos dos meses. ¿Hay un revanchismo oculto en
este peculiar desequilibrio del ajuste?
Y no son sólo los medios kirchneristas los que están en
aprietos. Diarios, radios y canales del interior, productoras pequeñas y medianas,
portales de información, todos sufren la decisión del Gobierno de “secar la
plaza”. Repito, no es el caso de LPO
porque este medio no se construyó con el auxilio de la pauta oficial, sino a
pesar de esa carencia. Pero esa realidad, lejos de impugnar nuestro
razonamiento, lo fortalece.
Porque de lo que aquí se está hablando es de inequidad y de
la voluntad o no de reparar esa situación. En estos meses, mientras se “secaba
la plaza”, hubo actores poderosos que recibieron beneficios directos,
importantes y discrecionales. El fútbol para Clarín, Telefé y América, por ejemplo. Que además
lograron desmontar regulaciones adversas y avanzar sobre posiciones de poder
real.
Las razones de esta decisión de ser blando con los poderosos
y duro con los más chicos, se desconocen. Sin embargo, sería deseable que Macri
corrija un rumbo que seguramente no coincide con su visión de lo que debe ser
la Argentina.
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