Los papeles que juega
políticamente en el mundo
Por Martín Risso Patrón |
“Porque ese cielo azul que todos
vemos,
ni es cielo, ni es azul...¡Lástima
grande
que no sea Verdad tanta
Belleza...!”
[Bartolomé Leonardo de
Argensola,
poeta español, 1561-1631]
No me acose Doña Clota, que el horno no tá’ pa’ bollos. Ni
me sajúme la casa y me bañe con agua bendita la computadora. Vamos por partes.
Siéntese tranquilita, sáquese el escapulario y guarde ese rosario añejo que
esgrime como látigo sobre mis lomos; me ceba unos mates, y en silencio. Cuando
le dije que Francisco es algo así como un presidente, pero no tanto, no
blasfemé, como usted me acusa. Sencillamente porque está haciendo de rey y de cura a la vez. De modo que, como rey,
tiene responsabilidades como manejar un presupuesto, dictar leyes, hacer que se
cumplan, y dirigir una tropa militar, que para el caso consta de 100 efectivos
activos [todos varones], de los cuales son cuatro oficiales, 23 mandos
intermedios, 70 alabarderos, 2 tamborileros y un capellán. Utilizan el fusil
suizo Sig 550, pero se les entrena también en el uso de algunas armas
medievales como la espada y la alabarda [esa hacha que parece una lanza]. Estos
soldados forman la llamada Guardia Suiza. Además, su policía de seguridad
pública, con el apoyo de la Policía italiana [carabinieri] custodia la ciudad.
Para la seguridad exterior del Estado, la defensa de la Ciudad del Vaticano es
proporcionada por el gobierno de Italia.
El Estado Vaticano,
es un país soberano cuyo territorio cubre unas cuantas manzanas urbanas dentro
de la ciudad de Roma, en Italia, cuyo
rey se llama Francisco, pero en realidad es el ciudadano argentino Jorge Bergoglio [79], de profesión
sacerdote católico apostólico romano.
A ver si he sido claro, Doña; Jorge Papa y Francisco Bergoglio son la misma Persona y un solo
hombre verdadero, independientemente del orden de sus nombres. Claro, porque
desde que fue elegido por los Cardenales, se convirtió en Soberano pontífice de
un Estado que tiene menos de 1.000 habitantes, por un lado, y por el otro, en
dirigente espiritual y de conciencia, de 1.255 millones de ciudadanos del resto
de los países del mundo. En su pequeño reino de dos palmos [menos de la mitad
de 1 Km2, donde la quinta parte del territorio está ocupado por la
Plaza y la Basílica de San Pedro] Bergoglio
es Monarca absoluto y teocrático, según nomenclatura del derecho
internacional. Pero como su tarea de conducir más de un millardo [más de mil
millones] de conciencias en el mundo, es muy complicada, deposita las responsabilidades
del gobierno profano estatal en manos de su secretario de Estado, que por hoy
es el sacerdote con grado de Cardenal, Pietro
Parolin. El soberano dicta las leyes de Estado.
“La Ciudad del
Vaticano comenzó su existencia en 1929 tras la firma de los Pactos de Letrán
celebrados entre la Santa Sede y el entonces Reino de Italia, que en 1870 había
conquistado los Estados Pontificios”, describen los que saben, en las
enciclopedias.
En resumidas cuentas
El líder terrenal Jorge Bergoglio reina en el soberano
territorio vaticano de 0,44 Km2, y el líder espiritual Francisco, conduce a más
de mil millones de personas en la extensión del planeta, que contiene en total,
a enero de 2016, 7 mil 300 millones de ánimas. “Francisco, S. J., de nombre
secular Jorge Mario Bergoglio, es
el 266.º y actual papa de la Iglesia católica. Como tal, es el jefe de Estado y el octavo soberano de
la Ciudad del Vaticano”, [Wikipedia].
Eso genera dos escenarios de gestión, muy importante cada
uno de ellos, por cierto. Lo dijo Agustín
de Hipona: La ciudad de Dios y la ciudad terrena, dios contra los paganos;
una confrontación. Pero con idéntica
forma de gobierno, hoy, en su versión vaticana del siglo XXI. Veamos cómo
funciona Francisco Bergoglio en ambos escenarios a la vez.
Francisco celestial
Como queda dicho, el Pontífice, constructor
del Puente [tener en cuenta este epíteto], transita por una doble vía; no
se sabe bien si ambas se dirigen en la misma dirección. Justamente por aquello
de que el mundo no es uniforme en lo que a prácticas religiosas se refiere.
Pero esto no importa. El pontífice católico se constituye en árbitro de las
relaciones internacionales en la posmodernidad, desde su propia historia de
haber sido por siglo generador de guerras étnicas, territoriales y políticas.
Conduce la conciencia de los católicos del mundo; y en los Estados que no lo
son, los dirigentes le tienen un reverencial respeto, que se independiza de sus
ideologías o formas de gobierno. Francisco fue recibido por los gobernantes
comunistas cubanos, y en su visita africana, por algunos líderes animistas.
Francisco, como Juan Pablo II, se mete en el riñón de la
sociedad global, pero esencialmente, es el constructor del puente hacia el
infinito cielo.
Jorge terrenal
El más absoluto de los monarcas europeos, sólo igualado por
algunos jefes tribales africanos, superador en poder interno, eclesial, de las
teocracias musulmanas. Jorge,
expresamente, por su mandato clerical, no pertenecería a ninguna ideología política
[sistema de ideas, claro]; por lo tanto, es un monarca exento de cualquier
carácter político del que se presume contiene su Conciencia religiosa: El dogma
católico. Pero...
El papa católico
tiene influencia sobre cualquier Estado del planeta, independientemente de
la fe; eso es innegable. Algunos antecesores de Francisco operaron
diplomáticamente en conflictos bélicos, diplomáticos y territoriales. Tal es la
influencia, que el polaco Karol Juan
Pablo II Wojtyla, en su momento, sin picota ni bulldozer, ni las alabardas suizas de sus cien valientes,
transformó la historia mundial políticamente derruyendo literalmente el muro de
Berlín, injusto signo de la posguerra; logró instalar las condiciones para una
globalización cuyas olas y resacas se
agudizaron en la Historia desde finales del s. XX y continúan. Que son
aquellas donde navega hoy el piloto Francisco. Buscando derruir otras barreras
más ríspidas: Las internas de la Iglesia que conduce; también las étnicas y las
sexuales.
En este escenario, Bergoglio funciona hacia afuera y hacia
adentro de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana. Ha sacado de su propia voluntad un plan inquisidor hacia adentro, y un
plan armonizador hacia afuera. Eso, sin importar esa dualidad que marca su
existencia. Y esto, Doña, tiene valor histórico. No debemos olvidar en este
punto, que el Estado soberano Vaticano, hoy tiene exactamente 77 años de
existencia, y nació de un tratado político para modificar la existencia de los
Estados Pontificios, que desarrollaron su Historia durante 1.119 años
[751-1870] en la región del Lacio, cuya longevidad había sedimentado el Reino
celestial por sobre el temporal, al que subyugaba. Fue Benito Mussolini quien, ante el vacío existencial de un Estado
político, pero fuertemente unido en la disolución [si cabe la paradoja],
suscribe con Pio XI Los Pactos de Letrán, que sitúan su sede en
las 44 hectáreas dentro de la ciudad de Roma.
Cómo no preguntarnos entonces, si tiene o no influencia en
el Estado argentino, viniendo, encima, de su propio riñón; nació en el
territorio nacional, con todos los derechos y obligaciones ciudadanas que tiene
cualquier ciudadano argentino de a pie. Pero eso, según su profesión, es el ámbito profano [pagano, para Agustín]. Entonces tuvo que
nacer de nuevo para la otra Urbe, donde ahora es rey [terrenal, paradojalmente].
Y nació como jesuita, que no es poco, con la nacionalidad universal de quienes
se conciben ciudadanos de dios. No en vano, su corona, la tiara papal, tiene
tres coronas. Entre las múltiples interpretaciones de su simbolismo, de alguna
manera concordantes, menciono la que le adjudica potestad en los «mundos celestial, humano y terrestre»,
a la manera de los emperadores del Sacro Imperio Romano Germánico, que eran
coronados tres veces, en honor a ser
reyes de Alemania, de Italia y como emperadores romanos.
El pontífice católico romano es alguien influyente en la
Ciudad [Urbi] y el Mundo [Orbi]. Jorge Francisco no puede eludirlo. Argentina pertenece al Orbi de Francisco, y Jorge pertenece a
la Urbe del extremo sur de América.
Pero ¿qué sucede
diplomáticamente?
Los embajadores pontificales son sus eminencias reverendísimas los Nuncios Papales. Portadores de
pliegos diplomáticos profanos, según demandan los tratados internacionales,
sujetos a aprobación del Estado de destino.
Sucede mucho y nada, Doña Clota, según usted quiera ver por
delante o por detrás de su mantilla. Los argentinos nunca le dimos importancia
más que la del santo temor de dios, a
la existencia papal; temor que infunde angustia existencial a la inmensa
mayoría de los argentinos. Justamente eso es lo que sucede mucho. Los argentinos somos vaticanos del reino celestial, y el
pontífice nos envía por el puente a su reserva territorial. La importancia de
esto, reside en que cualquier cosa que haga el Estado profano argentino, laico
pero no tanto según la CN, es percibido por la mirilla de los confesionarios;
ese enrejadito, ¿vio? Preguntar por la
arremetida de cristo vence, y
los incendios de templos del 55 [atribuidos a hordas peronistas pero no del
todo aclarados] con los nefastos resultados históricos para el país, frente a
la laicidad de Perón. Entre 1953 y
1958, fue Nuncio Mario Zanin [1890-1958].
El actual es el suizo Emil Paul
Tscherrig [60].
Cuando afirmé que no sucede ná, significa que nunca se pudo despegar el Estado argentino de esa
suerte de dependencia de conciencia popular argentina, del Estado vaticano. La laicidad, siempre, como materia
pendiente en las agendas de las relaciones entre ambos estados. Ya leyó
arriba lo que sucedió con Perón.
Por si fuera poco
El país tiene algunos adornos internacionales que cuentan
para la imagen: 1 reina [Máxima de
Holanda]; 1 crack del fóbal mundial [Lionel La
Pulga Messi, Club de Futbol
Barcelona], y 1 Papa [Francisco,
monarca en el Vaticano]. También 5
Premios Nobel son paisanos: Carlos Saavedra
Lamas [PN de la Paz, 1936]; Bernardo Houssay,
PN Fisiología y Medicina, 1947; Luis Leloir
PN Química, 1970]; Adolfo Pérez Esquivel
PN de la Paz, 1980], y César Milstein,
PN Fisiología y Medicina, 1984.
De los nombrados, el que más acumula poder temporal, con el
valor agregado del Poder de conciencia, es el jesuita Jorge Mario Bergoglio [79], también llamado Franciscus PP [Pater et
Pontifice, padre y constructor del puente].
Los periodistas, por estos días se masajean los sesos para
descifrar en qué agenda estuvo registrada la entrevista de 22 minutos que
nuestro presidente de la República Mauricio
Macri mantuvo con Bergoglio PP
en el Vaticano.
Este modesto analista que intenta mostrarle a la algo
disgustada Doña Clota los datos de la realidad sobre esa importante cuestión,
no ha podido concluir, sino que: Si el que hablaba fue Jorge, el argentino,
dijo cosas que pensaba Francisco, el romano; o viceversa: Si era Franciscus PP, posiblemente le habrá
dicho cosas que pensaba Jorge el porteño caminador barrial.
Pero lo que queda muy, pero muy en claro en primer término,
es que sea cual fuere la combinación de personalidades, en todos los casos
habló el Poder. Ese que nos marca el lomo para toda la vida, con la marca
pontifical: tu Estado republicano es Laico, pero no tanto. Y después, dando
por sentado que haya sido así, decirle eso a un presidente liberal, muchas
veces catalogado de derechas, por ser liberal capitalista, es ponerlo en la
vereda de enfrente, teniendo en cuenta que el liberal-capitalismo [carácter
explícito de la gestión de Macri] es tan universal, en un mundo globalizado,
como es universal el carácter pontifical católico apostólico y romano. Choque.
Porque el Liberalismo económico no tiene banderas y debe ser respetuoso
únicamente de una sola iconoclastia: el
Capital, que es lo mismo, exactamente lo
mismo que la Iglesia CAR respeta, pero con un discurso proveniente del más
allá, donde está el Cielo, la otra cabeza del puente que construyen los Papas.
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