(pero lo había
sepultado vivo)
Por J. Valeriano Colque (*) |
A fines de 2012, el juez Thomas Griesa había ordenado pagar
a los bonistas que hacían juicio contra la Argentina. El kirchnerismo había
enterrado al default con los canjes 2005 y 2010. Pero lo había enterrado vivo.
En efecto, quienes hacen política con la patente de su
apellido sufrieron una paliza polifacética.
La soberbia
desarmada. Fue de principiantes el error de poner a Axel Kicillof a vender
en el Congreso una “propuesta superadora”, la misma que acumuló tres años de
fracaso y agravó la pérdida de reservas, el cepo, la emisión y la inflación.
A Margarita Stolbizer le bastó una pregunta (“¿Por qué no la
aplicaste cuando eras ministro?”) para destartalarlo: o bien Kicillof tiene
razón, y entonces no se entiende el error de su inacción, encima exhibida con
orgullo durante tres años. Y no sin soberbia (como cuando en 2013 tildó de
“papagayos” a quienes proponían un arreglo que hubiera sido mucho menos oneroso
que hoy), o bien no tiene razón, y su receta superadora es un verso.
Un táctico más fino hubiera puesto a otro a decir eso.
Kicillof como enunciador estaba condenado a la paradoja, como cuando alguien te
dice: “Te estoy mintiendo”. Margarita vio luz, subió y se llevó la cucarda más
obvia de la sesión.
La otra fuga.
Otra derrota son las despedidas. Lacónicas. Mudas. Kirchneristas de la hora uno
dejaron el bloque K el mismo día en que decidieron su voto por el proyecto
macrista. Hubo otros seis que no respondieron a las cintas grabadas enviadas
desde El Calafate. Se suman a la quincena de legisladores que ya se fueron con
Diego Bossio.
El desgaje se multiplica por legislaturas y concejos
deliberantes de todo el país. La votación terminó 165 a 86 a favor del proyecto
macrista. Casi justo dos por uno.
Perejiles y pesados.
La calle ya no es lo que era. Fuera del Congreso, las huestes kirchneristas no
compitieron con los partidos de izquierda para ver quién dominaba la protesta:
eran muchos más los otros. O bien el manejo de la caja estatal era
efectivamente el combustible del compromiso militante, o bien la
desmoralización ya es tal que transformó la prometida epopeya del aguante en un
relato aburrido para chicos que ya están en otra cosa.
Soldados de Lázaro.
Mientras esto sucedía, en las redes sociales y en los medios se veía al hijo
del hipercontratista estatal de Santa Cruz y la Nación Lázaro Báez–un cajero de
banco hasta que Kirchner fue gobernador–contando, pesando y transportando una
cantidad inusitada de billetes... en una financiera que funciona en el mismo
edificio en que Cristina Fernández tenía/tiene un departamento y en que vivía
el vicepresidente Amado Boudou.
Cuando estalló el escándalo de la ruta del dinero K, en
abril de 2013, el hijo de Báez había negado haber ido alguna vez a esa
financiera. Las filmaciones son de septiembre, octubre y noviembre de 2012. No
era lo único que se veía en los medios. Resonaba la frase que dejó la gira de
Guillermo Moreno por los canales de televisión: “Temblaba como una nena del
Liceo que va a debutar”. Nadie sabe qué ropero usará el progresismo para
ocultar semejante frase.
También giraban las fotos de menemismo explícito de José
Ottavis y Vicky Xipolitakis, que en los ’90 hubieran horrorizado a tantas almas
bellas.
Reaganomics, para
López. Al mismo tiempo, se conocía cómo se las ingenió el empresario K
Cristóbal López para expandir su imperio: usando 8.000 millones de la Afip.
Es una derrota conceptual: nadie estimuló nunca la economía
privada bajando tantos impuestos a los ricos como lo hicieron Boudou y Kicillof
en el mandato de Cristina. Es reaganomics de la buena, thatcherismo puro,
primera prensada del Consenso de Washington. Eso sí: reservado sólo para
algunos. A dedo.
(*) Economista
(*) Economista
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