Las propuestas de
Thomas Piketty
Por Juan Gerardo
Martínez Borrayo y Citlalic López Aceves
Thomas Piketty es un economista francés que publicó en 2013
este libro que comienza a ser considerado un clásico de la economía y que, para
sorpresa de muchos, es ya un best seller,
algo inesperado para un libro de economía. Publicado en español por el Fondo de
Cultura Económica en 2014, El capital en
el siglo XXI es valioso ya que escribe de un tema que nos debería de
importar a todos y presenta su información de manera rigurosa y clara; tiene la
virtud de que es posible de leer por cualquiera que no sea un especialista en
el área.
Hay dos conclusiones generales que se deben de destacar. La
primera es que la historia de la distribución de la riqueza es una cuestión
eminentemente política y no un tema sólo de economía. Esto, en parte, está
demostrado por el hecho de que en el siglo XX hubo dos periodos de reducción de
la desigualdad que están ligadas a las dos guerras mundiales y a las políticas
públicas instrumentadas después de esas conflagraciones.
La segunda conclusión a la que llega es que hay mecanismos
que reducen la desigualdad y los hay también que la aumentan. El principal
mecanismo de reducción de la desigualdad es el proceso de difusión de los
conocimientos, la inversión en la capacitación y formación de habilidades,
además de las políticas seguidas en materia de educación, acceso a la
formación, así como de instituciones creadas en ese campo.
Por otro lado, los mecanismos que aumentan la desigualdad
son, en primer, lugar un bajo crecimiento y, en segundo, un elevado rendimiento
del capital. Sobre todo el segundo, que resume en la fórmula r>g.
Para explicar en qué consisten éstos y otros mecanismos que
generan desigualdad Piketty nos habla en el primer capítulo sobre qué es el
ingreso nacional (el conjunto de los ingresos de los que disponen los
residentes de un país a lo largo de un año), qué es el capital (es el valor
total, estimado a los precios de mercado, de todo lo que poseen los residentes
y el gobierno de un país en un momento determinado, siempre y cuando pueda ser
intercambiado en un mercado) y cuál es la relación capital/ingreso (la cantidad
total de riquezas poseídas en un tiempo dado, puede ser comparada con la
cantidad de riquezas producidas y distribuidas en un periodo dado); esta
relación se vincula con la participación de los ingresos del capital en el
ingreso nacional dando como resultado la primera ley fundamental del
capitalismo: α=rxβ, en donde α es la participación
de los ingresos del capital en el ingreso nacional, r es la tasa de rendimiento
promedio del capital y β es la relación capital/ingreso. Con el fin de ilustrar
esta ley el resto del capítulo lo dedica a la descripción de las grandes líneas
de evolución de la distribución mundial del ingreso y la producción.
El segundo capítulo analiza con detenimiento la evolución de
las tasas de crecimiento de la población y de la producción después de la
revolución industrial. La relación entre ambas es simple de entender; si el
crecimiento de un país es de 3% y su población crece al 1%, entonces la tasa de
crecimiento es en realidad de 2%. A lo largo de prácticamente toda la historia
de la humanidad tales cuentas dan como resultado un crecimiento de 0. Pero es a
partir del año 1700 cuando la producción realmente ha crecido a pesar de que
también ha habido un aumento de la población. Esto es aún más cierto para el
último siglo. Tomados en su conjunto, en los últimos trescientos años el
crecimiento de toda la humanidad ha sido de 8%. Esta cantidad puede sonar
ridícula (todo el mundo quiere crecer a tasas de 7% o más, Fox dixit), pero en
realidad es un crecimiento sumamente rápido; esta idea es conocida como la ley
del crecimiento acumulado (una tasa de rendimiento anual de algunos puntos
porcentuales, acumulada sobre varias décadas, lleva mecánicamente a un muy
significativo incremento del capital). El problema es que a futuro se esperan
dos cosas, una es que la tasa de crecimiento demográfico en todo el mundo está
bajando de tal manera que para el año 2100 cree que va a ser la misma que
existía hace mil años. Y otra, Piketty augura que para la misma fecha también
la tasa de crecimiento va a bajar probablemente a menos de la mitad de la que
existe en la actualidad.
Los siguientes cuatro capítulos constituyen la segunda parte
del libro llamada “La dinámica de la relación capital/ingreso”. En éste analiza
la manera en que se presenta, en el inicio del siglo XXI, el tema de la
evolución a largo plazo de la relación capital/ingreso y del reparto global del
ingreso nacional, entre ingresos por trabajo e ingresos por capital.
El capítulo III presenta los cambios del capital desde el
siglo XVIII en Reino Unido y Francia. En estos dos países básicamente el
capital nacional (medido como % del ingreso nacional) ha pasado de ser
eminentemente agrícola a capital inmobiliario, industrial y financiero. Pero lo
más interesante es que si se hace la división del capital privado y del público
se observa que desde 1700 hasta 1910, en ambos países, el capital privado es
mayoritario; pero de 1910 a 1970 hay una drástica reducción de ese capital. Y
lo mismo pasa para los casos de Alemania y de Estados Unidos, que es lo que
analiza el capítulo IV.
Una de las cosas que llama la atención de lo que presenta en
los capítulos III y IV es que a pesar de los cambios en la naturaleza del
capital su valor no cambió o bien, cuando lo hizo, tendió a volver a los mismos
niveles históricos. Su respuesta es la segunda ley fundamental del capitalismo.
La conocida relación entre capital e ingreso β la vincula con la tasa de ahorro
del país s y su tasa de crecimiento de su ingreso nacional g, y la fórmula es
la siguiente: β=s/g. Esto es lo principal que analiza en el capítulo V.
Utilizando el mismo ejemplo que presenta Piketty, si suponemos que un país
ahorra 12% de su ingreso y si la tasa de crecimiento es de 2% anual, entonces
el país en cuestión tenderá a acumular 600% de ingreso nacional en capital.
Ésta es una ley válida sólo a largo plazo, y se necesitan décadas para que se
cumpla la ley. En este momento la relación capital/ingreso en el mundo se
acerca a 500% y especula que para finales del siglo será de 700%.
La siguiente pregunta que trata de responder Piketty en el
capítulo VI es ¿Cuánto del ingreso es debido al capital y cuanto al trabajo? Su
análisis histórico muestra que en términos generales la mayor parte de los
ingresos provienen del capital y no del trabajo (70 y 30% respectivamente),
esto a pesar de que el rendimiento del capital ha sido como de 4 o 5% en los
siglos XVIII y XIX, y de 3 y 4% actualmente. Si recordamos que hay una
perspectiva de crecimiento bajo y un incremento demográfico nulo, entonces los
patrimonios provenientes del pasado adquieren cada vez más una mayor
importancia.
Al ingresar a la tercera sección del libro, “La estructura
de la desigualdad”, comienza a tratar el tema que en realidad más le interesa:
cómo se está concentrando la riqueza en el nivel individual. La pregunta
central que se plantea en el capítulo VII es ¿qué es más importante en este
fenómeno de concentración: el trabajo o la herencia? Su respuesta es que, a
pesar de la muy difundida creencia de que las desigualdades se basan en el
trabajo y el mérito individual, en realidad el capital siempre está distribuido
de manera más desigual que el trabajo. Como hablar de más o menos desigualdad
es un tanto ambiguo, introduce unas tablas en las que especifica que una
desigualdad baja es aquella en la que 10% de los más ricos tienen 25% de los
ingresos, mientras que desigualdad muy elevada es aquella en la que ese mismo
grupo de personas tiene el 60%. Si recordamos que el capítulo VI nos dice que
la mayor parte de los ingresos vienen del capital, entonces la concentración
está más ligada a los ingresos provenientes del capital que del trabajo, y el
capital es una cuestión más de herencia que de méritos propios.
Llegamos así al capítulo VIII, “Los dos mundos”, que es
probablemente el más revelador de todos. Como muestra del fenómeno mundial que
se está presentando de concentración de la riqueza, describe el caso de
Francia. En 1932 el .5% de la población más rica era la que recibía más ingreso
por el capital que por el trabajo; esa cifra se redujo en 2005 a .1%; es decir,
mucho menos gente se estaba haciendo realmente rica. Este fenómeno se inició
desde la década de los ochenta en Francia y en los setenta en Estados Unidos,
con la diferencia de que en este último país la concentración de la riqueza es
mucho más acusada.
Que la mayor parte de los ingresos sean provenientes del
capital no quiere decir que el trabajo no sea una fuente de riqueza, sobre todo
si recordamos que la capacitación para el trabajo, es decir, la educación, es
la principal forma de distribución de la riqueza. Pero resulta que la
concentración de la riqueza se explica también por la aparición de lo que
Piketty llama los “superejecutivos”, que son aquellos sujetos que ganan enormes
cantidades de dinero por su trabajo (son parte del percentil superior de
ricos). Esto es sobre todo cierto para los países anglosajones (Estados Unidos,
Reino Unido, Canadá y Australia), menos para Europa y Japón y, al parecer, aún
más dramático para los países emergentes (presenta datos de la India,
Indonesia, China, Sudáfrica, Argentina y Colombia). Todo esto es parte del
capítulo IX.
En el capítulo X plantea como eje de análisis el siguiente
punto ¿cómo y por qué se dio la concentración de la riqueza que estamos
observando? La respuesta la dimos en la primera fórmula que presentamos en este
texto: >. Es decir, ha habido una tasa de rendimiento del capital superior al
crecimiento. De hecho, siempre es así, pero ¿por qué el rendimiento del capital
es superior a la tasa de crecimiento siempre? Hay tres respuestas a esta
cuestión: tiempo, crecimiento e impuestos. Lo principal son los impuestos: los
impuestos al capital son muy reducidos. Si el siglo XX se caracterizó por una
baja en la desigualdad, pero a partir de los ochenta ésta ha ido aumentando, su
conclusión es que el siglo XXI va a ser más desigual que el XX.
El capítulo XI analiza a profundidad el papel que desempeñarán
a largo plazo la herencia y el mérito. El autor prevé que para el siglo XXI la
herencia volverá a tener un papel preponderante en la acumulación de la
riqueza, pues en el presente la tasa de rendimiento es mucho más alta que la
tasa de crecimiento, además de mostrarse una disminución demográfica importante
a futuro. Para el autor el factor demográfico es determinante para el aumento
del crecimiento económico: a menor población mayor acumulación de riqueza a
largo tiempo —patrimonio de herencia— y por lo tanto mayor estancamiento en el
crecimiento y en el aumento de la desigualdad, pues el capital no circula a los
deciles inferiores que no cuentan con herencia.
En el capítulo XII, “La desigualdad mundial en la riqueza en
el siglo XXI”, se pregunta ¿va a incrementarse de manera ilimitada en el siglo
XXI el porcentaje del capital mundial propiedad de los ultra–ricos que aparecen
en las clasificaciones de las revistas? Piketty cree que no va a ser así pues
eso llevaría a un colapso de la economía, ya que el ahorro de todo el dinero
que no puede gastarse ya no se sabe en dónde invertirse, y por ello el
rendimiento mundial del capital acabará por desplomarse.
La última parte del libro es “Regular el capital en el siglo
XXI”. ¿Cuál es la propuesta de Piketty para contrarrestar los efectos de la
desigualdad entre la tasa de rendimiento frente a la tasa de crecimiento? Los
nombres de los capítulos que constituyen esta sección dan la respuesta. El
capítulo XIII se llama “Un Estado social para el siglo XXI”, el XIV “Repensar
el impuesto progresivo sobre el ingreso”, el XV “Un impuesto mundial sobre el
capital” y el XVI “La deuda pública”.
Sobre el Estado social dice que esto significa financiar la
educación, la salud y las jubilaciones. Basándose en John Rawls y Amartya Sen,
propone que sea la formación de capacidades, vía una educación competente e
incluyente para todos, una de las vías para combatir la desigualdad.
El otro punto central de su propuesta son los impuestos. Se
debe de organizar con eficacia el financiamiento público y por ello se debe de
estructurar el sistema fiscal para que mientras más riqueza posean las personas
más impuestos paguen.
La propuesta de mayor trascendencia se refiere a la
formación de un impuesto mundial sobre el capital. ¿A qué se refiere Piketty
con esto? La idea es formar un impuesto de manera progresiva y lenta; primero
regionalmente, luego de manera nacional, continental y después mundial sobre el
capital individual, es decir, sobre el valor neto de los activos que cada
persona controla.
Piketty considera el impuesto mundial sobre el capital
necesario para evitar la creciente desigualdad vaticinada para el siglo XXI,
además de ser complementario de los impuestos progresivos en ingreso, herencia
y capital. Antes de imponer el impuesto mundial sobre el capital, dice, es
necesario democratizar y transparentar la riqueza que poseen unos y otros en el
ámbito internacional y buscar un mecanismo de transparencia financiera
internacional.
Por último, el debate en muchos países ha sido cómo reducir
la deuda pública. Generalmente se ha propuesto que se puede reducir con medidas
impositivas, inflacionarias o de austeridad. En su opinión, el debate debería
de ser cómo reducir la desigualdad y eso sólo es posible con la participación
del Estado en economía, por medio de reformas al sistema fiscal y su
democratización en la información, transparencia sobre las grandes fortunas
para evitar paraísos fiscales; asimismo, aumentar los impuestos progresivos
sobre el capital y la herencia, concentrándose principalmente en las altas
fortunas, para distribuir de esta manera el capital a los demás deciles,
complementado a su vez con la formación de un impuesto mundial sobre el
capital.
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