Por Guillermo Piro |
El Fondo de Cultura Económica publicó en 2008 El aprendizaje
amoroso, un libro ilustrado por Emmanuelle Houdart, pintora e ilustradora suiza
nacida en 1967, y escrito por la francesa Laëtitia Bourget. El libro fue
reeditado en 2010 por el sello español Océano, con el título Y vivieron
felices...
La historia de El aprendizaje amoroso es de una sencillez
apabullante, y tal vez es por eso que resulta tan encantador, tan inteligente y
tan original.
La historia comienza luego de que el príncipe superó las pruebas
más insuperables y finalmente se quedó con la princesa. Es algo que nos
preguntamos muchas veces: ¿qué pasó después del clásico “fueron felices y
comieron perdices”?
Disponen de un palacio donde pueden hacer lo que se les
antoje. Después de todo era lo que deseaban más que nada en el mundo. Al
principio comen golosinas todo el día, se quedan en la cama hasta mediodía,
leen cuentos en voz alta hasta entrada la noche y hacen fiestas con amigos.
Hasta que aparecen las primeras dificultades, y los dos protagonistas deben
afrontarlas. Y no hay peor dificultad que la que depara la vida cotidiana, como
elegir el color con que pintarán el palacio, decidir la ubicación de los
muebles, ponerse de acuerdo en qué nombre darles a los hijos y soportar los
defectos del otro. La princesa debe aceptar que el príncipe la deje sola para
irse a cazar monstruos malvados, y el príncipe, a su vez, debe aceptar con
estoicismo principesco que la princesa baile con otros caballeros, en muchos
casos más bellos, más arrogantes, más locuaces, más flacos y con más cabellos
que él. La mirada irónica de las autoras desdramatiza los conflictos que
cualquier pareja conoce, sin por eso quitarle dramatismo al relato. ¿Quién se
queda con la última bocha de helado? ¿Por qué incluso los seres de aspecto más
perfecto cuando duermen roncan? ¿Y por qué hasta a las mujeres más hermosas a
veces les aparecen granos en la cara? Si actualmente escasean los remedios para
evitar el vaho tremendo que emanan los zapatos cuando nos descalzamos para
meternos en la cama, imagínense lo que olerá el calzado de un príncipe del
siglo XVIII después de una larga caminata. ¿Y cuando a la princesa se le
escapaba un ruidoso aroma a pesar de todos sus esfuerzos por contenerlo? Nadie
imaginaba que convivir fuera tan complicado. Era algo que en medio de las
peripecias nadie se había detenido a pensar. De pronto el príncipe tiene la
sospecha de que la princesa no se puso linda sólo para él, y entonces cree que
el remedio es encerrarse en las caballerizas con sus amigos para hablar cosas
de hombres. Hay momentos en que ambos se dicen cosas feas uno al otro. Saben
que nada de eso es cierto, pero de todos modos acaban de decirlas. La pregunta
es: ¿cómo siguieron amándose a pesar de todo?
Los editores se empeñan en decir que se trata de un libro
infantil. No entiendo de dónde habrán sacado eso.
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