Por Gabriela Pousa |
Tiempos difíciles
pero no imposibles. Quizás sea esa la más cabal de las diferencias con el
kirchnerismo. El gobierno de Cristina se ufanó de complicarle la vida a los
argentinos en general y a la clase media en particular.
Caprichos y revanchas, venganzas y resentimientos cuya
exégesis le cabe solo a un psiquiatra. Por esos menesteres, la política estuvo
sumida durante muchos años en la nada. Y es que en rigor de verdad no hubo política en ese tiempo, hubo
intereses particulares, negociados entre pares, y un macabro juego de
testaferros y operadores fantasmas.
Hoy, en cambio, se habla de internas, de halcones y palomas,
de quienes dicen negro y quienes prefieren blanco, de desavenencias, de
funcionarios que explicaron con mayor o menor claridad lo que está pasando… Bienvenidos los “enredos”, los desacuerdos,
los intercambios y hasta los pasos al costado. En lugar de preocuparse habría
que agradecer que todo eso pase porque implica, ni más ni menos, que el regreso
de la política a la Argentina.
La calma de los
cementerios que parecía ser la Casa de Gobierno años atrás era una ficción, un
telón que tapaba un hervidero donde todos desconfiaban de todos y cada cual
hacia su juego, sonriendo por supuesto. Amado Boudou sonrió siempre, Julio
De Vido lo mismo, Cristina bailaba en cadena, Aníbal Fernández se mofaba del
periodismo, en definitiva de todos los argentinos.
Ahora en la misma
Casa Rosada hay debate, discusión, pedido de explicaciones, y hay funcionarios
que sin importar el cargo, piden perdón. Sincerémonos: no estamos
acostumbrados al respeto y la educación. Antes
las paritarias eran intercambios de favores,mayor aparece que no, ojalá que no.
Solo el tiempo y la gestión indicarán el éxito o no de la
actual administración. Hoy todo análisis
tiene gran cuota de especulación, incluido este por supuesto. Manejar un país
devastado no es tarea sencilla, se necesita poner sobre la mesa la mayor
variedad de opciones para alcanzar la salida. Es sano el debate de gradualismo
o shock porque de ahí puede emanar la solución.
Las inconsistencias a las que se hace referencia son fruto
de un equipo de novatos en el Poder Ejecutivo de la Nación. Son los palotes
torcidos que hacíamos nosotros en primer grado y a los seis años. ¿Hubiese sido mejor elegir a quienes ya tuvieron
experiencia en el gobierno? No es muy maduro apostar al “más vale malo conocido que bueno por conocer”, incluso cuando el
nuevo tampoco resulte bueno después…
Leer en estos días críticas a un ministro porque es más
frepasista, a otro porque en lugar de liberal es desarrollista o porque hay un
gen peronista inmiscuyéndose en un tercero, además de poco serio, es una
chicana que genera nervios en una sociedad que necesita denodadamente paz. Desde luego que lo que viene no es
sencillo, habrá marchas y contramarchas dentro y fuera del gobierno, habrá
mayor y menor tolerancia según los intereses en juego. Pero todo ello se resume
en ocho letras que quizás todavía no entendemos: Política.
Hasta ahora estuvimos viendo boxeo creyendo que era balón
cesto. Ahora estamos viendo política aunque creamos, o quieran hacernos creer,
que son internas, ineficacia o patadas al voleo. Hay que mirar el contador: si la pelota entra al arco es lo que en
definitiva, dirá si el partido se va ganando o no. Hasta entonces, los
análisis aportan poco o nada, y la cautela es la mejor aliada.
Los elogios y las críticas
son solo eso: expresiones de deseo o bolsillos menos llenos, pero de ningún
modo es un gobierno empeñado en complicarle la vida al pueblo. Si no vemos esa
diferencia, si no partimos de ella, el problema busquémoslo adentro nuestro
porque no está en el Presidente ni el color de la camiseta del PRO o Cambiemos.
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