Por Germán Gegenschatz |
“Les hablé con el corazón y me contestaron con el bolsillo”
dijo el ex ministro de economía político de Alfonsín en 1989, Juan Carlos
Pugliese, en lo que fue el reconocimiento más poético en el sentido que en
economía hay aspectos técnicos ineludibles. Cuando escuchamos explicar la
decisión de eliminar la inflación de a poco “para no generar despidos, ajuste
fiscal y social”, también parece una apelación al corazón.
Puede que sea más piadoso, y novedoso, eliminar sin demora
el ajuste social que representa la inflación, que diferir la solución del
déficit fiscal que la provoca. Quizás se vive como tragedia el no arreglo con
los holdouts, porque impide financiar el déficit fiscal con endeudamiento más
que por los efectos sociales del déficit, quizás haya una fuerte convicción
técnica no declarada: que el gasto público es inflexible a la baja.
Vale recordar que el gobierno anterior se quedó sin batallas
imaginarias por inventar y sin estadística por fraguar, para evitar la difusión
y comprensión de los efectos sociales devastadores de la inflación, ser sincero
acerca de su existencia y exacto para medir la inflación y sus efectos es una
clara mejora de convivencia colectiva, aunque dudo que por sí sola lleve a
mejor destino, si la herramienta antiinflacionaria central es el endeudamiento,
como parece ser la percepción dominante en estos días.
El endeudamiento, históricamente, operó más como un indulto
a los efectos inflacionarios del déficit fiscal y el preludio de una nueva
crisis, que como parte integrante de una política para paliar los efectos
sociales, mientras se adoptan medidas eficientes y sustentables para remover el
déficit fiscal; de otra forma no se explican los sucesivos defaults de nuestro
país y el simultáneo déficit fiscal, endeudamiento creciente e inflación.
La batalla cultural puede ser también lograr un aprendizaje,
comprender que la economía tiene sus reglas y la política también, que la
política y la economía tienen sus límites, que ambas conviven todo el tiempo y
que cuando las decisiones del poder toman en cuenta reglas y límites de ambas
hay beneficios sociales y políticos para la comunidad en su conjunto, pero
cuando ignoran límites y reglas solo se aumenta la pobreza y se precariza la
actividad productiva.
La preocupación del propio gobierno por la inflación, que
sigue como si nada hubiese pasado el 10 diciembre de 2015, parte de saber que:
cuando hay errores técnicos en la política económica hay perjuicios sociales y
por tanto, aun cuanto haya algunos aciertos políticos, el resultado será menos
votos, mientras que cuando hay aciertos en la economía, se obtienen dividendos
sociales favorables y por tanto los errores políticos carecen de efectos
electorales adversos de importancia, se ganan elecciones igual.
El kirchnerismo perdió la elección, fundamentalmente, por su
fracaso económico. Este fracaso hizo ver que Scioli y todo su entorno, eran
garantía de continuidad de los males económicos y las arbitrariedades políticas
hechas para tapar sus fracasos, tan tangible es este fracaso que el margen
social para el error es cercano a cero.
Todo el mundo sabe que la elección del 2017 es una elección
intermedia clave, que requiere un resultado contundente en materia económica
para ganarla y así facilitar la gestión legislativa del oficialismo. Entonces,
sí o sí se necesitan resultados tangibles y una percepción favorable respecto
de la evolución económica, esto es lo que define si la remoción de las causas
de la inflación se llevará a cabo o no y en qué tiempos.
© C&P – Comunidad
y Política
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