Por Román Lejtman |
Pese a sus diferencias
ideológicas, y al frío que caracteriza sus relaciones personales, coincidieron
en la necesidad de un programa de gobierno destinado a terminar con la pobreza,
atacar al narcotráfico y cerrar las heridas en la sociedad.
En la
intimidad del Papa aún se comenta la traición de CFK.
“Avanti”, le dijo el Papa al Presidente argentino en la
entrada de la Biblioteca Apostólica, escenario que utiliza en el Vaticano para
recibir a los jefes de Estado. La
reunión duró 22 minutos, un tiempo mínimo que usaron Macri y Francisco para
exponer sus perspectivas respecto a
la Argentina y el mundo. Pese a sus
diferencias ideológicas, y al frío
que caracteriza sus relaciones personales, el Presidente y el Papa
coincidieron en la necesidad de un programa de gobierno destinado a terminar
con la pobreza, atacar al narcotráfico y cerrar las heridas abiertas en la
sociedad.
La reunión dejó satisfecho a Macri. El Presidente no quería
montar una escena política y fue preciso cuando diseñó su encuentro con
Francisco. La conversación a solas recorrió los ejes de su programa de gobierno
y fue formal en toda su dimensión. “Estoy feliz; sucedió como habíamos pensado”, comentó Macri a este enviado
especial.
En el Vaticano, se
hizo un balance similar. Francisco observa al mundo de manera distinta que
Mauricio, pero reconoce sus intenciones
para lograr la caída de los índices de pobreza, atacar al narcotráfico y
recomponer el tejido social tras ocho años de Cristina Kirchner.
En la intimidad del
Papa aún se comenta la traición de CFK, cuando le prometió que Julián
Domínguez sería candidato a gobernador por el oficialismo. Y en este sentido,
aunque jamás lo reconocerán en público, Francisco
prefiere una relación distante con Balcarce 50, que los largos almuerzos en
Santa Marta para equilibrar los
inestables humores de Cristina.
Por eso, el encuentro en la Biblioteca del Vaticano implica
una enseñanza política para ambos jefes de Estado. Macri deberá transformar en una simple anécdota personal sus ácidos
encuentros con Bergoglio, y el Papa asumir que su nivel de influencia política
en la actual administración será a cuentagotas y en temas puntuales y
específicos.
Cuando terminó el encuentro a solas, se abrieron las puertas
de la Biblioteca y Juliana Awada entró para saludar a Francisco. Siete segundos
más tarde, ingresó la delegación oficial y se intercambiaron los regalos. Fue
una ceremonia que duró 10 minutos por reloj. Un poncho, un crucifijo y una
colección de música nacional, regaló el Presidente al Papa. Una medalla
instando a la conciliación, y dos documentos religiosos que exhiben el
pensamiento puro de Francisco, se llevó Macri del Vaticano.
Después, el Papa estrechó la mano del Presidente y se
marchó.
La cumbre había
terminado y los resultados aparecen sin eufemismos. Coincidencia en la agenda
institucional, posible viaje de Francisco a la Argentina en 2017 y la obvia
comparación con los encuentros protagonizados por CFK, cuando se apoyaba en
el Vaticano para demostrar que su proyecto de poder era perpetuo.
Ya se sabe que en política, no es cuestión de tiempo, sino
del juicio de la Historia.
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