domingo, 7 de febrero de 2016

GUERRA Y PAZ EN EL SIGLO XXI

Eric Hobsbawm y el amanecer de una era

Eric J. Hobsbawm: los vasos comunicantes entre historia y política y
los modos cambiantes de hacer la guerra.

Eric J. Hobsbawm (1917-2012) fue uno de los grandes historiadores del siglo XX. Fue profesor emérito de Historia social y económica del Birkbeck College, en la Universidad de Londres, y un intelectual de palabra imprescindible en muchos debates. 

Sus libros La era de la revolución (1789-1848), La era del capital (1848-1875), La era del imperio (1875-1914) y, finalmente, Historia del siglo XX, son clásicos contemporáneos con algo de versión definitiva —si puede haberla— sobre los periodos tratados. Su declarada filiación de izquierda lo coloca en una posición franca, que no intenta disimular los vasos comunicantes entre historia y política.

Guerra y paz en el siglo XXI (título más explícito que el original en inglés, Essays on Globalization, Democracy and Terrorism) recopila conferencias y ensayos escritos entre 2000 y 2006, marcados por la reflexión sobre la actual “guerra al terror” y la invasión a Irak. Dos aspectos dan particular atractivo al libro: el hecho de que sitúe el hoy de manera clara en la Era Contemporánea, y que sea, por obvias razones, un trabajo más político que histórico, donde el autor se permite tener preferencias, expresar temores y hacer recomendaciones. De todas maneras, Hobsbawm se mantiene estrictamente en su especialidad y juzga el siglo XXI —que para él comienza en 1989 con la caída de la URSS— en términos de continuidades, paralelos y contrastes con el XIX y XX (entre, por ejemplo, el imperio estadounidense y el británico, las formas de la globalización, los nuevos sentidos del nacionalismo, los modos cambiantes de hacer la guerra).

El libro se abre con una revisión de la historia bélica del siglo pasado, “el más sangriento en la historia de la humanidad”. Guerra y paz en el siglo XXI tiene por momentos la abstracción de un balance contable. Así comienza: “La cifra total de muertos provocados directa o indirectamente por las guerras se eleva a unos 187 millones de personas, un número que equivale a más de 10% de la población mundial de 1913”. Aunque Hobsbawm cree que tendremos guerras menos sangrientas, la desintegración de los Estados, las desigualdades crecientes, el terrorismo de los excluidos y los poderosos que impacta sobre todo en la población civil auguran para este nuevo siglo la continuación de la “violencia armada, que dará lugar a un grado de sufrimiento y a unas pérdidas desproporcionadas”. Tres trabajos ponen el foco en el papel de los Estados Unidos en el mundo. En “Guerra, paz y hegemonía a comienzos del siglo XXI”, “Por qué la hegemonía estadounidense difiere del Imperio británico” y “El imperio se extiende más y más”, Hobsbawm ve con preocupación la falta de límites que parece caracterizar el predominio estadounidense, cada vez más volcado a afianzar su posición con intervenciones armadas. Hobsbawm sostiene que es el poder imperial estadounidense (paradójicamente, defendido por algunos como algún tipo de garantía de orden internacional, a falta de instituciones supranacionales fuertes) la mayor amenaza a la paz, debido a las “ambiciones globales de un gobierno en Washington que es incontrolable y aparentemente irracional”. Tras confesar en el prólogo su “hostilidad con el imperialismo”, aconseja: “La principal tarea de la política internacional, y también la más urgente, es brindar a Estados Unidos la oportunidad de abandonar su postura megalómana para regresar a una política exterior racional”. En “La difusión de la democracia” —la excusa que finalmente prevaleció para justificar la invasión a Irak—, Hobsbawm avanza un paso más y señala la contradicción que implica que los “Estados poderosos” se hayan lanzado a reorganizar el mundo difundiendo una forma política socavada por la globalización. Especialmente considerando, como sostiene en “Las perspectivas de la democracia”, que estamos en un momento en que “una parte cada vez mayor de la actividad humana transcurre en ámbitos inaccesibles a la influencia de los votantes —en entidades transnacionales públicas y privadas que carecen de electorado, o que, en todo caso, no son electorados democráticos”. El debilitamiento de los Estados-nación es la preocupación central en “Naciones y nacionalismos en el nuevo siglo”. Reaparece allí la reflexión sobre la democracia y su creciente inadecuación como forma de gobierno frente a los cambios en el mundo, y se añade su análisis sobre el racismo y la xenofobia en Europa, entendidos como “el reflejo de la crisis de una identidad nacional”. Finalmente, “Las transformaciones del terror” y “El orden público en una época de violencia” revisan las nuevas formas de la barbarie. No se trata sólo de la reciente rebalcanización de Europa del Este ni de los “Estados fallidos” africanos que no pueden controlar lo que ocurre dentro de sus fronteras: Gran Bretaña o Noruega se enfrentan igualmente a una multiplicación de la violencia en las calles. Ficción y realidad: coincidiendo con el personaje de Nicholas Cage en el filme El señor de la guerra, Hobsbawm atribuye gran parte de este problema a la disponibilidad de “armamentos portátiles”, en particular, a los 125 millones de Kaláshnikov en circulación, producidos hoy tanto en fábricas orientales como occidentales. “Que los Estados del siglo XXI prefieran librar sus guerras con ejércitos profesionales o incluso con contratistas militares privados no responde únicamente a cuestiones técnicas, sino a que ya no pueden confiar en que sus ciudadanos se alisten masivamente para morir por su país en el campo de batalla”, observa el autor. A la manera de perfecta metonimia, esta reflexión puede funcionar como resumen del libro: cada vez menos Estado, nuevas formas de violencia, el mercado como fuerza organizadora. Hobsbawm nos alerta sobre el amanecer de un siglo turbulento.

© Revista Replicante

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