Eric
Hobsbawm y el amanecer de una era
Eric J. Hobsbawm: los vasos comunicantes entre historia y política y los modos cambiantes de hacer la guerra. |
Por Ana María
Vara
Eric J.
Hobsbawm (1917-2012) fue uno de los grandes historiadores del siglo XX. Fue
profesor emérito de Historia social y económica del Birkbeck College, en la
Universidad de Londres, y un intelectual de palabra imprescindible en muchos
debates.
Sus libros La era de la revolución (1789-1848), La
era del capital (1848-1875), La era del imperio (1875-1914)
y, finalmente, Historia del siglo XX, son clásicos contemporáneos
con algo de versión definitiva —si puede haberla— sobre los periodos tratados.
Su declarada filiación de izquierda lo coloca en una posición franca, que no
intenta disimular los vasos comunicantes entre historia y política.
Guerra y paz
en el siglo XXI (título
más explícito que el original en inglés, Essays on Globalization,
Democracy and Terrorism) recopila conferencias y ensayos escritos entre
2000 y 2006, marcados por la reflexión sobre la actual “guerra al terror” y la
invasión a Irak. Dos aspectos dan particular atractivo al libro: el hecho de
que sitúe el hoy de manera clara en la Era Contemporánea, y que sea, por obvias
razones, un trabajo más político que histórico, donde el autor se permite tener
preferencias, expresar temores y hacer recomendaciones. De todas maneras,
Hobsbawm se mantiene estrictamente en su especialidad y juzga el siglo XXI —que
para él comienza en 1989 con la caída de la URSS— en términos de continuidades,
paralelos y contrastes con el XIX y XX (entre, por ejemplo, el imperio estadounidense
y el británico, las formas de la globalización, los nuevos sentidos del
nacionalismo, los modos cambiantes de hacer la guerra).
El libro se
abre con una revisión de la historia bélica del siglo pasado, “el más
sangriento en la historia de la humanidad”. Guerra y paz en el siglo
XXI tiene por momentos la abstracción de un balance contable. Así
comienza: “La cifra total de muertos provocados directa o indirectamente por
las guerras se eleva a unos 187 millones de personas, un número que equivale a más
de 10% de la población mundial de 1913”. Aunque Hobsbawm cree que tendremos
guerras menos sangrientas, la desintegración de los Estados, las desigualdades
crecientes, el terrorismo de los excluidos y los poderosos que impacta sobre
todo en la población civil auguran para este nuevo siglo la continuación de la
“violencia armada, que dará lugar a un grado de sufrimiento y a unas pérdidas
desproporcionadas”. Tres trabajos ponen el foco en el papel de los Estados
Unidos en el mundo. En “Guerra, paz y hegemonía a comienzos del siglo XXI”,
“Por qué la hegemonía estadounidense difiere del Imperio británico” y “El
imperio se extiende más y más”, Hobsbawm ve con preocupación la falta de
límites que parece caracterizar el predominio estadounidense, cada vez más
volcado a afianzar su posición con intervenciones armadas. Hobsbawm sostiene
que es el poder imperial estadounidense (paradójicamente, defendido por algunos
como algún tipo de garantía de orden internacional, a falta de instituciones
supranacionales fuertes) la mayor amenaza a la paz, debido a las “ambiciones
globales de un gobierno en Washington que es incontrolable y aparentemente
irracional”. Tras confesar en el prólogo su “hostilidad con el imperialismo”,
aconseja: “La principal tarea de la política internacional, y también la más
urgente, es brindar a Estados Unidos la oportunidad de abandonar su postura
megalómana para regresar a una política exterior racional”. En “La difusión de
la democracia” —la excusa que finalmente prevaleció para justificar la invasión
a Irak—, Hobsbawm avanza un paso más y señala la contradicción que implica que
los “Estados poderosos” se hayan lanzado a reorganizar el mundo difundiendo una
forma política socavada por la globalización. Especialmente considerando, como
sostiene en “Las perspectivas de la democracia”, que estamos en un momento en
que “una parte cada vez mayor de la actividad humana transcurre en ámbitos
inaccesibles a la influencia de los votantes —en entidades transnacionales
públicas y privadas que carecen de electorado, o que, en todo caso, no son
electorados democráticos”. El debilitamiento de los Estados-nación es la
preocupación central en “Naciones y nacionalismos en el nuevo siglo”. Reaparece
allí la reflexión sobre la democracia y su creciente inadecuación como forma de
gobierno frente a los cambios en el mundo, y se añade su análisis sobre el
racismo y la xenofobia en Europa, entendidos como “el reflejo de la crisis de
una identidad nacional”. Finalmente, “Las transformaciones del terror” y “El
orden público en una época de violencia” revisan las nuevas formas de la
barbarie. No se trata sólo de la reciente rebalcanización de Europa del Este ni
de los “Estados fallidos” africanos que no pueden controlar lo que ocurre
dentro de sus fronteras: Gran Bretaña o Noruega se enfrentan igualmente a una
multiplicación de la violencia en las calles. Ficción y realidad: coincidiendo
con el personaje de Nicholas Cage en el filme El señor de la guerra, Hobsbawm
atribuye gran parte de este problema a la disponibilidad de “armamentos
portátiles”, en particular, a los 125 millones de Kaláshnikov en circulación,
producidos hoy tanto en fábricas orientales como occidentales. “Que los Estados
del siglo XXI prefieran librar sus guerras con ejércitos profesionales o
incluso con contratistas militares privados no responde únicamente a cuestiones
técnicas, sino a que ya no pueden confiar en que sus ciudadanos se alisten
masivamente para morir por su país en el campo de batalla”, observa el autor. A
la manera de perfecta metonimia, esta reflexión puede funcionar como resumen
del libro: cada vez menos Estado, nuevas formas de violencia, el mercado como
fuerza organizadora. Hobsbawm nos alerta sobre el amanecer de un siglo
turbulento.
© Revista Replicante
0 comments :
Publicar un comentario