domingo, 24 de enero de 2016

Y que corten mil calles más

Por Nicolás Lucca
(Relato del Presente)

Empezaron con multitudinarias plazas del amor donde se juntaban a putear a los que generaban guita. Siguieron con ferias en las que los niños podían jugar al tiro al blanco mediante escupitajos a periodistas. 

Luego de no llenar Parque Lezama, empezaron a copar los patios internos de la Casa Rosada. Del “si la tocan a Cristina, qué quilombo se va a armar”, pasaron al “ya van a ver, vamo’ a volver”, como si la democracia se tratara de una Fiesta de Quince en la que hay que confirmar cubierto. Luego llegó el “resistiendo con aguante”, algo que sólo puede salir de un cerebro con una vacante en el casillero de sinónimos, como puteando con insultos, o siendo virgen con castidad.

La resistencia con aguante generó una plaza colmada para una charla magistral de Axel Kicillof y un montón de carenciados afectivos que dijeron “dónde viste un ministro de Economía tan querido”. En lo particular, con que supiera de economía, me conformaba. Para que lo quieran ya tiene a la familia. Resistir con aguante también dio como fruto un “Manual de Micromilitancia Activa” en el cual se recomiendan acciones que ellos consideran de “guerrilla comunicacional”, como utilizar a tus propios hijos para montar conversaciones ficticias frente a los precios en el supermercado que disparen el temor de la vieja de al lado, que lo único que quiere es llevarse tres tomates para acompañar el churrasco.

Luego vino una marcha para repudiar la censura a Víctor Hugo Morales, que fue despedido de Continental por inviable. Movilización, equipos de sonido que nadie se preguntó quién pagó, y el Cuervo Larroque parado al lado del relator de fútbol para bancarlo. Sí, el mismo que hizo rajar de la TV Pública a Juan Micelli luego de que éste le preguntara si era necesario que La Cámpora monopolice la solidaridad ajena tras la inundación de La Plata en 2013.

También despidieron a Eduardo Feinmann de Radio 10, pero nadie organizó una marcha, no sabemos bien si por falta de tiempo, o porque les dijeron “el Feinmann malo” y no sabían bien de cuál de los dos se trataba. Lo cierto es que, mientras al Edu lo mandaban a la casa, en el Congreso se daba una situación de esas que sólo pueden pasar cuando un Kirchner está en el medio: pelearse por un despacho para Máximo. Si bien en un principio me solidaricé porque entiendo la emoción que debe sentir el primogénito de Néstor y Cristina al pegar su primer laburo pisando los cuarenta, no pude dejar de pensar que siempre pueden caer abajo. De llenar plazas a “Mamá dice que esa oficina es mía”, sin escalas.

Por si fuera poco, el kirchnerismo residual se encuentra ante el enorme drama de tener que movilizarse y bancar la organización sin caja y con la conducción del PJ reclamada por Scioli, que dedica sus días a mencionar a Rial por Twitter. Al perder la provincia de Buenos Aires, no les quedó ni un refugio para meter contratados que pueda satisfacer la demanda de trabajadores que quieren ser ociosos y cobrar por ello. Sorprendentemente, ni siquiera son solidarios: con toda la que se llevaron, tienen para mantener a todo el lumpenaje, pero a esta altura ya sabemos que no son de poner cosas de su bolsillo.

Quizá uno de las mayores contradicciones de esa asociación ilícita que hemos dado en llamar “kirchnerismo” es que se hayan presentado como los paladines del crecimiento del Estado omnipresente y, a su vez, fomentaran el crecimiento de organizaciones paraestatales. Como el Joven Manos de Tijera, todo lo que ha tocado El Modelo lo hizo pomada. Obviamente, las luchas sociales no podían ser la excepción y allí terminaron Luis D’Elía premiado con una repartición nacional en vez de ir en cana por prender fuego otra repartición nacional, Milagro Sala montando una megaempresa cuya materia prima es la necesidad de los más pobres, y Hebe de Bonafini patinándose miles de millones de pesos de la mano de Sergio Schoklender, hecho con el cual consiguieron lo que ni los milicos pudieron: desprestigiar a las organizaciones de derechos humanos.

El caso de Milagro Sala hoy está en boga simplemente porque cayó en cana y porque muchos compraron el verso de que nada cuenta cuando esa persona está de nuestro lado. O sea: si creyeron que lo de Once fue obra de extraterrestres interesados en la vida inteligente de nuestras tierras y no de la joda loca de los subsidios que se chorearon, o que la derrota de Aníbal Fernández y Daniel Scioli se debió a una campaña periodística y no a que presentaron de candidatos a Aníbal Fernández y a Daniel Scioli, está claro que no importa que la líder carismática jujeña y representante del movimiento Nacional y Popular en el Parlasur se patine unos morlacos cual bacana en el Conrad Punta del Este Resort & Casino.

El problema es que quisieron ponernos como ejemplos y modelos a seguir a las organizaciones que supuestamente combaten el poder hegemónico concentrado. Y muchos compraron sin darse cuenta que ser Gobierno es ser el Poder. Estuvieron más de doce años y medio y la culpa es “del verdadero Poder”, y lo dicen sin ponerse colorados ni tirar un freno de mano para pensar por un nanosegundo en la contradicción de quién carajo es el que tomaba las decisiones en el país mientras ellos cantaban apretujados en los actos de Cristina. Y ese modelo de resistencia al Poder desde el Poder sólo pudo ser aceptado a través del delirio o la comodidad de sentirse parte de algo por una vez en la vida. No tiene nada de meritorio la beneficencia y cooperativismo con la guita ajena, ni se diferencia mucho de lo que hacen las grandes corporaciones cuando nos extorsionan diciendo que, si compramos su producto, una familia que nunca vimos puede dejar de vivir en la calle, en vez de hacer la donación directamente, en silencio y sin darnos culpa. Tampoco encuentro dónde está el motivo del aplauso al combate al capitalismo financiado por los impuestos de los que motorizamos el país a fuerza de capitalismo básico: producción.

Cuando dicen que Milagro Sala es una presa política no mienten: para la concepción que tienen de la política, el apriete, el clientelismo extorsivo, la amenaza, el exterminio de la competencia y el choreo estratificado es natural. Y si para ellos de eso se trata la política, ir preso por chorear, apretar y extorsionar, es ser un preso político. Si les mostraron que Boudou tiene hasta un domicilio en un médano y hablaron de operación de desprestigio, o defendieron todos y cada uno de los millones injustificables de Cristina, es porque creen que así está bien comportarse, que es lo normal. A lo largo de mi vida me cansé de escuchar “lleva años viviendo de la política, está forrado en guita”, como si estuvieran hablando de la carrera laboral que se mandó el pibe que empezó de cadete y llegó a CEO de la empresa. Está increíblemente naturalizado. Y si el kirchnerismo se caracterizó por aprovecharse al extremo de todos nuestros defectos cívicos, estaba cantado que la malversación de caudales públicos no podía ser la excepción a la regla, ni que tampoco iba a zafar de esta ley física la defensa ciega hasta el ridículo de cualquier animalada.

Es por todo esto que creo que si quieren cortar calles, que corten todas las que quieran. Si desean realizar una marcha para repudiar la censura al programa inviable de Víctor Hugo, que hagan una por día. Si les pinta hacer una movida para exigir que se reforme la Constitución para que Cristina sea declarada Emperatriz de la galaxia, que lo armen en formato anual. Si se les antoja organizar una petición para que el Papa decrete que todos los días son San Néstor Kirchner, que lo hagan pero con mesas en cada esquina e interrumpiendo a cada transeunte. Si quieren armar un debate público en Parque Saavedra para debatir el rol durante la dictadura de la faja que le pusieron al despacho que Máximo quería para él, que hagan cien. Si se les canta seguir con la micromilitancia activa de guerrilla comunicacional, que no se limiten al supermercado, el bondi o el subte: vayan casa por casa y toquen cada timbre, preferentemente a la hora de la cena. Y si quieren reclamar por la delincuente común Milagro Sala y decir que en realidad es una presa política, por mí que prendan fuego todo.

Porque cada vez que se mandan una de esas, nos recuerdan de la que zafamos y de lo que nos costó zafar. Y todas y cada una de sus acciones de micromilitancia activa son recordatorios pegados en nuestras cabezas que nos dice que aguantemos, que nada puede ser peor. Todavía no se dieron cuenta de que, si hay ajuste y recesión inflacionaria y así y todo las cosas están tranquilas, es porque veníamos de ajuste y recesión inflacionaria, pero con ellos rompiéndonos las tarlipes las 24 horas, los siete días de la semana, todos los meses del año. Básicamente: que tiraron tanto, pero tanto de la soga, que hasta no llegar a fin de mes nos resulta relajante, porque ahora podemos elegir si queremos escuchar que nos griten que la culpa es de la década de los noventa y de la Alianza, o sea, nuestra por no haber notado antes que estaba por llegar el kirchnerismo salvador para redimirnos de nuestro pecado liberal y devolvernos a la senda del Señor Estado, ese que es tan, pero tan grande que no podía agacharse a levantar a los más necesitados.

Así que sí: sigan. Y que no aflojen, eh, que acá tenemos la memoria bien frágil y, en una de esas, nos olvidamos que alguna vez tuvimos un Gobierno que nos endeudó desendeudándonos, que nos empobreció redistribuyendo y que nos limitó nuestras libertades empoderándonos de derechos.

Domenica. Sí, no es un día habitual para que aparezca un texto mío, pero para no romper con la tradición calabresa que dice que en el día del natalicio hay que hacer todo lo que uno quiere repetir durante el año, aquí estoy, publicando un nuevo texto en mi cumpleaños número 34. Yo hago mi parte cabulera, ustedes hacen el resto. Gracias.

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