Por Martín Risso Patrón |
De cómo voltear un
avión sin meter la pata
La comidilla, hoy, en el país, nos ofrece, entre otros
picantes entremeses, un sustancioso tópico servido en platillos que vaya a
saber por cual truco de la noticia, se parece mucho a los viejos y queridos UFO [Unidentified Flying Object]
popularizados por los yanquis desde el incidente ocurrido en un campo militar
con una nave no identificada el 10 de junio de 1947 en Roswell [Nuevo México,
Estados Unidos].
La traducción literal de UFO en nuestra lengua, es OVNI
[Objeto volador no identificado]. Pero los norteamericanos popularizaron la
denominación “Flying saucers”
[Platillos voladores] para denominar a objetos voladores no identificados que,
volaban, pero no eran aviones, y tenían obviamente la forma de platos de
postre. Delicioso entremés, hoy en la noticia del pago argentino, ese de mandar
a derribar invasores no identificados que vengan por el aire. Esto, en un marco
genérico de acciones de seguridad nacional, con movilización de fuerzas
militares incluida. No sólo en resguardo del espacio aéreo [un mandato clave en
toda soberanía territorial]. También en guarda legítima del estado de Derecho
imperante, y la salud nacional frente a
la invasión tóxica de las drogas y su atroz mercado.
Pero no se nos debe escapar la tortuga, cito aquí
literalmente al filósofo del fóbal muchas veces negado de aportes para la
Cultura, pero rica veta de felices dichos populares. Entonces, manos a la obra
y adelante con los faroles.
La defensa
territorial de la soberanía
No hay Estado soberano que no mantenga actualizado al minuto
un conjunto de hipótesis de guerra. Al punto de que, en todas las fuerzas
armadas, se practican los llamados “juegos de guerra”, a manera de
entrenamiento, hoy por supuesto, tecnología mediante, lo más parecidos a una
situación en tiempo real. Antes eran famosas las cartas geográficas sobre
enormes mesas, sobre las cuales serios generales y coroneles movían fichas
conforme la información que les venía llegando por parte de sus asistentes. Esto puede tener un alto interés en ciertos
Estados, y no tanto en otros. Siempre la cosa culmina con las llamadas
“maniobras militares” con movimiento en el terreno de tropas, materiales y
logística, en función de una hipótesis. Hay casos en que alianzas regionales
hacen sus maniobras incluyendo fuerzas de aire, mar y tierra. Son recordados
los Operativos navales “Unitas” [desde 1960 hasta la actualidad] comandados por
los EE.UU de Norteamérica del que participaban países de América Latina, y que
eran, por supuesto, de exclusivo interés estratégico yanqui, en el contexto de
la Guerra Fría con los países del bloque soviético.
La custodia de
fronteras
He ahí la importancia que tiene el cuidado físico, no sólo político y discursivo de las
fronteras territoriales en un país. Conforme, nuevamente lo afirmo, la
tecnología avanza a partir de los años 50 con la digitalización de la
información, el paradigma de los sistemas aplicable a la ingeniería, la salud,
la economía, la seguridad, etcétera, y finalmente el uso del espacio cósmico
con fines pacíficos y de los otros con los satélites, la soberanía de los
países podría decirse que adopta diversas escalas de dependencia política, si
es que estuvieran o no desarrollada tal tecnología en cada uno.
Como afirman los Toffler en sus lúcidos comentarios
científicos, la ola de la tecnología vino para instalarse desde fines de la II
Guerra Mundial, modificando la política internacional, la dotación técnica y
los objetivos estratégicos de los países más avanzados [esto, recordemos, antes
de los 90, que es cuando cae el Muro divisor de la Alemania]. Pero como el
matrimonio de investigadores, los mencionados Alvin y Heidi Toffler afirman, la
irrupción de esta “tercera ola histórica” no se presenta de un día para otro, y
requiere décadas para instalarse en el mundo. Por lo que se dan situaciones
de distintos estados de desarrollo
tecnológico según sea el país de que se trate. Las grandes potencias europeas y
asiáticas fueron las que primero desarrollaron, por ejemplo, la informática y
la tecnología digital y satelitaria. De inmediato, los países menos avanzados,
en América latina, el Caribe, África y los centroeuropeos, se convertían en
subsidiarios, algunos, y en “potenciales enemigos” otros, usuarios o no de los
juguetes tecnológicos elaborados masivamente por los países centrales. Un estado de desarrollo desigual y combinado,
diríase, utilizando las proféticas palabras de Lev Davídovich Bronstein,
Trotsky [1879-1940] para fundamentar su teoría de la Revolución permanente.
El asunto, hoy, es que esa turbulencia del cambio entre la
segunda ola [la técnica-industrial] y la tercera [la
tecnológica-industrial-social], hoy sigue y goza de buena salud. Por lo
contrario, me parece que se ha instalado como si fuera “la turbulencia
permanente”.
Desaparecida la Gran frontera cuyo ícono fuera Berlín,
pareciera que el control mundial se rige a escalas en las que hubieran
desparecido las fronteras reales, quedando los conflictos sólo en manos de los
países vecinos el defender sus fronteras. En otras palabras, el satélite domina
con su ojo de Gran Hermano, todo, literalmente, todo. Para él no hay fronteras.
El tráfico de
narcóticos y las fronteras
Como un efecto no querido para los países centrales,
entendido esto como los Estados dominantes en la Economía y la Tecnología,
situados en Norteamérica, Europa y el extremo Oriente, las conductas sociales
asumieron, desde los 80 o 90 en adelante, características diríase extremas en
cuanto a la voracidad del placer individual, pero no tanto. A ver; una masividad
extrema en el consumo de elementos concretos como son la indumentaria, los
automóviles, los electrodomésticos, el pasatiempo, la televisión, etcétera,
implica que hay un destinatario: el individuo. Pero la condición es que,
primero pague bien, y segundo, que se adocene, se masifique; que adquiera, en
fin una identidad superadora de su individualidad. Tal cuadro, parece que
llevara inexorablemente a una crisis
identitaria personal en la que el vacío es el contenido del fenómeno humano,
en una aparente paradoja. Entonces, ahí nomás, a la vuelta de la esquina, está
ella, la de muchas cabezas e innumerables manos acariciadoras: La Sustancia. No
hay contención posible ni religiosa, ni educativa, ni de políticas estatales
que detenga la caída masiva de la especie en la crisis existencial provocada
por el consumo, su perversa hermana la pobreza y su inalcanzable tío: El
hedonismo, tomado aquí éste, como un hipotético estado perfecto de placer.
Entonces surge la industria salvadora. La que produce la
sustancia; la que en tiempo real produce,
vende y entrega a alto precio, a la vez, ese objeto de deseo que reemplazó
a todo lo existente en el deseo vital del individuo.
No hay fronteras. Ineficientes los sistemas perimidos de
defensa de la soberanía nacional vigentes, en esta turbulencia de las olas que
bien señalaran los Toffler en los años 70, pero que pareciera que llegó para
quedarse, generando un futuro dentro de sí misma, lo que inevitablemente hará
implosión algún día, llevándose puesto al planeta en su versión humana.
Existe una alianza estratégica entre países productores cuya
naturaleza ambiental es propicia para generar materias primas vegetales de
algunas sustancias, con otros países de alto desarrollo tecnológico para
producir sustancias “de diseño”, otros que producen precursores químicos, y los
demás que son oasis económicos para reciclar el producto financiero del
perverso circuito, y por supuesto, países en los que casi exclusivamente se
consume. Generada una economía internacional ad hoc, en esa situación, cada país se convierte en una sucursal de
los demás, generándose así una entente planetaria cuya condición estratégica es
la ausencia de fronteras, con sus propias hipótesis de guerra. Cuidado, no
hablo aquí de Estados nacionales, hablo de ese macro Estado flotante que tiene cual enorme Hydra múltiples cabezas,
y que cuando se le corta una le crecen varias más. Ese macro poder planetario
cuyas bases de subsistencia están encapsulada en tumores dentro de los Estados
políticos de todo el mundo. Tiene su propia fuerza armada, su propio sistema de
seguridad interna, sus hospitales, sus lugares de descanso, sus propias
cárceles e inmensos cementerios; todo esto, subsidiado por la corrupción.
¿Hablar de tráfico fronterizo de cocaína, marihuana y
sustancias de diseño? Hoy es una peli vintage de los 80. Con polis
arriesgados, otros corruptos, enfrentados a sádicos traficantes que cortan a
sus víctimas con motosierras y administran desde hot-clubs con rubias incluidas
sus bienes y productos.
Entonces: ¿Cómo pensar, diseñar y ejecutar la defensa de
fronteras? Pues de la misma manera compleja como se comporta ese Estado macro,
enemigo, pero partiendo de la prevención y aniquilamiento de los tumores
internos que, sea cual fuere su función, están,
existen y operan dentro de las soberanías nacionales, generalmente
trabajando para la administración, y dando apoyo táctico a quienes trafican.
Afirmo esto, desde la permanente lectura de la información pública gráfica,
televisiva y radial, lo que no me lleva a ser un denunciante estéril, sino un
testigo de la notitia criminis que
nos inunda a diario echándonos a perder desde el desayuno hasta la cena.
En ese complejo de operaciones, por supuesto, verificar
cuánto de actualización hay de las famosas hipótesis de guerra que se elaboran
desde la inteligencia militar, aplicando sus datos a cosas tan sencillas como
conocer, he dicho conocer palmo a palmo la zona perimetral interna llamada “de
seguridad de fronteras”, con un despliegue eficaz de fuerzas especiales como la
Gendarmería Nacional en el caso argentino, y un verdadero y eficaz circuito de
la información en tiempo real, al que históricamente en términos militares se
denomina “comunidad informativa”, de triste memoria en los procesos militares,
pero de una necesidad irrefutable en los tiempos actuales, dado lo que aquí se
analiza.
Verificar, en el plano de la realidad actual, lo que se
quiere hacer con el tan meneado proyecto de derribo de aviones no
identificados.
La Ley de derribos
La ley de derribos,
a escala mundial, es tan vieja como la
guerra aérea [digamos desde la I GM] y la aeronavegación civil. Nuestro
país cuenta con documentos civiles y militares que contemplan protocolos de
actuación militar ante la presencia de objetos voladores no identificados
[entendido esto como inclusivo de aviones] a partir de las coordenadas
fronterizas hacia adentro. Básicamente, esos protocolos siguen un curso desde
la detección [sea visual o electrónica] de una aeronave en el espacio nacional,
hasta su expulsión o derribo, según sea el curso de los acontecimientos. Ese
curso, entonces incluye: 1] Detección; 2] Verificación si es militar o civil;
3] Comunicación con el piloto por los canales electrónicos internacionales
vigentes, sobre su plan de vuelo, origen y destino; 4] Acompañamiento a la
vista, en caso de haber disuadido al piloto para no avanzar, y que éste
obedezca las indicaciones recibidas; 5] Disparos disuasivos, si no obedeciera,
y 6] Derribo de la aeronave. Si esta secuencia de acciones no existe en una
orden de operaciones vigente y actualizada los 365 días del año, en la
Argentina, entonces estamos indefensos.
El punto final de ese protocolo, debe estar generado por el
alto Comando militar [en manos del Jefe de Estado, con aprobación del Congreso,
y en su caso ad referéndum, en
circunstancias de emergencia vital para la población nacional]
Como se podrá apreciar, esto incluye a toda aeronave, sea
civil o militar. El hecho de que sea traficante de narcóticos, es una
circunstancia anexa que podrá ser comprobada en su momento, a no ser que por
tareas de inteligencia se conozca su propósito y se la esté esperando.
Queda claro que aquello de “ley de derribo” es una cuestión
parcial, pues el principio de detección,
verificación, disuasión y eliminación, es aplicable a los desplazamientos
por tierra y en las aguas fronterizas fluviales o marítimas [en este caso,
dentro de la zona de exclusión nacional]. Para el caso general entonces, sería “ley de derribo, abatimiento y/o hundimiento de agresores externos”.
Como vemos, en algún punto, la realidad vastamente comentada
más arriba, y la descripción sucinta de ciertas operaciones de defensa de la
soberanía territorial, toman contacto por el mero protagonismo del tráfico
internacional de sustancias prohibidas, a granel, en aviones, barcos y otros
vehículos terrestres.
¿Pena de muerte?
La tecnología de los sistemas, la tecnología satelital, la
información en tiempo real emergente de ambas, constituyen una herramienta
eficaz para el control fronterizo nacional, en ese Planeta que para algunos,
los poderosos, no tiene limitaciones ni políticas ni geográficas. Y para el
macro Estado narco, menos.
De modo que, como argumento posmoderno de vaya a saber qué
concepción limitada de la realidad, hablar de “pena de muerte”, como tantos
políticos se expresaron últimamente, cuando se habla del derribo de un avión
narco, o el hundimiento de una embarcación o el abatimiento de un camión, con
el costo de la vida de sus ocupantes, parece
ser un exceso, producto del desconocimiento de aquella ley básica y natural que
es la de conservación de la integridad nacional, que incluye la vida de los
habitantes.
Particularmente ante la invasión paramilitarizada que
practica el narco Estado sin fronteras, asesino masivo, serial y al parecer aún
no del todo dimensionado en su real escala.
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