jueves, 21 de enero de 2016

No fue un milagro, Sala

Por Germán Gegenschatz
En medio de la tarea de ordenar la economía e introducir los cambios necesarios, más la pulseada por arrebatarle al narcotráfico el control de buena parte de algunas policías provinciales y del sistema penitenciario, hay otro tema relevante que está en pleno desarrollo: retomar el control por parte del estado, nacional, provincial e incluso municipios, de sus funciones de asistencia social, que abarca la definición de políticas sociales, distribución y control de subsidios, entrega de alimentos, planes y demás bienes a los sectores más vulnerables y las cuestiones vinculadas a la construcción de viviendas e infraestructura en diversos lugares del país.

La recuperación del control que mencionamos tiene su epicentro, por el momento, en la provincia de Jujuy, jaqueada por el intento de la Tupac Amaru de seguir actuando como antes, ignorando que la sociedad en su conjunto, en particular la jujeña, eligió otro camino en las últimas elecciones.

Hay muchos ángulos de análisis en la materia, pero vamos a destacar tres aspectos a tener presente, para superar la mera descripción de los intereses contingentes de los grupos en pugna vinculados, fundamentalmente, a mantenerse sentados sobre enormes cajas de recursos del estado, que les proveen dinero y poder político. Los aspectos a destacar son:

1- Así como la inflación es el fracaso de la gestión económica del estado como formulador de política económica y la inseguridad en lo que le compete en esta materia, la presencia de organizaciones como la Tupac Amaru, entre muchísimas otras, disputando el poder a las autoridades electivas, como mínimo en materia de decisión, ejecución y control de los fondos para políticas sociales, es la comprobación empírica del fracaso del estado en políticas sociales.

2- En la pelea del Gobernador Morales se juega si las políticas se definen por el voto popular o por la presión y acción de las organizaciones sociales. Si los fondos públicos se disponen en el marco de decisión de las instituciones creadas por la constitución y las leyes o si se definen en una mesa de un café, hotel u oficina gubernamental, donde unos amenazan romper la paz social y otros, en el mejor de los casos, tratan de revelar lo menos posible su debilidad y negociar la política social y el reparto de los recursos.

3- Desde el comienzo de la democracia, es evidente la merma del poder del estado de su facultad de definir y ejecutar en forma directa y eficiente políticas y presupuestos destinados a la ayuda social. En este sentido, los diferentes gobiernos pasaron de utilizar las organizaciones sociales para llegar donde el estado no lo hacía, a usarlas para equilibrar el poder político que les faltaba, y ya al final, en nuestros días, a resistir la toma del poder por parte de estas mismas organizaciones que, al saltar a la política y al controlar sectores completos del estado, ya financian su accionar con parte de los fondos que administran y otros que generan a partir de estos.

Lo importante a tener presente es que la necesidad y la pobreza pasaron de ser ocasión a ser insumo necesario en la lucha por el poder y los recursos económicos, entonces no es de extrañar que la pobreza aumente, que la miseria se muestre en toda la geografía nacional y que de las políticas liberadoras de la pobreza, donde el movimiento social ascendente era una realidad porque devenía del trabajo y una educación pública de calidad, pasamos a una falsa “inclusión”, que se refiere más bien a repartir planes y subsidios más que trabajo decente y educación de calidad, para poder generar ciudadanos capaces de vivir en democracia, respetando la ley y con la formación indispensable para trabajar en el siglo XXI.

Es la oportunidad de poner sobre la mesa los hechos, todo lo sucedido, organizaciones sociales, sus dirigentes, actores de la política y demás miembros de la sociedad. Los actores que conocemos ya sabemos a dónde nos han traído o mejor dicho, arrojado. La pobreza es tan generalizada como indignante, la lectura ideologizada, la utilización política y económica que hicieron quienes en teoría se ocupaban de ella, es inmoral. Esta dinámica, ampliamente conocida, que genera el repudio de cuantos son esclarecidos respecto de su funcionamiento y retroalimentación, debe ser superada.

Tuvimos muchos gobiernos elegidos por el voto popular que, con mayor o menor convicción, de buena fe o no, omitieron plantearse la efectividad de sus políticas o simplemente cedieron en la puja con estas organizaciones y su forma de interacción con los distintos gobiernos. Sabiéndolo o no, terminaron aumentando la pobreza y, en el mejor de los casos, impusieron una batería de placebos y un discurso tan consolador y sensible como lejano de ser una solución sustentable de la pobreza. Al tiempo que se autoproclamaron campeones de los derechos humanos y la sensibilidad e inclusión social, se negaban a informar de su fracaso total y absoluto, tapando toda medición de la pobreza por considerarla, cínicamente, “estigmatizante”.

Nuestra sociedad produjo un cambio de actores en la política, con miras a producir un cambio en la realidad. Está en cada uno de nosotros, en la medida de nuestra responsabilidad, contribuir o no a la solución, sabiendo que la tarea es para que quienes hoy vemos en situación de pobreza dejen de estarlo, total y definitivamente, a partir de un trabajo decente, con recursos suficientes para por lo menos vivir y decidir según lo que deseen, con la misma libertad que hoy disfrutan los demás ciudadanos.

© C&P – Comunidad y Política

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