Por Gabriel Profiti |
La impronta de cambio profundo que impuso Mauricio Macri a
sus primeras semanas en el poder le permitió mejorar su respaldo popular.
No
obstante, esa luna de miel, que es habitual en todo presidente recién
encumbrado, no está exenta de tensiones políticas y se ve amenazada por la
economía en el corto plazo.
La crisis por la triple fuga del penal de General Alvear, en
principio, no dañó la popularidad del Presidente y de la Gobernadora María
Eugenia Vidal, pese a que el propio Macri reconoció errores en el desempeño de
sus funcionarios.
El jefe de Gabinete y presidente bis, Marcos Peña, repite a
sus interlocutores en el elenco gubernamental que la gestión tiene por estos
días un 65% de imagen positiva.
Ese respaldo surge de mediciones que encarga una Unidad
Ejecutora de Seguimiento de Medios y Análisis de la Opinión Pública, a cargo de
Mora Jozami para testear el pulso popular.
Los sondeos indican que la mayoría de los argentinos apoya
los cambios encarados por la nueva administración; valora que la salida del
cepo se haya realizado sin crisis -al menos hasta ahora- y cree que va a estar
mejor dentro de un año.
Con esa lógica, la escoba oficial busca barrer todo vestigio
kirchnerista tanto en la gestión pública -con el desplazamiento de miles de
empleados, muchos de ellos nombrados insólitamente en los últimos meses o
ñoquis- como en otros sectores.
Esta semana, el recambio alcanzó a la cúpula de las Fuerzas
Armadas. Además, luego de la recaptura de los condenados por el Triple Crimen
de General Rodríguez, siete jefes de la Policía Bonaerense fueron desplazados y
la purga amenaza con extenderse tanto en esa fuerza como en la Gendarmería
nacional.
También Macri busca trazar diferencias claras en torno al
caso Nisman y a las múltiples derivaciones políticas e internacionales que lo
rodean. Al cumplirse un año de la dudosa muerte del fiscal, el Presidente
dispuso desclasificar la información vinculada al caso y liberar del mandato de
guardar secreto a los agentes de inteligencia que pudieran ofrecer información
al respecto. Son gestos, difícilmente aporten avances.
Hay que pasar el
otoño
El gobierno amarillo se apoya sobre preceptos trazados por
el consultor ecuatoriano Jaime Durán Barba para quien el humor popular cambia a
partir de cuestiones cotidianas como la estabilidad económica o la seguridad
ciudadana y no por las polémicas en las que suele zambullirse la política
argentina.
Traducido: a Macri poco le afectarían medidas muy
cuestionadas como el nombramiento en comisión de jueces para la Corte Suprema
de Justicia -decisión luego puesta en suspenso- o la reforma por decreto de la
esencia de la Ley de Medios y sus coletazos.
Ahora bien, siguiendo ese razonamiento del asesor estrella
presidencial lo peor está por venir. La seguridad no dará un vuelco en pocos
meses y la economía entra en trance: "Hay que pasar los primeros seis
meses, después la cosa se va a acomodar bien", aseguró un influyente
hombre del Gobierno.
Ese diagnóstico es compartido por el equipo económico. En
medio de una virtual ceguera estadística por la readecuación del Indec, el
ministro de Hacienda, Alfonso Prat Gay, trazó una meta de inflación de entre 20
y 25% y pidió a los gremios que se ajusten a esa perspectiva a la hora de
negociar sus salarios.
En esa misma conferencia de prensa habló del rojo fiscal que
dejó el kirchnerismo y pareció preparar el terreno para un ajuste que incluirá
un "sinceramiento" de tarifas.
Las reacciones a esas declaraciones no tardaron en llegar.
Eran esperadas las respuestas de Axel Kicillof y Cristina Kirchner respecto a
que el Gobierno encubre un ajuste fiscal ortodoxo, pero también reaccionó
duramente la CGT de Hugo Moyano, quien prestó un tímido respaldo a Macri
durante la campaña.
Con este escenario, las paritarias se pondrán en marcha con
dirigentes gremiales que solo están dispuestos a cerrar acuerdos
"cortos" para volver a discutir más adelante.
De hecho, luego de haber conseguido un trabajoso aval para
el presupuesto bonaerense 2016, Vidal convocó a los gremios docentes aunque
solo para discutir inicialmente condiciones laborales, porque esperará a que el
ministro de Educación, Esteban Bullrich, encamine una pauta nacional para
hablar de salarios.
Este preámbulo no presta el mejor marco para una
convocatoria a gremialistas y empresarios al llamado pacto social, que la nueva
administración había previsto inicialmente para enero.
En el Gobierno aducen que las fragmentadas centrales obreras
deben definir antes sus liderazgos para llevar interlocutores representativos a
esa mesa de diálogo, pero ponerlo en marcha también encierra el peligro de
enfrentarse a un fracaso.
El contexto internacional tampoco parece ayudar a este
inicio de ciclo. Brasil y China, los principales socios comerciales de la
Argentina, atraviesan dificultades, y esa retracción empieza a pegar fuerte en
el empleo local, lo mismo que la caída libre del precio internacional del
petróleo.
Macri y todo el equipo económico confían en revertir este
cuadro hacia mediados de año. Para ello, cree fundamental generar un clima de
inversiones internacionales que habían quedado frenadas en los últimos años.
Si la costilla que lo tiene a maltraer y que lo obligó a
volver al reposo no le juega una mala pasada, Macri irá con ese fin al Foro
Económico de Davos, donde lo esperan reuniones con líderes políticos y
ejecutivos de multinacionales.
Según calculó Prat Gay, la economía crecerá entre 0,5% y 1%
este año y acentuará su expansión a partir de 2017. Volviendo a la doctrina
Durán Barba, de su acierto o error dependerá el bienestar de los argentinos y
el humor social.
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