Por Tomás Abraham (*) |
La detención de Milagro Sala es un
hecho que es necesario discutir. No es simple. Pero su complejidad no es una
excusa para saltear el tema ni para escudarse en apelaciones al famoso e
infinito “contexto” para justificar lo injustificable.
Lo que hay que discutir
es la causa por la que existe el caudillismo en Jujuy. Milagro Sala
no es un barón del conurbano bonaerense, ni una mafiosa. Su poder territorial
deriva de un fenómeno diferente, sin ser por eso novedoso ni desconocido.
Los términos que usa el
gobernador Morales son desmesurados e injustos. Debemos preguntar qué es el
Estado y cómo ha funcionado hasta ahora para una gran parte de la población
jujeña. A quién representó siempre un juez, un policía, un gendarme, un
político. Qué derecho tuvo y tiene un colla cuando es vejado en su condición
humana y marginado de la sociedad.
¿Quién hacía las casas,
las escuelas, los caminos, los hospitales, que se hicieron bajo la conducción
de Milagro Sala? Esta labor implicó la organización de una población que
decidió autogobernarse y sólo confiar en ellos mismos.
Es cierto que lo
hicieron con la ayuda y la protección del Estado nacional, y que en prenda de
cambio ofrecieron lealtad y apoyo político. También es una realidad que algunos
de ellos tienen armas y que amenazaron a disidentes y no dejaron de
extorsionar a quienes no se sometían a la jefatura de Sala.
¿Pero de dónde venían?
¿Con qué recursos contaban?
Milagro Sala no debe
estar en la cárcel. Pero nada nos une
con los demagogos siempre listos para vender fruta podrida. Sobran los que usan
lo que sucede en Jujuy para concretar sus sueños siniestros. Aunque a algunos
les parezca inverosímil, quienes quieren ver naufragar a este gobierno, piden
un muerto. Están a favor de cualquier provocación que repita lo que aconteció
con Kosteki
y Santillán durante el gobierno de Duhalde.
Hay otros que hacen
uso de un racismo progresista y claman solidaridad con la
autodenominada “Negra” y denuncian a los blancos que la detienen. Es un
indigenismo arribista y snob que desprecia a los aborígenes. Los tratan como
una tribu monolítica confeccionada a la medida de su hipocresía. Desconoce los
conflictos y las tensiones internas que tiene cualquier agrupación política,
que hay muchos necesitados de bienes básicos que no aceptan el poder de Milagro
Sala, que el Perro
Santillán es su adversario, etc.
Si el gobernador Morales,
elegido con gran cantidad de votos, quiere mostrar que el funcionamiento del
Estado ha de cambiar, debe intentar dialogar una y otra vez. No creemos que la
garantía de que las cosas serán diferentes y que la integración de miles de
personas asistidas estará asegurada, tenga como prueba fehaciente la
trayectoria del partido radical, ni de ningún otro partido. Llevará un tiempo
probar que la promesa y las intenciones se convertirán en realidad.
Lo que no significa un
acuerdo entre Morales y Sala, ni que el gobernador acepte la existencia de
ejércitos privados o que el dinero público vaya a una sola mano sin control
alguno, o que a cuatro días de su asunción el casco antiguo de la capital esté
sitiado. Pero encarcelar a Milagro Sala, no darle audiencia para no
reconocerle autoridad, es un error político porque la autoridad la
tiene, y tratarla como una delincuente es un gesto agresivo que suena a
venganza.
(*) Filósofo - www.tomasabraham.com.ar
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