Por Román Lejtman |
La Policía de la Provincia de Buenos Aires encubre a una red
de asociaciones ilícitas que manejan la prostitución, el narcotráfico, la trata
de personas, los secuestros extorsivos, el cobro de coimas, la connivencia
dolosa con los delincuentes de cada barrio, la protección mafiosa a los
comerciantes locales y hasta el alquiler ilícito de los bienes públicos
entregados para servir a la sociedad. Se trata de un negocio multimillonario,
consentido por cierta clase política, que la democracia heredó de la dictadura
y que jamás fue combatido para lograr su absoluto desmantelamiento.
Durante décadas, policías corruptos y delincuentes acordaron
reglas de juego que se respetaban a sangre y fuego. Y si había una caso que
rompía la ley de la Omerta y ocupaba a los periodistas de los medios
nacionales, el sistema delictivo sacrificaba a sus peones para que nada
perjudicara los beneficios de un negocio ilegal que creció en términos
geométricos durante los últimos ocho años.
Los tres prófugos de la Efedrina permitieron exhibir la
fortaleza de la maquinaria corrupta que asola en todas las calles de la
Provincia de Buenos Aires. La Maldita Policía se conjuró para demostrar a la
gobernadora María Eugenia Vidal que su poder es casi hegemónico y que resistirá
a los cambios que se prometieron durante la campaña electoral. Desde hace más
de una semana, esa maquinaria corrupta simula la persecución de los tres
delincuentes que integraron una banda de narcos que escaló atado a ciertas
decisiones ocurridas en la presidencia de Cristina Kirchner.
Vidal tiene que demostrar que su voluntad política está
intacta y forzar una purga policial que desemboque en la captura de los narcos
que escaparon con ayuda del aparato penitenciario. Si la gobernadora no vacía
la cloaca, su gobernación será una anécdota en la oscura historia de la
provincia de Buenos Aires. No tiene mucho tiempo y debe cambiar a sus ocasionales
aliados políticos. El viejo peronismo está involucrado y simula una ayuda que
esconde su futura traición.
Mauricio Macri apoyó a Vidal, pero cometió un error táctico.
El presidente sólo hizo referencia al narcotráfico cuando se refirió a los
prófugos de la Efedrina, y no aludió a la profunda corrupción que maneja
importantes resortes de la policía bonaerense. La gobernadora aún no capturó a
los tres asesinos por la solapada decisión de oficiales y suboficiales de la
bonaerense, que optaron por proteger a los delincuentes pese las órdenes
directas de las autoridades civiles.
Si sólo se denuncia al narcotráfico, la corrupción policial
se mimetiza con los carteles de la droga que operan con complacencia de las
fuerzas de seguridad. El narcotráfico corrompe a la policía bonaerense, pero
también pagan los dueños de los prostíbulos, del juego clandestino, del robo a
mano armada en las rutas, de la protección mafiosa a los comerciantes y de los
contratos públicos que benefician a determinados contratistas del estado
provincial. La corrupción es tan profunda y tan poderosa, que los beneficios
del narco es una parte de los millones que se reparten de arriba hacia abajo en
la pirámide de la Maldita Policía.
Macri y Vidal deben iniciar una reforma rápida y profunda. Vaciar
la cloaca y demostrar que la red de negocios ilegales ya tiene fecha de
caducidad. Si lo hacen con certeza y eficacia política, los tres delincuentes
serán detenidos. Si pierden tiempo, o creen que el peronismo será de la
partida, Martín Lanatta, su hermano Cristian y Víctor Schillaci se entregaran
cuando ya no tengan nada que perder.
Y la calesita seguirá girando con la misma música.
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