viernes, 11 de diciembre de 2015

La crisis económica pone a prueba el pragmatismo de Macri

La aceleración de la crisis exige al nuevo presidente 
sus primeras definiciones ideológicas.

Por Ignacio Fidanza
Mauricio Macri diluyó durante años su posicionamiento ideológico para ampliar su base de votantes y alcanzar la Presidencia. Bueno, ya lo logró. El inconveniente es que encontró a la Argentina en un punto de crisis económica que lo deja casi sin margen para seguir esquivando decisiones de fondo, que por naturaleza representan opciones ideológicas.

Es decir, la interna que se libró al interior de su círculo de decisiones entre la primera vuelta y el ballotage, se decantó por la opción neo keynesiana que encarnan Alfonso Prat Gay y Federico Sturzenegger. Una suerte de continuidad kirchnerista con buenos modales y sofisticación técnica.

Quedó en el camino la opción liberal que representaba Carlos Melconian.

Esa definición es la que por estas horas el mercado está pasando por la máquina trituradora, para ver cuánto hueso encuentra.

Las inconsistencias son obvias: Sostener los subsidios en amplias franjas de la población, garantizar el 82 por ciento móvil, bajar las retenciones, ampliar la asignación por hijo, implican mantener el actual déficit de siete puntos del producto o incluso ampliarlo. Lo novedoso es que ese programa se articula ahora con la promesa de liberar el cepo, unificar el tipo de cambio y reducir la inflación.

Para eso, se promete una transición suave financiada con préstamos internacionales. Lo cierto es que los mismos bancos que están ultimando los detalles de ese préstamo -que podría ir de los 7 mil a los 10 mil millones de dólares-, son los que formulan la pregunta que el gobierno de Macri no quiere responder: ¿No piensan hacer un ajuste para bajar el déficit?.

De cualquier manera las evasivas son la respuesta. Es obvio, no quieren ajustar. O sea, lo que Macri insinúa para la transición inmediata es una continuidad, mejor gestionada. La pregunta es si es viable.

El modelo es conocido y se basa en el voluntarismo pragmático: Un poquito menos de inflación; otro poquito menos de déficit –por ejemplo que baje de 7 a 5 puntos-; si es necesario se toca una regla por acá –dólar futuro-, otra por allá. Y ahí va. Nadie sufre demasiado y el financiamiento externo ayuda a transitar el paso de una economía desordenada a una sustentable y en crecimiento, sin mayores traumas.

“Prat Gay no cree en los ajustes y Sturzenegger es un optimista eterno”, graficó a este medio, un experimentado analista de Wall Street.

“Si no ajustan, el crédito que consigan se lo fuman rápido y no es verdad que la Argentina tenga mucho margen para seguir endeudándose. En el último año tomó por diversas vías unos 30 mil millones de dólares de deuda y perdió patrimonio del Central por otros 6.700 millones. Están tan al límite que en Octubre, Kicillof no puedo emitir un bono en pesos porque no tenía mercado”, agregó la fuente.

El experimento

Como todo empresario, Macri se siente cómodo en el pragmatismo. Lo mostró con claridad con el tema de ganancias. En la campaña, para sumar votos, prometió su eliminación. Cuando ganó y vio los números dijo que iba a seguir un tiempo. Luego, ante la presión de los sindicatos, retrocedió y lo fijó sólo para los aguinaldos que superen los 30 mil pesos.

En la Ciudad se manejó con esa impronta. Era posible y hasta exitoso, porque no tenía que ocuparse de la macroeconomía –alcanzaba con criticarla-.

Cuando lo apremiaban se declaraba desarrollista, un lugar común para todo político bien pensante y con impronta modernizadora. La eterna frustración de la Argentina primermundista. Frondizi, Kennedy, el Che. Petróleo y Geoestrategia. Gran escenario internacional. Interesante tanteo de un nuevo relato de proyecto nacional con eje en la inteligencia, pero inútil como guía para tomar decisiones urgentes.

Pero también el experimento es operativo. Macri gobernó ocho años Buenos Aires con dos definiciones de fondo: Un jefe de Gabinete obsesivo que se puso al hombro toda la zona dura de la gestión y un contador –actuario en realidad- a cargo de la caja. Hoy no tiene ninguna de las dos cosas.

Tiene una dupla de economistas –Prat Gay, Sturzenegger- con ideas propias y egos acordes. Y un jefe de Gabinete muy talentoso para la estrategia política y la comunicación. Por eso, se eligió completar la estructura con dos vicejefes empresarios: Lopetegui y Quintana, con la misión de “coordinar” el gabinete económico.

La respuesta del mercado es sencilla: “¿Quién es el jefe?”. Tenemos así dos modelos contrapuestos. El mercado espera que se defina si el que manda es Prat Gay o Sturzenegger y Macri propone una construcción colectiva de las decisiones económicas, coordinadas desde la Jefatura de Gabinete.

Es decir, lo que se empieza a poner a prueba es la capacidad de liderazgo de Macri, en el sentido más profundo. Esto es, definir un rumbo y empujar a su equipo a construirlo.

Su asesor en estrategia, Durán Barba, sostiene que no puede empezar la gestión con un ajuste, que eso lo dejaría marcado para siempre. En el papel es de una sensatez indiscutible. Pero la verdadera pregunta es si tiene margen para eludirlo. O dicho de otra manera, si existe la posibilidad de secuenciar las decisiones de orden que demanda la macroeconomía, para empujar hacia el final los tragos amargos.

© LPO

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