Por Gabriela Pousa |
Volvieron
las banderas argentinas. Volvió la política. Regresó, sin disfraces ni
máscaras, la democracia. La normalidad se hace presente en la estampa del
Presidente después de tantos años. Hay otro aire, hay otra Argentina.
A simple vista saltan los contrastes entre el pasado y el presente, entre lo
que fue y lo que es. Insondables diferencias.
Al
mandatario y al pueblo le espera un trabajo de hormiga, con riesgos, con
obstáculos pero lo que amerita un pensamiento positivo sin vanos y
peligrosos fanatismos es que hay cabal conciencia de las dificultades, y de la
fiabilidad de la dirigencia. Macri Presidente es un hombre, no un dios
ni un mago que llega a salvarnos.
Hay ganas y
hay esperanza. El cambio de un unicato autoritario a un gobierno
interdisciplinario y verdaderamente democrático soslaya las posibilidades de
equivocarnos. Es un escenario tan diferente a lo que estamos
acostumbrados que va a costar entender y ponernos a la altura de lo que viene.
Somos y
estamos hechos de costumbres, eso explica las sensaciones ambiguas o
encontradas de muchos ciudadanos. La emoción es genuina, espontánea. Las
movilizaciones son auténticas, no ha habido convocatoria con micros ni punteros
políticos, no es feriado, no hay asueto, no es sábado ni es domingo.
La gente en
la calle es la confirmación más veraz de cuán asfixiados estábamos los
argentinos. El maltrato ha terminado, el circo se quedó sin
payasos, la concepción bélica de la política se fue con Cristina.
El enemigo
vuelve a ser adversario y en lugar de restar, si sabe ocupar ese lugar, suma al
cambio. El único grito de Mauricio Macri en el balcón de Casa Rosada
fue “Gracias“.
La jura
presidencial, la asunción del mando ha sido impecable, sin barras bravas, sin
predestinados, sin héroes falsos, sin falta de respeto, sin agravios. Un
discurso sin una palabra fuera de lugar, simple, breve, literalmente
“extraordinario”, sencillo. Adiós desmesura en lo politico.
Y es que
asumió un jefe de Estado no de tantas palabras sino de actos. Estábamos
empachados de diatribas grotescas, engañosas, abusivas.
Las frases
que deberían conservarse como guías estuvieron claramente dichas: “La política
no es una lucha de egos”, lo ha sido en los últimos tiempos. El
cambio de Cambiemos descansa en las palabras concisas del nuevo Presidente pero
se evidenciará en sus sucesivos actos.
Verdades
irrefutables: “Los bienes de la Argentina son para todos los argentinos y
no para el uso incorrecto de los funcionarios“. El Estado ya no
es lo que nunca debió ser, la propiedad o encarnación de un ser humano.
“No
puede haber jueces militantes de ningún partido”, obviedades es
cierto pero hoy lo obvio es nuevo. “El país, lo vamos a sacar adelante
entre todos”, Macri es eso: sumatoria, equipo.
La
sistematización de la mentira también se retira del escenario: “Siempre
voy a ser sincero con ustedes. Es la base de la confianza que me tienen”.
De lo contrario, demandarlo es el deber ciudadano.
Combate al
narcotráfico, pobreza cero resumen el objetivo de máxima del gobierno. Para
que así suceda se propone producir más trabajo, ampliar la economía, desarrollo
no populismo.
Regla de
tres simple, 2+2=4, Macri es ingeniero. Cohesión entre la forma y el fondo,
búsqueda de fines con medios a tono, eso ha primado en la oratoria frente a la Asamblea Legislativa este
jueves en Argentina.
El llamado
al “arte de acordar” es el llamado a la política que no teníamos, en su lugar
había negociados, intereses mezquinos, ambiciones personales. Vivíamos engañados por voluntad algunos, por
ignorancia otros, por un confort falso y peligroso. En definitiva, por acto u
omisión según el caso.
Ahora lo
importante es la coherencia entre el decir y el hacer, a eso debemos apuntar,
eso es lo que debemos “custodiar” los ciudadanos en general, el periodismo en
particular, y en eso
debe sustentarse el análisis. Un detalle: Mauricio Macri está empezando a hacer
lo suyo. Nosotros también tenemos que hacerlo sino es el cambio es fútil,
vano.
Un buen
Presidente necesita una sociedad a la altura de las circunstancias. Argentina
está viviendo un ‘antes y un después’. Un desafío histórico. Adiós al “vamos
por todo”, al perverso revisionismo y relativismo histórico antojadizo del
kirchnerismo.
Lo que viene
puede ser egregio si se hace lo que se dice, si se escucha y se mira la
realidad en todos y cada uno de sus matices. Después de una destrucción
masiva de los valores, de los principios, de las instituciones, de la política
y de la economía, la tarea es titánica. El entusiasmo y la emoción no
pueden enturbiar la razón, está todo por hacerse.
Quizá el
primer paso que debe darse es aprender a usar el tiempo en lugar de perderlo,
aprender a aprovechar oportunidades en lugar de desecharlas impunemente.
Nadie nace Presidente, nadie nace sabiendo. Nadie cambia sin tropiezos: ponerse
de pie cuando se caiga en lugar de arrodillarse como siervos es lo nuevo.
La
tolerancia y la paciencia son tan necesarias como la perseverancia en las metas
fijadas. Este 10 de diciembre de 2015 es un 10 de diciembre de 1983 por
eso lo trascendente será que el 10 de diciembre de 2019, no sea un 8 de julio
de 1989.
Todo parece
increíble y raro pero es lo lógico y razonable. Vivíamos en las
antípodas. Cambiemos está pasando de ser un verbo a ser un hecho.
Bienvenida
normalidad a la Argentina…
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