La subordinación
mostrada en años anteriores a una política económica errada
no puede enmendarse ahora con actitudes que no contribuyen a una salida
paulatina del estancamiento.
Por J. Valeriano Colque (*) |
En los últimos días, almacenes y comercios
minoristas de la provincia
de Salta se han visto sorprendidos por importantes
remarcaciones dispuestas por grandes compañías formadoras de precios y cadenas
mayoristas.
El fenómeno es visible en insumos esenciales como la harina,
el aceite industrial, el cemento y los hierros, además de otros alimentos.
El primer golpe para las familias y la actividad económica
provino por parte de las empresas petroleras, con YPF a la cabeza, que
ajustaron los precios de los combustibles en 4,5 % al día siguiente del
balotaje presidencial. Pese a la fuerte baja del precio del crudo a nivel
internacional, que retrocedió casi a la mitad de su valor en el último año, la Argentina
encareció sus combustibles, pues un acuerdo de las compañías con las provincias
petroleras establece un valor de referencia 50 % más caro que el precio
internacional, con el objetivo de beneficiar a esas administraciones con el
pago de las regalías.
El aumento en el precio de los combustibles afecta los
costos de logística. No obstante, los listados que recibieron panaderías, restaurantes,
ferreterías y quioscos incluyen subas por encima de un dígito y, en algunos
casos, alcanzan el 30 %. Está claro que la decisión de incrementar en forma injustificada
los precios va más allá del impacto de los
combustibles en sus costos y en los aumentos impositivos para el próximo
año.
Hay una decisión especulativa por parte de los formadores de
precios, con el fin de posicionarse en un escalón más alto que el
nivel actual para afrontar un eventual
acuerdo de precios al que convocaría el presidente
electo Mauricio Macri. La convocatoria incluiría a empresarios y gremios, para
acordar un esquema que permita moderar el costo de una devaluación, que aparece
como inevitable para la reactivación del aparato productivo tras cuatro años de
estancamiento.
La situación económica es mucho más grave de la que se
predica en las optimistas tribunas oficiales, que parecen desconocer la
inexistencia de reservas reales en el Banco Central, una inflación anual en
torno del 25 % y un déficit en las cuentas corrientes que será récord.
La
administración de Cristina
Fernández está muy
lejos del éxito
que proclama. La
pesada herencia exigirá un ajuste en el sobrevaluado tipo de cambio y en
los gastos. Es necesario que los grandes formadores de precios
y productores de
insumos clave asuman
también una actitud razonable, para permitir la
recuperación que, de lograrse, también beneficiará a sus actividades con una
mayor demanda de bienes.
La
subordinación mostrada en
años anteriores a
una política económica
errada no puede enmendarse ahora con actitudes que no
contribuyen a una salida paulatina del estancamiento.
Batalla cultural de
la devaluación
Cristina Fernández empieza a ponerle punto final a su
gestión. A favor: respeto a los derechos humanos, la jubilación de personas sin
cobertura, Asignación Universal por Hijo (AUH), aunque no es “universal”; el
plan Procrear, la recuperación de Aerolíneas y de YPF, y Ahora 12. En contra: inflación de
dos dígitos desde
2007, cepo al
dólar, restricción de
importaciones, deficiente aplicación de Precios Cuidados, el crecimiento
de la inseguridad y el narcotráfico.
La combinación de un déficit fiscal récord (más de 300 mil
millones de pesos), la expansión del 40% de la base monetaria y un peso
sobrevaluado en relación al dólar impactaron negativamente en el balance de
ingresos y salidas de divisas (balanza de pagos).
El billete
norteamericano no siguió a la inflación; el superávit comercial se redujo a cifras insignificantes y casi no hay
inversión extranjera directa. Consecuencias: ciertas exportaciones se hacen a
pérdida para mantener mercados, a los importadores se les adeuda entre 6.000 y
8.000millones de dólares y las economías regionales no pueden vender su
producción. Resultado final: las reservas del Banco Central cayeron a 25.754
millones de dólares. Las divisas disponibles son escasas (alrededor de 3.000
millones de dólares). La devaluación es inevitable, pero debe ser parte de un plan
antiinflacionario, que ponga en caja el rojo en las cuentas públicas y controle
la excesiva emisión.
¿Cómo explicarle a la sociedad que, en líneas generales,
cree que la economía tiene problemas, pero que no está tan mal? Uno de los
desafíos del equipo económico de Mauricio Macri será la “batalla cultural” de
la devaluación; cuánto se trasladará a precios y qué se hará para proteger los salarios
y las jubilaciones.
Un dólar competitivo para avanzar en un mercado único de
cambios supone una suba en los alimentos. Inevitable, más allá de que pueda
moderarse después cuando crezca la producción o caigan las ventas. El consumo
creció 0,6 % en nueve meses, según Kantar Worldpanel. El rubro bebidas se
mantuvo estable, pero cayó 1 % la venta de alimentos. El dinero no alcanza.
Comerciantes denunciaron remarcaciones injustificadas en harina, conservas, aceite industrial, bolsa de cemento y en hierros,
más allá de la suba en combustibles, liderada por la estatal YPF(4,5 %), que
impacta en los costos de logística.
Miguel Ángel Bein, que asesoró a Daniel Scioli, prevé un
dólar a 13,80 pesos a fines de diciembre y de 14,80 para todo 2016; paritarias
del 28 % y una inflación similar o del 30 %.El próximo equipo económico no sólo
deberá acertar en las medidas, sino hacerse de la “batalla cultural” en explicarlas
y justificarlas. El relato kirchnerista
que la economía no está mal, va ganando.
Desafíos
La transición entre
el gobierno de Cristina Kirchner y de Mauricio Macri, además de la
arista política, tiene un gran reto: superar el cambio de ciclo sin una
crisis.
En la Argentina, los ciclos económicos, en general,
terminaron muy mal. Por eso, el desafío del gobierno que asume el 10 de
diciembre es superar la complicada situación económica actual sin que todo
“estalle por los aires”. La salida de la convertibilidad es un ejemplo reciente
que nadie quiere repetir; aunque, por disponibilidad de herramientas, la
situación hoy es más parecida a 1999que a 2001, por lo que el escenario de
estallido tiene baja probabilidad.
En el camino de evitar un cimbronazo que impacte en la
sociedad, hay dos frentes en los cuales el líder de Cambiemos se juega gran
parte de su gestión.
El primero es el cambiario; evitar que el valor del dólar se
dispare es clave. Alfonso Prat Gay, futuro ministro de Hacienda y Finanzas,
había señalado durante la campaña que iban a subir el valor que hoy está bajo y
bajar el que está alto. Leyendo entre líneas se podría pensar un valor entre
los 13pesos del dólar tarjeta y los 15 del blue.
El segundo punto es la contención inflacionaria. Tras la
unificación cambiaria es inevitable un traslado inicial a precios, pero si
después no se frena la inercia en la inflación, la suba del tipo de cambio se
diluirá y se volverá al punto inicial previo a la devaluación.
¿Podrá Mauricio Macri resolver estos dos problemas? Para
contener el dólar se requieren dos cosas: billetes “verdes” y expectativa. Con
las reservas del Banco Central a un nivel mínimo, los dólares en efectivo
podrían llegar en diciembre, de la mano de la liquidación de divisas del sector
agropecuario por la venta de la cosecha pasada (más algún acuerdo para
anticipar la próxima, como ya se hizo otros años); también de un crédito puente
del exterior y de un blanqueo de capitales que apunte a los argentinos con
dinero fuera del país o bajo el colchón.
Las expectativas dependerán de las medidas que se anuncien a
partir del 10 de diciembre: arreglo del frente financiero externo, reglas de
juego claras para inversiones, financiamiento de proyectos de infraestructura, mejores condiciones para exportar. Aunque
estos dólares no estén, las perspectivas de un ingreso importante en los
próximos meses (con algún incentivo en tasas de interés) puede frenar la
demanda de divisas.
En materia inflacionaria, lo central pasa al plano político.
Los acuerdos con empresarios (sobretodo, industria alimentaria y
supermercados), inversores (nacionales y del exterior) y sindicatos son necesarios
en una primera etapa.
Los desafíos no son pocos. A favor, tendrá el período de
gracia y las expectativas de una nueva gestión. Una ventaja que no es eterna y
que se puede diluir si los pasos no van en una buena dirección.
(*) Economista
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