Por Manuel Vicent |
Ahora mismo en Francia puede ocurrir que si alguien llama a
tu casa a las cuatro de la madrugada ya no sea el lechero, sino un policía que
llega sin orden judicial dispuesto a derribar tu puerta de una patada si no le
abres.
Para que esto no pudiera suceder nunca, fueron necesarios
más de 2.000 años de una lucha tenaz por la libertad. ¿Vamos a renunciar a ella
por miedo a otro atentado terrorista?
La civilización europea arrancó con la victoria de los
griegos en Salamina contra los persas en el siglo V antes de Cristo; nuestra
cultura se sustenta en la filosofía griega, en el derecho romano, en el
humanismo, en los valores de la razón que enarboló la Revolución Francesa, en
la conquista de la ciencia frente al oscurantismo, en la resistencia contra el
fascismo y la barbarie nazi.
¿Bastan unos chalecos explosivos y una docena de fusiles
Kaláshnikov para echar por la borda nuestra historia? ¿Es comprensible que una
simple alarma deje paralizada durante cuatro días Bruselas, la capital de
Europa?
Se puede bombardear aquí y allá para vaciar todo el arsenal
que depara la industria armamentística, pero al final la libertad solo se
defiende ejerciéndola a toda costa. Ceder tus derechos individuales a la
policía es la forma más rápida de perderlos.
La señora Miniver era la protagonista de la famosa película
de William Wyller. En 1942, en plena guerra en un pueblo al norte de Londres,
la señora Miniver, pese a tener a sus hijos movilizados, estaba empeñada en que
se celebrara con normalidad el concurso anual de flores mientras caían
alrededor las bombas alemanas.
Churchill dijo que si Inglaterra había ganado la guerra, más
que a los aviones de la RAF, se debió a personas como la señora Miniver, que
siguieron ejerciendo sin miedo su forma de vida, como un baluarte, en defensa
de sus derechos conquistados a lo largo de 2.000 años.
© El País (España)
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